El Financiero.
Ciudad de México. Envueltos en frazadas grises, niños inmigrantes, algunos de 10 años, intentan entrar en calor al lado de una fogata en un depósito abandonado cerca de la principal estación de tren de la capital serbia, Belgrado.
Hambrientos, en la miseria y con frío, con frecuencia son visitados por hombres serbios que ofrecen pagarles por sexo, sabiendo que algunos están tan desesperados que harán cualquier cosa para sobrevivir.
“Ellos vienen aquí y apuntan a los más tontos”, dijo Navid, un adolescente de 16 años de Afganistán, quien no quiso dar su nombre real al igual que otros menores entrevistados por la Fundación Thomson Reuters.
“Preguntan cuánto dinero necesitan. Pagan y se los llevan, pero les hacen cosas malas”, relató, y añadió que algunos hombres ofrecen hasta dos mil dinares serbios (17 dólares) para tener sexo con los menores.
Ali, amigo de Navid, dijo que no culpa a los niños por vender su cuerpo para sobrevivir. “Se duermen con hambre durante noches. Está frío, no tienen nada, ni dinero y sienten que tienen que hacerlo”, dijo el adolescente afgano de 16 años mediante un traductor.
Cientos de niños inmigrantes llegaron a Serbia desde el año pasado, viajando durante meses para escapar de los conflictos y la pobreza en Afganistán, Pakistán, Irak y Siria.
Como Ali, muchos están varados en Serbia sin poder continuar el camino hacia Europa Occidental debido a la nieve y las fronteras cerradas, tras haber gastado casi todo su dinero en contrabandistas.
Niños inmigrantes en Serbia
Unos siete mil 700 inmigrantes viven en Serbia, según la agencia de la ONU para refugiados, con mil 100 personas, mayoritariamente afganos, en galpones abandonados en Belgrado. La organización Save the Children estima que un 10 por ciento son menores solos. La entidad no tiene reportes de niños migrantes vendiendo sexo en el país.
Ali dijo que su viaje hasta ahora le ha costado nueve mil 500 euros (10 mil 40 dólares) y que fue golpeado por contrabandistas en Bulgaria, obligado a comer hojas y beber agua sucia para sobrevivir. Navid, el hijo mayor en su familia, contó que huyó a Europa en busca de una vida mejor después de que ataques suicidas devastaran su pueblo natal en el noreste de Afganistán.
Los dos adolescentes dijeron que el galpón era su única opción porque temían ser deportados si buscaban refugio en centros estatales para inmigrantes.
Pese al traumático viaje que le ha hecho temer por su vida, Ali dijo que pretende usar un contrabandista para llegar a Calais, en Francia, y seguir camino a Gran Bretaña.
“Quiero tener una vida allí y continuar mi educación”, afirmó el adolescente. “Espero poder llegar a mi destino a salvo, si Dios quiere”, añadió.