En Chalchihuitán se respira el miedo y vive la desposesión en 4 mil desplazados

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La Jornada.

No creemos que la negociación sirva todavía. Apenas ayer echaron bala en Pacanam, el problema no ha terminado, dice una mujer tzotzil en el refugio establecido en la cabecera de este municipio. La rodean, expectantes, otras mujeres y numerosos niños en una escena que se repite constantemente. Aunque empiezan a recibir alimentos, cobijas y juguetes por parte de la Cruz Roja Mexicana, las carencias son totales.

Despojados de sus casas y cultivos, perdieron pertenencias, robadas o quemadas por pobladores armados del vecino municipio de San Pedro Chenalhó que los obligaron a huir a balazos desde el 18 de octubre para refugiarse Chalchihuitán adentro, lejos de la franja territorial en disputa, una lucha que en dos meses ya cobró al menos once vidas, nueve de ellas por enfermedad y fragilidad extrema.

El estado de indefensión de los desplazados de Chalchihuitán se antoja total. Por eso reiteran en los diferentes campamentos que visitó La Jornada no podemos regresar, siguen los disparos. Aunque el pasado 21 de diciembre representantes de los municipios en conflicto se reunieron en San Cristóbal de Las Casas con autoridades federales y estatales y llegaron a ciertos acuerdos de distensión, los desplazados no confían.

El gobierno no hace nada cuando nos están matando y ahora dice que ya no hay problema, que nos van a repartir ayuda. Orita yo tengo hambre. Así estamos todos, con niños y abuelitas. Allá en la casa quedó todo nuestro pollo, lo perdimos hace dos meses, refiere Vicente Pérez Gómez, representante de Tzomolton, que tiene contabilizadas 423 personas de su comunidad en el refugio de una bodega, unos toldos de plástico y varas.

La actual crisis humanitaria entre este, oficialmente uno de los municipios mas pobres del país, y Chenalhó, obedece a un conflicto territorial que data de 1976 y que hace un mes alcanzó su momento más álgido en 40 años. El 18 de octubre un grupo armado procedente de Chenalhó atacó Chen Mut, quemó nueve casas y asesinó a Samuel Luna Girón. Entonces y en los días siguientes, unas 7 mil personas, la tercera parte de la población del municipio, abandonó sus casas y parcelas. Un censo oficial estima que hoy son cerca de 4 mil los desplazados de Chenalhó.

El 3 de diciembre Raymundo Luna Pérez, de 17 años y también de Chen Mut, ingirió deliberadamente el herbicida paraquat y falleció el día 17.

Una brigada médica que recorrió los albergues esta semana describe que los indígenas buscaron refugio ante los disparos de arma de fuego que aún durante nuestra estancia pudimos escuchar; la población se concentra en lugares estratégicos de sus pequeñas comunidades, en espacios como la cancha deportiva o algún templo, para luego por la noche subir a la montaña y así protegerse de una posible agresión. La necesidad de buscar refugio en la montaña, a la intemperie, más las lluvias y las bajas temperaturas propias de la región, agudizaron las enfermedades en las vías respiratorias.

Según la brigada médica de Salud y Desarrollo Comunitario y Casa de la Mujer, fueron el frío, el hambre, el aislamiento, la incertidumbre, el temor y la omisión de las autoridades gubernamentales, sumados a una población que vive en pobreza extrema, los determinantes de las muertes.

Las comunidades desplazadas total o parcialmente por el conflicto son: Pom, Kanalumtik, Tzolmonton, Cruztón, Chen Mut, Tulantik, Bejelton, Cruz Kakanam, Bololchojón. Existen nueve campamentos en Chalchihuitán..

En los bordes de Kanamultic se pueden ver casas quemadas y baleadas con armas de grueso calibre. En un amplio recinto de lona y plástico en el centro del poblado, Marcela Luna Girón, hermana de Samuel, el indígena asesinado, cuenta en tzotzil cuándo empezaron los balazos y cómo lleva dos meses de andar sufriendo.

Apenas este viernes los desplazados comenzaron a recibir alguna ayuda gubernamental, mientras desde Majumpepentic, Chenalhó, hasta el día de hoy les disparan cada tarde para impedirles retornar a sus viviendas repartidas entre los cafetales.

Mencionan que salen disparos de la casa de Miguel Silla Pérez. Otros tiradores identificados son Antonio Pérez y, en Fracción Polhó, Fernando Ruiz. Todavía anoche se escucharon detonaciones desde Pechiquil, uno de los poblados que en 1997 era base de paramilitares. Veinte años después aún lo es.

Los de Chenalhó no les tienen ni miedo a los soldados, no los van a desarmar, comenta Juana Pérez, a quien robaron dos puercos, 30 gallinas y todo lo demás. Salió corriendo con lo que hoy trae puesto. No ve posible ir a cosechar el café, ahora que es el tiempo para ello. Una joven que traduce a las ancianas y carga un bebé comenta: Sus armas son más poderosas. Aprendimos a reconocer. Las nuevas truenan distinto, como explosión.

Estos refugiados no saben aún que el gobierno ofrece tabletas a cambio de las armas a sus agresores. Sin pecar de cínico, uno puede preguntarse qué es más codiciado aquí en estas hondonadas, ese aparato o un arma de alto poder.

En las cabeceras de ambos municipios se observa una febril actividad de decenas de trabajadores de Protección Civil que llevan ayuda, pero nada indica que el problema esté resuelto. Las neumonías y diarreas, el frío, el miedo y la desposesión reinan en Chalchihuitán.