La Jornada.
Ciudad de México. La contaminación provocada por los residuos del hidrocarburo en el manto salinero de 246 hectáreas, luego de una fuga de la Monoboya número 3, de Petróleos Mexicanos (Pemex), registrada por el terremoto del pasado 7 de septiembre mantiene en zozobra y desesperación a 150 productores de sal de la “Sociedad Cooperativa productora de sal costa de Marqués”.
Para este mes los productores ya debieron realizar la “quiebra de la sal”, proceso manual que realizan con el apoyo de palas en el manto salinero. No lo han hecho y eso ocasionará una pérdida de la cosecha del “oro blanco”, como conocen a la “sal”, sea de 70 por ciento, esto es: 10 mil toneladas de sal y una pérdida económica de 12 millones de pesos.
Los más de 150 salineros son originarios de la agencia municipal de Salinas del Marqués que pertenece al puerto de Salina Cruz y viven de producir sal natural que llaman “oro blanco”. No reciben desde hace más de 20 años subsidio del gobierno federal.
“La moneda está en el aire”, aseguran los socios de la cooperativa salinera. Indican que Pemex no ha respondido a la denuncia que presentaron ante la Procuraduría General de la República (PGR) el pasado 29 de diciembre, para exigir un dictamen “serio y profundo” del manto salinero.
“Ni Semarnat y mucho menos la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA) acudieron a revisar la contaminación que hizo Pemex. Estas dos dependencias no están al servicio de la sociedad mexicana sino del gobierno y por eso denunciamos ante la PGR, para que Pemex y las autoridades mexicanas se hagan responsables de esta contaminación de hidrocarburo que afectó los mantos salineros y la producción de camarón y otras especies marinas”, expresó Raúl Antonio Gallegos, productor de sal y representante de la cooperativa salinera.
“Esto es una verdadera cochinada”, reclamaron los productores que, para salvar el 30 por ciento de la producción acondicionaron el segundo manto salinero, denominado “El Colchón”, de 59 hectáreas.
Víctor Manuel Garfías Osorio, secretario de administración de la cooperativa, y Rey David Jiménez Talín, trabajador de la salinera desde hace más de 30 años, mostraron cómo el agua de mar con residuos de hidrocarburo sobrepasó la barricada de mil 500 costales de arena que colocaron en la última escollera, por donde se ingresa al manto salinero que consta de cuatro estanques.
“El agua contaminada entró al manto principal y esa es nuestra preocupación: no podemos poner en riesgo la salud de la sociedad. Nuestros clientes año con año compran el oro blanco para uso farmacéutico, ganadero y personal. No podemos venderlo si existe una contaminación”, indicó.
En el nuevo manto acondicionado, llamado “El Colchón”, los salineros esperan poder cosechar tres mil toneladas de sal. Se espera una “pérdida” en la producción de sal y del empleo de 300 trabajadores que anualmente viven de la cosecha. Ahora sólo contratarán a familiares o los mismos cooperativistas cosecharán el mineral.
Esta cooperativa desde hace 20 años no recibe subsidio del gobierno federal; ellos mismos, por “tradición y herencia de sus ancestros”, se organizan cada año para cosechar la sal. Producen alrededor de una tonelada e invierten 800 pesos; el producto lo venden en mil 100 pesos. Sus ganancias son mínimas.
Al trabajador le pagan 270 pesos por tonelada; éstos realizan la quiebra de la sal con una pala, después la dejan secar al sol por una semana, enseguida la juntan y envasan en sacos de polietileno.
En la época de cosecha, las trabajadoras y trabajadores ingresan a los mantos descalzos. Esa es la tradición de cosechar el mineral. La jornada laboral matutina se efectúa de 6 a 9 de la mañana, y de 15 a 19 horas, en la tarde noche.
“Para cosechar la sal no tenemos equipo básico: lo hacemos con los pies y descalzos. Se aguantan altas temperaturas, tomamos la pala y extraemos gruesas capas de sal, Juntamos todo a la orilla del manto salinero, se deja secar dos días y finalmente se llenan los sacos hasta juntar una tonelada. De eso hemos vivido siempre aquí”, expresaron.