¿Realmente avanzamos en la paridad de género?

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Los resultados del 5 de junio y que todos conocimos muestran avances en materia de igualdad política, sobre todo en diputaciones de mayoría relativa, lo cual da un excelente mensaje acerca de la disposición del electorado a votar por mujeres.

El pasado 5 de junio, 14 entidades renovaron gubernaturas, presidencias municipales, diputaciones locales y se eligió a los que integrarán la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México. En estos procesos locales se aplicó por primera vez la reforma político-electoral de 2014, en la que se contemplaron los criterios de paridad que impulsó el presidente Enrique Peña Nieto con su iniciativa presentada en 2013.

Los resultados que todos conocimos muestran avances en materia de paridad política, sobre todo en diputaciones de mayoría relativa, lo cual da un excelente mensaje acerca de la disposición del electorado a votar por mujeres. Los casos más emblemáticos son los de Aguascalientes, Chihuahua y Quintana Roo donde las mujeres serán mayoría en sus congresos locales. Pero también existen entidades donde los avances apenas y se notan, como Tlaxcala donde sólo el 27% de su congreso local será integrado por mujeres.

Otro de los grandes desafíos en la materia son las elecciones para las alcaldías. Definitivamente pudimos ver un avance muy positivo en Quintana Roo, donde se pasó de no tener alcaldesas, a tener cinco de las 11 presidencias municipales en disputa o Baja California, donde en este proceso fueron electas dos presidentas municipales, mientras que en el periodo anterior no hubo ninguna en sus cinco municipios. En contraste, en los 60 municipios de Tlaxcala, apenas se alcanza un 12% de representatividad y en Oaxaca, en las 153 demarcaciones regidas por el sistema de partidos, se dio un gran salto pasando de sólo ocho mujeres electas en el periodo anterior, a gobernar 40 municipios, pero aún la representación sigue siendo de un escaso 26%.

En su mayoría las mujeres han sido postuladas y han triunfado en municipios pequeños, salvo excepciones de ciudades capitales importantes como Pachuca, Aguascalientes, Tlaxcala y Chihuahua que tendrán alcaldesas.

Lo que es lamentable del proceso electoral 2016 es que no haya sido electa ni una sola gobernadora, por el contrario, los resultados hicieron más fehaciente ese techo de cristal, casi infranqueable, en cuanto a las gubernaturas se refiere.

Ante esto, legisladores, partidos políticos y sociedad en general tenemos que plantearnos: ¿Qué falta para obtener la meta de la paridad política? ¿Qué medidas de corto y largo plazo requerimos implementar de inmediato? ¿Es un problema de diseño de la norma electoral o de las políticas que deben implementar los partidos y las propias instituciones del Estado? ¿Acaso lo que debe cambiar es la propia cultura política en nuestro país?

Estas cuestiones nos conducen a mirar hacia otras latitudes. Por ejemplo, en Roma recientemente ha sido electa Virginia Raggi,  la primera alcaldesa de la ciudad desde su fundación, hace más de 20 siglos. Esta victoria ha resultado doblemente inédita al haberla obtenido una mujer por primera vez en la historia, así como al haber dado el triunfo a un partido anti sistema, el cual postuló mujeres en ciudades importantes como Turín, donde también se hizo del triunfo con la candidata Chiara Appendino.

No obstante, hay países en el mundo que históricamente han sido pioneros en la creación de instituciones democráticas y a la fecha no han conseguido llegar a la paridad,  como Francia. Ahí, a más de tres lustros de haberse introducido una legislación respecto a las elecciones con representación proporcional para las que la ley instituye la obligación de paridad de candidaturas en el momento de elaboración de las listas, únicamente se ha conseguido una representación femenina en el congreso de apenas el 22%.

Sorprendentemente es un país africano el que actualmente cuenta con un congreso conformado por una mayoría de mujeres, me refiero a Ruanda, cuya cámara baja está compuesta por un 63.8% de legisladoras.

Ante ese panorama surge la pregunta de si estamos promoviendo efectivamente la apertura de espacios para que cada día más mujeres participen en política y en la toma de decisiones, tanto en el ámbito político como también en el sector privado.

Aquí los que formamos parte de un partido tenemos que dar pasos decididos en esa dirección, pues me parece que por el momento no es un tema de leyes, es más uno de voluntad y decisión de los actores políticos por seguir cerrando la brecha entre hombres y mujeres en el ámbito político.

 Valdría la pena plantear el compromiso de que cada partido tenga un órgano encargado de promover la participación y liderazgo de las mujeres; de formar cuadros de mujeres con énfasis en las jóvenes, y de dotarlas de las herramientas idóneas para destacar en la esfera pública, tales como la capacidad de negociar, la generación de redes y alianzas, y la propia oportunidad de ejercer cargos en el ámbito público, entre otras.

Desde luego tenemos que analizar la efectividad de los programas que hoy por hoy ya existen en distintas dependencias y órganos públicos para el empoderamiento de las mujeres, y ver la manera de articularlos como una política. Asimismo, habrá que revisar qué han hecho bien los países con mejores resultados en ese rubro.

Por otro lado, los medios de comunicación pueden ser un gran aliado, particularmente la televisión. Es urgente que los medios se comprometan con esta causa y contribuyan a desterrar los clichés culturales que en mucho abonan a que sigamos viviendo en una cultura machista en la que los que deciden son los hombres.

No es leyenda urbana lo que se ha dicho de que en México todavía hay comunidades en donde no se les permite postularse de candidatas. En Oaxaca, en pleno 2016, me tocó ver casos de mujeres que de manera rotunda se negaban a ser postuladas candidatas porque se sentían presionadas por el marido o por el temor de que los hombres del pueblo o las propias asambleas de la comunidad las hostigaran a ellas y a su familia por el hecho de atreverse a competir.

Sí, avanzamos, pero en la mayoría de las entidades los resultados son aún insuficientes para poder hablar de una paridad política efectiva que garantice el acceso de las mexicanas a puestos de representatividad y de toma de decisiones. El día en que tengamos al menos a 15 gobernadoras, cuando al menos 50% de las presidencias municipales del país sean gobernadas por mujeres , cuando las bancadas de los partidos y las principales comisiones de los congresos federal y locales estén balanceadas con respecto a los hombres, entonces estaremos en condiciones de afirmar que las mexicanas podemos ejercer plenamente nuestros derechos políticos y que vivimos en un país donde la igualdad de género es una realidad.

Hace poco escuchaba comentarios de hombres y mujeres en el sentido de que las “cuotas de género” complicaban la postulación de candidatos en los partidos. Mi respuesta fue contundente: olvídense de que se podrá dar marcha atrás y “ajustar la legislación”. Lo mejor que podemos hacer los actores políticos es trabajar para que en cinco o diez años ya no sean tema las cuotas de género. El principio de paridad política será una realidad cuando dejemos de preocuparnos por las cuotas, y mejor nos ocupemos en invertir en la formación de liderazgos de mujeres, en el empoderamiento de las mexicanas y, sobre todo, ya que hayamos interiorizado profundamente la idea de que hombres y mujeres tenemos el derecho de participar de manera igualitaria en la toma de decisiones por el bien de México.