Rodrigo Islas Brito/RIOaxaca.
Oaxaca de Juárez. Aunque el prometidisimo resurgimiento cinematográfico del psicópata de risa fácil Guasón, interpretado ahora por Jared Leto, parezca más bien una intervención especial de actor invitado y este blockbuster se empantane en media hora del más aburrido cine de acción, Escuadrón Suicida no es tan mala como buena parte de la crítica mundial que ha venido etiquetándola desde hace un día y medio.
A lo menos es verdaderamente divertida en buena parte de su metraje, con su misión de fortalecer la franquicia DC Comics después de que la anunciadísima Batman contra Superman resultara en una cinta amada solo por aquellos fanáticos de los comics que no aguantaron cuestionamiento alguno sobre el supremo placer de ver a dos tipos con mallas haciéndose volar por los aires.
En esta entrega a cargo del afortunado hijo de mala entraña David Ayer (Harsh Times, Los dueños de la calle) la ambición es tornar la cosa un poco más obscura, más vil, sin súper héroes echando trancazos al mismo tiempo que comparan los nombres de sus respectivas mamacitas.
Acá los héroes no tienen madre (o si la tienen seguro que ya se olvidó de ellos) acá los buenos son los malos, presos y reclutados para una misión de rescate que el guion del mismo Ayer se saca de la manga cual carterista chapucero.
Ahí está Dead Shot, que le dispara y le atina a todo, maloso con corazón de pollo al que su pequeña hija le quita el sueño, interpretado por un Will Smith que hace acopio de la mejor parte de su carisma de súper estrella, para animar los agujeros de una historia que en resumidas cuentas se reduce a un solo acto.
Margot Robbie, partemadres como una Harley Quinn enamorada y guapísima hasta las cachas, capaz de morder al rudísimo Batman pero encandilada con un villano incoloro que es capaz de besarla y después enviarla literalmente al infierno.
También destacan por ahí Joel Kinnaman, como un Lee Marvin a los Doce del patíbulo sentimentaloso y más ético que lo que al mismo le gustaría aceptar. O Jay Hernández, como un cholo tatuado que escupe fuego y sabe que sus muertos, muertos los dejó.
O el chistoso bigotón australiano llamado Boomerang (extrañamente agradable Jai Courtney) infausto pero muy cagado a la hora de tratar de conciliar su fama de tipo malo con sus infinitas ganas de salir corriendo. O la malísima Amanda Waller (interpretada por la siempre portentosa Viola Davis) la burócrata de la era de la libertad a la Barack Obama, tipo CIA aniquiladora, que es capaz de matar a Bambi treinta veces si eso le significara puntos para dominar un mundo que no conoce.
Este escuadrón no llega al suicidio, pero a veces se le acerca. Al sacarse los villanos de una manga vacía, al reducir su anécdota a tipos rudos sueltos en una noche en guerra cual emulo carpentiano de presupuesto millonetas con hilado de pacotilla, al reducir al que se supone debería ser el villano principal (el ya citado Guasón Leto) a mero acompañante fugaz, totalmente desdibujado de una concatenación de estimulantes sucesos en los que pareciera que a la larga nada tiene que ver.
Sin embargo, a pesar de la educulturación y la falta de tino narrativo, esta respuesta de la competencia de Marvel se deja ver, con el detalle que acá ya los mutantes ya no son mutantes sino metahumanos (termino freudiano que da espacio para más de cinco lecturas), con la falla de que su absurdo jamás llega a ser descarado.
Con el acierto de que su dosis de mala leche es suficiente como para ver a un monstruo llamándose hermoso, y gritar: si carajo, ese tipo horrible es precioso y su mundo tétrico es digno de comenzar a escribir poemas.