Moisés MOLINA
Parto de una cosa cierta: las elecciones en México son hoy más “incluyentes” que nunca. Los progresos de las cada vez más elaboradas estrategias de campaña –bondadosas o perversas, así han obligado que sean.
Hoy, hasta los venezolanos han sido invitados a nuestro festín sexenal y algo más grave: según lo revelado hace algunas horas, un ciberataque norcoreano detectado oportunamente por los gobiernos mexicano y estadounidense.
Que hay datos duros de sobra, es cierto. Pero solo los dos ejemplos anteriores obligan irrebatiblemente a reconocer los logros del gobierno de Enrique Peña Nieto y la consolidación de México como una nación estratégica en el contexto global. Más allá de los PUESTOS de gobierno, en la elección de este año está en juego el PROYECTO de nación.
Bien que mal, hasta hoy, México ha sido un actor políticamente soberano en el concierto de las naciones. Los principios juaristas y la doctrina Estrada todavía suenan y siguen presentes en el inconsciente colectivo. Apenas hoy, el Secretario de Gobernación develó sendo busto de Benito Juárez en el frontispicio de su oficina: grande, airoso, para que todos lo vean. Ese acto lleva una fuerte carga interpretativa a unas horas de que deje la Secretaría. Creo que así terminará siendo para dar el siguiente paso de su disciplinada declinación.
Tomemos a guisa de ejemplo a la potencia número uno del planeta. ¿Imaginan ustedes cuando se confirme oficialmente (quizás dentro de varios lustros) lo que ya es un secreto a voces?: Que fue Vladimir Putín el que hizo lo que solamente un milagro habría logrado.
Y es que la política nacional o global es el reflejo por excelencia de nuestra degradación moral. Nadie se salva.
Las elecciones se ganan con votos y los votos se ganan con percepciones o con dinero. Las percepciones las forman los medios de comunicación o para ser más precisos los comunicadores por las cada vez más diversas vías y técnicas (siempre innovando, siempre perfeccionando; el arte de mentir o el arte de decir la verdad… su verdad, al menos, que en muchos casos es una bien intencionada verdad equivocada).
¿Qué percepciones estamos recibiendo los electores mexicanos? Y ¿Qué cantidad de percepciones son las que diariamente nos bombardean? “Bombardean” no es un término al aire; hace mucho tiempo que las elecciones mexicanas son guerras y no procesos. Nota sensacionalista y no análisis.
Los “tiempos de elegir” son, por unos días, un pandemoniun institucionalizado donde mejor cabe la máxima de que las reglas se hicieron para romperse. Y antes que las leyes están rotas las biografías, toda clase de supuestas virtudes cívicas y morales; donde no existen historias solamente de bronce tal cual nos las presentan, sino también de basura.
Todo, absolutamente todo lo que es noticia (lo que todos los medios y comunicadores CONVIERTEN en noticia) tiene una intencionalidad electorera. Asistimos al México donde se ha enseñoreado la mercantilización de los medios y de los mediático.
Por ahí pasa también la inclusión “total” de la que hablamos al principio.
Cabe Javier Corral con su séquito de resentidos (Ruiz Healy dixit) e “hipócrita” (Javier Lozano dixit) llorando lo que más bien parece ser un tema técnico-jurídico que le vino de maravilla al histriónico gobernador de Chihuahua para golpear al PRI; cabe el mismo Senador Lozano que hoy renuncia al PAN y va al nada barato noticiero radiofónico de más audiencia en el país con el “teacher” López Dóriga para acabarse todos los calificativos del diccionario, (dignos, dicho sea de paso) dirigidos contra el “dictadorcito” candidato presidencial de la alianza de la hipocresía Ricardo Anaya.
Cabe también el candidato de la esquizofrenia presidencial con sus tan obvias estrategias del auto golpeteo y autoconmiseración sin importar poner en riesgo la integridad física de quienes sorda y ciegamente le siguen al abismo. Sinceramente sin más partido que el de la razón yo no votaría por un candidato que promete cosas que de llegar a ser presidente por su puesto no hará, sin poner en riesgo la seguridad económica y hasta la soberanía de nuestro país. ¿Por qué jugar con la GUARDIA NACIONAL?¿Por qué jugar con el Estado Mayor Presidencial?¿Por qué jugar con nuestras fuerzas armadas y nuestra fuerza aérea?
Cabe también Pepe Meade a quien lo único que yo le podría aducir es esa tecnocracia que como adamantium le inyectaron en los huesos. Basta leer ell título y algunas notas de su tesis doctoral.
Las encuestas están más inestables que nunca. Por citar la de Mitofski, uno es el resultado por partido; otro por coalición y uno diferente por candidato.
También caben los independientes. ¿A dónde van a llevar su voto? ¿A quién le van a restar?
Vienen más definiciones.
Lo que es una posibilidad preocupante es que en aras del poder podríamos tener por primera vez en nuestra historia un Presidente con menos del 30 por ciento de los votos de los mexicanos. De ese 60 o 70 por ciento que sí va a votar.