Demoliendo torres

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Rodrigo Islas Brito/RIOaxaca.

Oaxaca de Juárez. El imperio yuppie del tener y  tener y no sentir nada más que lo que compraste y arrebataste con el sudor de una millonaria y canalla especulación financiera, conoce su cruz expresa de mea culpa y responso emocional en Demolición (EUA, 2015)

La historia de la deserción del mundo ejecutivo transnacional de un nuevo viudo que al mirar hacia atrás y contemplar a su esposa muerta, se da cuenta de que también muerta estaba su vida.

Jake Gyllenhaal, el Donnie Darko original, no abandona su racha de papeles extraños en la que lo mismo ha interpretado a un reportero carroñero psicópata (la genial Nightcrawler, 2014) que a un policía explosivo con peinado de pastor pentecostés (Prisioneros, 2013), que a un boxeador ególatra que por un mazazo de mala suerte termina aplicando un regreso a la Rocky Balboa con toque slasher (Revancha, 2015).

En esta ocasión es Davis, un experto en negocios que al sobrevivir a su esposa en un choque en un crucero, cae en cuenta de que la chamba exitosa que le dio su poderoso suegro mogul del sueño americano (un Chris Cooper resucitado y en plena forma) ahora lo fastidia.

Que la casa hermosa, el refrigerador  lujoso y la computadora con las últimas innovaciones de las que no sabe ni para que funcionan, hoy ya no significan nada. Davis empezara entonces un espontaneo proceso de demolición interna y externa, buscando equilibrio en la fractura de todas sus certezas.

Como lo hiciera hace 48 años El nadador (Frank Perry, 1968) interpretado por el legendario Burt Lancaster, cuyo ejecutivo epitome del American Way of Life,  nadaba por las lujosas piscinas de sus vecinos ricachones en la búsqueda de esa ruina moral y social que se le escondía, pero de la que sabía que formaba parte absoluta.

La sensibilidad del cineasta nacido en Montreal, Jean Marc Vallee da mucha luz sobre este nuevo recuento del abismo ejecutivo. El autor de la libremente juguetona C.R.AZ.Y (2005, recuento de la relación amor odio entre una familia nuclear y su hijo homosexual)  se ha convertido en Hollywood en un especialista del encargo de personajes limítrofes.

Ya sea con la biografía de un vaquero de rodeo macho, homofóbico y enfermo de sida que encuentra en el vuelo de un enjambre de mariposas el chance para no morir en el mundo (Dallas Buyer Club, 2013)  o la road movie sobre una exploradora que haya en el subir veredas y montañas la manera de hacer las paces con un pasado en el que nunca fue a ningún lado (Wild, 2014), el franco canadiense se ha significado como una apuesta segura para esas historias de ritmo contemplativo, en el que las respuestas se dan al principio y las preguntas tardan una hora y media en ser dibujadas  (cuestión que los modernos espectadores hijos de Netflix y Stranger Things podrían calificar de aburrida).

Demolition, trae también el regreso de Naomi Watts a papeles interesantes, vía Karen Moreno,  una obsesa madre soltera de hijo adolescente lepero y closetero, que encuentra en Davis la balanza a su drama solitario.

Siendo un gran acierto del guion original de Brian Sipe, el no recetar entre los dos la clásica historia de amor tipo un clavo saca a otro clavo, sino el mantenerlo todo dentro del registro de acompañamiento y comprensión, que además del sexo, debe ser una delas conexiones que más seres humanos buscan en esta era de salir a la calle a buscar pokemomes.

Demolition se atreve a lo que el cine Hollywood hoy ya no apuesta más, a ofrecer una película sobre personajes que parten de un lado, y que el camino a cruzar esa larga calle mental llamada vida, le van sucediendo cosas.