“Ahí donde todo está jodido, sin ningún temor”: La melancolía según Claire Denis

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Rodrigo Islas Brito/RIOaxaca.

Oaxaca de Juárez. La autora de Chocolate, 35 tragos de ron y Los Canallas, nacida en París con un padre diplomático cuyo trabajo la llevó a crecer y conocer la vida por media África colonial francesa (Burkina Faso, Somalia, Senegal y Camerún), aclara que en esta mañana en particular no hablara de su nueva película, porque no quiere que la mala suerte regrese una vez más por ella.

“Filmar para mí no es un trabajo, no siempre es divertido, pero tengo que decir que no tengo otra opción. Es lo que es”.

Es Claire Denis, de visita en Oaxaca como conferenciante de un Coloquio de arte moderno, quien en su plática sobre la disrupción en el arte contemporáneo (el tema sobre el que versaba todo el coloquio) dijo al final que la cosa no iba a llegar muy lejos porque básicamente “disrupción” no es una palabra que contemple el idioma francés.

En un inglés del que se disculpa, en un español que suelta a palabritas, a Denis se le pregunta sobre Camille (Richard Courcet) el travesti francés, negro y criollo de la Martinica devenido en asesino serial accidental de  su filme No tengo sueño (1994) quien al final de la cinta, en pleno interrogatorio policiaco respecto a las muchas personas que ha matado (y a las que nos quiso matar) resume en unas palabras esa inercia suya para los malos tragos.

“No soy una mala persona, pero nunca he tenido suerte”.  Se le comenta a Denis que esta frase resume en mucho el accionar de sus personajes, el orden de sus sentidos. La  cineasta antes quiere aclarar la confusión del reportero, quien ha identificado al personaje asesino serial erróneamente con  un origen africano.

“No hubiera podido hacer un asesino serial de un africano. El personaje que mencionas realmente existió, murió en un hospital de sida. Al final el piensa que es normal su desgracia, porque no tenía ningún chance de ser un buen tipo”.

“Yo no sé en México a quien le toque ser el negro mexicano con un origen que venga de la esclavitud colonial, pero no es una buena situación, estoy segura. En Francia un caribeño aunque sea francés no es tratado de la misma forma que el resto de los franceses”.

¿Son tus personajes buenas personas, sin suerte en un mundo agreste? Denis empieza sus respuestas con la aclaración de que no se considera una gran persona con un corazón enorme.

“Pero la verdad es que no me resultan interesantes los suertudos, me interesan los que tratan de ser buenos, o desean ser buenos, pero que básicamente no tienen suerte en el intento”.

“Crecí en África, cuando era una niña mire muy de cerca las políticas pro blancos y anti negros en un continente negro. Recuerdo que aunque era una niña sentí mucha rabia”.

Denis se define como “melancólica y pesimista”, alguien a quien se le da más ver lo injusto que lo justo”. Cuenta que conoció las letras del estadounidense  William Faulkner cuando tenía 16 años y que estas se convirtieron en su biblia.

“Él iba a la medula de la vida, ahí donde todo esta jodido, sin ningún temor”. De si hay un matrimonio entre el realismo y la lírica en su trabajo, Claire responde que  nunca tiene un plan al respecto cuando escribe un guion.

“No me interesa particularmente que las cosas que cuento suenen reales o se vean reales Me gusta ver la realidad de este mundo pequeño con un sentimiento lánguido”.

Se le menciona que el común de sus protagonistas son inmigrantes o por origen, o por herencia, o pura condición. ¿Cómo miras el fenómeno actual de inmigración en Europa con un mundo en guerra? , se le pregunta.

“En 1996  en Francia  se trató de imponer una ley contra la inmigración, y los franceses estaban contra ella.  Aquello era la conexión de Francia con su era colonial, la comprobación de que ese sentimiento aún estaba ahí”.

“En los últimos cuatros años ha habido mucha migración de jóvenes, familias completas de Afganistán, de Siria, de Yemen. Es muy diferente a la migración de antes, porque esta gente lo que básicamente quiere es escapar de la guerra y no morir”.

“Ahora países como Hungría o Polonia están espantados en Europa porque no estaban acostumbrados a lidiar con la migración, y ahora están expuestos a ella. En Francia está siempre ha sido normal, por lo que la xenofobia no es tan fuerte como en otros países, aunque siempre ha estado ahí”.

Denis observa que en general en su natal  Europa, la izquierda cada vez se está disolviendo más y la derecha está ganando mucho territorio debido a la migración y al miedo que esta produce entre los no migrantes.

De que Inglaterra se haya salido hace unas semanas de la Unión Europea mediante un plebiscito popular, la entrevistada afirma que nunca pensó que eso  fuera a pasar.

“Los políticos ingleses son gente completamente histérica que juegan a manipular a la gente diciéndoles que con el dinero y los recursos que tomaba la Unión Europea  de su país, se iban a poder invertir para los británicos en términos de educación, prometiéndoles mejores escuelas, hospitales gratis y  un bla bla bla”.

“Y entonces la gente vota por lo que ellos quieren, llega el Bretxit  y la gente les pregunta,  ¿entonces si pueden hacer ahora lo de la escuela libre, los hospitales  y todo el bla bla bla que nos prometieron? Y ellos responden que no, que  hay que ver, ajustarse, que ahora no se puede, que tal vez mañana”.

“Es un juego estúpido el que hay, no es un juego político. Hoy  incluso hay gente de mucho poder que está tratando de posponer el Bretxit para proteger sus bancos. Son ideales muy bajos los que privan hoy en día”.

Por alguna razón que se pierde en la traducción, Denis recuerda al antiguo presidente ruso ya fallecido Boris Yeltsin y lo compara con el actual candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump. Dice que los dos son “dos payasos que todo el tiempo juegan”.

Ya en el cariz político se le pregunta a la cineasta su opinión sobre el plantón magisterial presente desde hace meses en el zócalo de Oaxaca y en calles aledañas. Plantón  con carpas y tiendas de campaña que inicia precisamente a unos metros de la entrada del hotel donde la cineasta se hospeda y tiene lugar esta entrevista.

Plantón que forma parte de un conflicto magisterio- gobierno federal por la desaparición de una reforma educativa federal, que sumó ocho muertos en un fallido operativo policiaco para desbloquear un bloqueo carretero hace más de dos meses, y que hoy  tiene a la ciudad  y al estado en un juego de bloqueos continuos y sostenidos mientras gobierno y magisterio negocian lo suyo por su lado.

“Debido al jet lag, salí a caminar por las calles cuando llegue, por el plantón,  fui al mercado, haciendo uso de mi pequeño español. He visto cosas como estas en Francia. Mucha gente me dijo que a  los maestros no había que creerles ni hacerles caso porque no son  gente con mucha educación”

“Así que más que tratar de definir  la situación, las posturas políticas, trate de estar ahí, presente, y entonces empezar a entender. Como cineasta yo no podría pretender el visitar un lugar en conflicto como Oaxaca y lanzarme a hacer un documental o algo cercano. No soy antropóloga ni política”

Para acercarse a un conflicto así  Denis dice que lo haría con una historia de ficción sólida, porque si no,  no pasaría de ser una turista tratando de entender como son las cosas en un mundo que a la larga  no comprende

“La mejor forma para entender las cosas que pasan en este mundo es la ficción”, dice la directora y guionista. ¿El cine de ficción puede aspirar a decir la verdad?, se le pregunta.

“Hay mucha más verdad en una ficción que en una mirada documental , en la ficción tu tratas de conocer a tu personaje y al final del día el documental va más sobre la edición, sobre la voz en off , que en realmente pretender entender el misterio de la vida de las personas”.

“En la ficción tu sabes el lado en el que realmente estas, es donde estás obligado a enfrentar tu propia verdad y no las de otros. Cuando escribes un guion puedes hacerte muchas preguntas, preguntas que no puedes ocultar y que están ahí todo el tiempo”.

Habla sobre Robert Flaherty, uno de los padres del cine documental y  su colaboración con virtuoso cineasta cuasi creador del expresionismo alemán, FW Murnau.

Quien a finales de los veintes llegó de Alemania a un Hollywood naciente, donde lo contratarían para dirigir una ficción en las islas del Pacifico, específicamente en el paradisiaco Tahití.

“Hollywood no estaba muy seguro de Murnau porque era gay, y dijeron okey, te mandaremos para allá, pero la condición para hacerlo es que ira otro director a ayudarte, el frío y sabio Flaherty”.

“En cuanto empezaron a trabajar juntos inmediatamente empezó la pelea, el choque de dos manera distintas maneras de ver el cine, y  creo que al final Murnau se impuso un poco como la estrella que era”.

Al final Tabú, la cinta que resultó  del choque, revela mucho más desde la ficción de la identidad del pueblo maorí de 1930, que lo que pudo haber revelado un documental”.

“Murnau fue a vivir físicamente su película, no solamente a escalar una montaña y desde ahí poner una cámara y firmarlo todo. Quizá  tuvo sexo durante la filmación, no lo sé. Pero lo cierto es que veía las cosas más en carne viva que lo que Flaherty pudo haberlas analizado. FW Murnau no era un puritano”.

Del amor maldito en su cine que se convierte ya sea en el amor condenado por el paso de los días de Nenette y Boni (1996)  o el más psicópata y misántropo de Sangre caníbal (2001) la cineasta y guionista dice que al amor le gusta abordarlo de manera simple.

“No trato de inventarme grandes historias de relación de pareja. La única vitamina para una historia de amor es  el deseo, y nada más”.

De Buen trabajo (1999) una de sus películas más internacionalmente reputadas, lo primero que suelta es que uno de sus protagonistas, Denis Lavant (protagonista también de Los amantes del puente nuevo y de un videoclip del grupo UNKLE en el que un vehículo que lo atropella se parte por la mitad) “es un actor muy teatral”.

Dice que el personaje torturado de Lavant, un  sargento enamorado en secreto de un joven soldado (Gregoire Colin) de quien para yo no seguirlo amando prefiere procurar su destrucción, su creadora asegura que es cualquier cosa menos un sádico.

“Mi primera idea para hacer la película no vino de adaptar la novela de Herman Melville, Billy Budd. Vino del llamado de un canal de televisión en Francia que me pidió dirigir una película acerca de que era ser un extranjero dentro de un punto de vista filosófico”.

“La condición fue que no  usara doctores, enfermeras o periodistas, de personajes. Pensé que podía ser un sacerdote pero no estaba segura, entonces recordé algo que dijo  Jean Luc Godard”.

“Que si te ofrecen un comercial no lo dudes y ve a filmar de lo que se trata el producto, si te ofrecen un comercial del refresco  Canadá Dry (seco) pues entonces ve a filmarlo en Canadá,  en tiempo de secas”.

“Así que se me ocurrió la legión extranjera, un invento francés de Napoleón. Que entrenan y viven en condiciones muy duras, en un escenario agreste y desierto, la costa este de África, que además  fue parte de mi infancia”.

“La historia original de la novela de Melville,  Billy Budd,  tiene una concepción muy británica, que trata sobre los celos que le produce la juventud de un marinero a un capitán amargado. Tome la historia  y solo use su música”

“En  Billy Budd  el proceso contra el marinero es muy importante .En  la película a diferencia de la novela el joven soldado no es asesinado ni colgado. Aquí es el tipo malo el que al final se suicida”.

Del final de la cinta, el baile desgarbado, frenético y de recuerdo indeleble del personaje de Lavant, con facha de genial improvisación,  la autora cuenta que siempre estuvo en el script original, era la escena previa a la que el personaje mencionado acaba dándose un tiro al corazón

“En la sala de edición me encontré con Lavant, empuñando el arma mientras las venas de sus brazos reventaban, y me dije no, eso esto no puede terminar así. Y  le dije al editor vamos cambiar las cosas y dejemos que la escena del baile sea el final”

“Adicionamos cosas que no venían en el guion, le quitamos el uniforme al sargento y lo dejamos en traje negro con camisa blanca, porque el personaje en ese momento está bailando su propia muerte”

“Con Denis decidimos que esa escena no se iba a ensayar, que el resultado lo daría la música  y el actor. La filmamos en el último día de filmación, en un club vacío, a una sola toma. Con Lavant hablamos días y días de esa toma, así que cuando llegó a ella, estaba listo para explotar”.

De los actores y actrices de sus filmes dice que todos le han gustado mucho, hasta el teatral Denis Lavant.

“Vincent Gallo, Gregoire Colin, Alex Descas, Beatrice Dalle. Son gente que forma parte de mi vida de una manera extraña, porque ellos forman parte de la mejor parte, que es dirigir películas. Cuando estoy deprimida en casa, estoy sola”.

Sobre si el terrorismo sería un tema a abordar en algún filme, recuerda que después del once de septiembre del 2001 tenía un amigo egipcio al que le preocupaba que un paisano suyo hubiera sido unos de los pilotos que secuestro un avión de pasajeros y lo estrelló contra un rascacielos.

“Al igual que él, aquel piloto suicida también había estudiado en Alemania. Mi amigo tenía miedo de lo que iba a venir después del atentado a las Torres Gemelas. Entonces platicamos acerca de escribir juntos una película al respecto, pero rápidamente nos dimos cuenta de que era un problema demasiado basto”.

“Que era y es un asunto mucho más grande que solamente un atrapen a Bin Laden, que cada día cambiaba y donde no había forma de comprender del todo la situación”

Se le pregunta si no pensaría en retomar el proyecto hoy con los recientes ataques terroristas escalonados a su Francia natal y a la cercana  Bélgica, que han cobrado ya decenas de vidas humanas.

“No lo sé, por ejemplo al Egipto de hoy ya no lo reconozco. Cuando reaccionas a ese tipo de eventos con una ficción inmediata, esta resulta débil. Te tienes que esperar a que el tiempo pase, como un boomerang que se va y va a regresar, que  la cosa se asiente y que con la distancia la escala de tu comprensión sea mucho más profunda”.

De la obligada pregunta de sus cineastas mexicanos favoritos, Denis cita a Carlos Reygadas, creador de Japón, Batalla en el cielo  y Luz silenciosa.

“Lo conocí en un festival, vi sus películas de un jalón y pensé que era un tipo muy loco, pero de repente deje escuchar de él. Me dije este tipo y yo somos tan distintos en temas como el amor, el sexo y la religión, que por supuesto me sentí muy atraída por su cine”.

Del futuro y de la futura película de la que de plano no va a hablar, la cineasta de setenta años cumplidos, responde con una pregunta de que si le preguntan eso porque la ven muy cansada, a lo que agrega que cansada siempre ha estado.

“Hay gente que le da por ponerse a enseñar lo que sabe, yo no estoy para darle clases a nadie. Yo prefiero filmar”.

De la evolución que ha experimentado su cine en casi treinta años de existencia, después de once largometrajes y cinco cortos, Denis pone cara de que la pregunta le parece una pesadez y asegura  que al respecto “no hay ninguno”

“No soy una persona darwiniana, sigo siendo la misma. Siempre con problemas de dinero para filmar”.

“No es que me sea más fácil filmar ahora que cuando empecé, es solo que la gente ahora cree más en mi a la hora de autorizar un presupuesto”.

Veinte minutos antes del término de la entrevista  una joven y guapa mujer ha interrumpido el  momento al acercarse a saludar al traductor barbón ojo verde, quien su vez le ha presentado a la cineasta. Denis se ha puesto de pie y le ha sonreído gustosa, desterrando de un trancazo su acostumbrada  melancolía.

Ha visto sus aretes de mariposa y le ha dicho que son hermosos, le ha enseñado el colguije de su pequeño collar que coincide con la misma forma.

“Yo también soy una mariposa” le ha expresado Claire con un gesto de genuina y sincera emoción. Quien diez segundos después ha visto ver partir a la joven mujer y regresado a la entrevista y otra vez a guardarse el dolor de su propia melancolía.

Parece que la verdad  y el alma del cine de Claire Denis se traducen también a su propia vida.