Por eso México no es campeón

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Proceso.

Ciudad de México. Siempre que veo jugar a la Selección Mexicana me extraña lo poco que tiene del fervor y del hambre frecuentemente asociados al futbol latinoamericano.

El Tri, como se le apoda a la Selección nacional, exhibe un buen nivel técnico, pero muchas veces sus jugadores andan correteando por ahí, como si fueran niños bien, carentes de pasión, según también los reprendan con frecuencia los comentaristas mexicanos de futbol.

Tal vez la explicación sea sencilla: ¡Niños bien es exactamente lo que son!

Los pilares de las exitosas selecciones de Brasil, Argentina, Colombia, Uruguay y Chile han sido, por generaciones, chicos nacidos en la pobreza, desde Pelé hasta Neymar Jr, desde Diego Maradona hasta Sergio Agüero, desde Faustino Asprilla hasta Juan Cuadrado, desde Héctor Castro hasta Luis Suárez, y desde Iván Zamorano hasta Alexis Sánchez.

Casi todos los seleccionados mexicanos, en cambio, provienen de hogares acomodados.

“En México, la Selección es territorio vedado para los que venimos del 50% más pobre (del país)”, cuenta el corpulento y risueño defensor central Max Montealegre, de 28 años. Juega en las ligas semiprofesionales de talacheros, en donde termina la mayoría de los talentos futbolísticos de familias pobres, en vez de estar en la máxima serie profesional, la Liga MX. Él está en camino a su tercer partido del día.

Cada fin de semana Max circula en su viejo automóvil entre estadios de pueblos, canchas asfaltadas y de tierra para ganarse unos 600 pesos por partido. Talacheros es como se les conoce a los futbolistas como él. Son todo un fenómeno en México. Estos jugadores son contratados para integrar equipos de cada pueblo o de cada barrio popular. Los más demandados ganan arriba de 15 mil pesos por encuentro. Sin embargo, la mayoría tiene también un empleo regular, como es el caso de Max, técnico en computación.

“Muchos de nosotros teníamos el anhelo y el talento para llegar a ser profesionales, pero nos faltó la plata”, dice mientras da vuelta su carro sobre tierra arada, rodeada de matorrales de cactáceas en las afueras de Tula, un pueblo en el árido estado de Hidalgo, cuna del futbol mexicano. Es que se había perdido. En medio de su maniobra lo llama por celular un entrenador.

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“No, no alcanzo a jugar más partidos hoy,” contesta. “Pero te voy a mandar a otro. Sí, sí, sí que es bueno, tranqui. Es alto y fuerte. El Caballo, lo llamamos.”

Según un estudio estadístico, realizado por la organización Data 4, de 2006 a 2016, 10% de las ciudades más ricas de México proveyeron 88% de los jugadores de la liga profesional del país; en cambio, el 90% más pobre de México produjo sólo 12% de los futbolistas profesionales.

“Dicho de otro modo, de las 214 ciudades con mayores ingresos del país salieron mil 176 de los mil 335 futbolistas que durante ese periodo fueron registrados en la máxima categoría del futbol mexicano”, señala el estudio que analizó datos de población, ingresos y diversas medidas de desarrollo.

No es de extrañar, por tanto, que las ligas de talacheros estén compuestas, principalmente, por jugadores de clase obrera.

Según el documental Talacheros FC (México, 2017), dirigido por Gabriel Villegas y Mariano V. Osnaya, para Canal Once y el Colectivo Muchitos Locos, esas ligas patito mantienen un nivel impresionante en algunas localidades.

¿Pero, entonces, por qué no producen superestrellas de la categoría de un Mundial? El gran delantero de la Selección, Javier Chicharito Hernández (máximo goleador en la historia del Tri, con 49 anotaciones en 101 partidos), viene de una familia acomodada y es –al igual que los dos hermanos del equipo, Jonathan y Giovani Dos Santos– hijo de un exfutbolista profesional. Son pocos los seleccionados mexicanos en tiempos recientes que hayan crecido en la pobreza.

Según Max, eso se debe a un muro de separación entre las ligas de los pobres y las ligas profesionales.

Luego de pasar por chimeneas oxidadas y flameantes de Petróleos Mexicanos, Max se desvía de la autopista para seguir por un estrecho camino montañoso hacia una cancha ubicada en un valle.