La X en la frente: La pequeña mayoría

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Moisés MOLINA

Comencemos por los datos duros y en números cerrados para facilitar la comprensión.

En México y en el extranjero somos 89 millones de mujeres y hombres con la posibilidad de votar.

De ellos, solo 45 millones y medio votamos para elegir a nuestro Presidente de la República.

24 millones de mexicanos votaron por AMLO y esos votos le bastaron para ganar la elección.

43 millones de ciudadanos no fueron a votar.

Y de los que sí fuimos, 21 millones y medio no votamos por Andrés Manuel López Obrador.

Votamos por Ricardo Anaya, por José Antonio Meade, por Margarita Zavala (aunque dichos votos se hayan contabilizado como nulos), por el bronco, por candidatos no registrados y cuentan también quienes simple y llanamente anularon su voto (votaron, pero lo hicieron por “nadie”).

Es decir, de 89 millones de Mexicanos con capacidad y posibilidad de elegir, solamente 24 millones votaron por López Obrador; el 26 por ciento de los Mexicanos con credencial de elector en el bolsillo.

Que AMLO hizo puré a todos sus adversarios, no está en duda;

Que MORENA ganó (salvo dos) todas las gubernaturas en juego y la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, es un dato elocuente per se;

Que se adueñó de la Cámara de diputados y del Senado de la República, ni duda cabe;

Que barrió con los congresos de los estados donde estos se renovaron, nadie lo cuestiona.

La manera en cómo funciona nuestro sistema representativo lo hizo posible. Aquí se gana o se pierde por un solo voto y Morena ganó por muchos. Vamos, no hubo siquiera lugar a impugnaciones y los presidenciales perdedores salieron, como nunca en la historia moderna de nuestro sistema político,  apresuradamente a reconocer, más que su derrota, el triunfo de López Obrador.

La indolencia de esos 43 millones que no fueron a votar jugó a favor de los 24 millones que sí fueron y lo hicieron por Obrador, pero están en muy buen tiempo para rectificar.

¿Qué movió a esos 24 millones que le entregaron prácticamente todo (5 de 5 o 6 de 6 votos), no tanto a MORENA como a López Obrador, a votar?

Explicaciones van y vienen, pero es mi deber opinar y personalmente sostengo que el voto por AMLO fue la síntesis del HARTAZGO y la ESPERANZA.

Probablemente son los dos únicos referentes del imaginario colectivo inmunes a cualquier tipo de campaña negra.

Y es que ríos de tinta corrieron advirtiendo el grave riesgo y los peligros inminentes de llevar a López Obrador al poder.

Más que campañas negras eran sesudos y argumentados esfuerzos por tratar de hacer entrar en razón a esos indecisos que (demostrado está) no existieron.

Me atrevo a decir que quienes votaron por Obrador, estuvieron de principio a fin, convencidos no solo de votar, sino de hacer activismo y vigilar la elección.

El único peligro para esa “pequeña mayoría” era el “fraude electoral”, cualquier cosa que por ello entendiera cada cual.

Por ello había que mostrar los dientes al vecino que tímidamente se atrevía a expresar su simpatía por alguien que no fuera AMLO.

Buena parte de esos 24 millones, como nunca en la historia de México, fueron más que votantes. Se erigieron en una policía, en una “guardia civil” dispuesta a imponer como fuera y a como diera lugar su voluntad, su verdad.

Qué gran paradoja. La democracia sufrió un permanente atentado contra varios de sus valores intrínsecos comenzando por la tolerancia.

Si no me cree, pregunte entre sus vecinos.

El ejército de AMLO ahí sigue; triunfante, soberbio, intolerante, hiriente. #LadyChampagne es el epítome de esta novela de embriaguez.

¿Y esos 65 millones de Mexicanos que no fueron a votar o que no votaron por AMLO?

65 millones contra 24 millones suenan a una mayoría más que calificada. Pero ¿por qué no se siente?

¿Por qué a estas alturas del pos parto esos 24 millones de obradoristas parecen 89 millones?

En pos de respuestas hurgo entre la última Encuesta Nacional de Cultura Política y Prácticas Ciudadanas para obtener referentes que nos puedan servir libres de polvo y paja.

Dicha encuesta estuvo a cargo de a cargo de la SEGOB y el INEGI, motivo por el cual su metodología no puede ponerse en duda.

La última ENCUP es de 2012 (desconozco los motivos por los cuáles la encuesta no se realizó ni una sola vez durante el sexenio del Presidente Peña), pero es otra cosa que le tendríamos que reprochar. Probablemente su realización hubiese aportado luces al gobierno de México aún en funciones para orientar sus políticas, al menos en materia de comunicación política. Este fue finalmente el talón de Aquiles del peñismo.

En seis años, las actitudes de los mexicanos respecto de la cosa pública no pudieron variar sustancialmente. Es por ello que comparto con ustedes nueve conclusiones reveladoras:

  1. Ocho de cada diez ciudadanos perciben la política como un tema muy complicado o algo complicado.
  2. 65 por ciento de los ciudadanos entrevistados declararon tener poco interés en la política.
  3. Seis de cada diez ciudadanos ven a la democracia como la forma de gobierno que más prefieren.
  4. El 76 por ciento de los ciudadanos eligieron a la televisión como el medio de comunicación al que acuden con mayor frecuencia para enterarse de lo que pasa en política.
  5. En cuanto a la confianza institucional, las instituciones (valga la redundancia) mejor evaluadas son: médicos, iglesia, maestros, ejército, televisión y los militares. Y los peor calificados: sindicatos, diputados, senadores, partidos políticos y la política.
  6. Sobre la idea que tienen los ciudadanos del rumbo que lleva el país, 64 por ciento contestó que el país no va por el rumbo adecuado. (Sensiblemente en seis años este porcentaje aumentó).
  7. Sobre la necesidad que tiene nuestro sistema político de contar con partidos políticos, un tercio de los encuestados los percibe como poco o nada necesarios.
  8. Ocho de cada diez ciudadanos está de acuerdo o muy de acuerdo en que el ejercicio del voto es el único mecanismo con el que cuentan para decidir si el gobierno hace bien o mal las cosas. (Quizás es por ello que, independientemente del alto grado de abstencionismo, quienes sí votaron, lo hicieron mayormente para castigar al gobierno de Peña Nieto).
  9. Tres cuartas partes de los ciudadanos entrevistados dijeron sentirse muy orgullosos de ser mexicanos.

Si se me pidiera resumir estos nueve puntos en una frase, mi frase sería: déficit de ciudadanía.

Respetuosamente creo que México aún no es una democracia madura.

Los niveles de abstencionismo siguen siendo altos y los ciudadanos no podemos decir que se ocupan por mantenerse informados. Tenemos un electorado que se pregunta más de lo que se responde y que calcula sus decisiones con los instrumentos de medida de las emociones.

México sigue votando con el corazón. Y en esta ocasión el corazón rebosante de esperanza decidió ir con un caudillo para acabar providencialmente con la corrupción, origen de todos los males de la Patria.

La Patria necesitaba un salvador y no podía ser otro. El justiciero de los 18 años en campaña permanente que sigue prometiendo cual émulo de Juárez, la cuarta transformación del país.

Demasiado pretencioso. Son, en estricto orden,  la Independencia, la Reforma, la Revolución y López Obrador.

Pero la luna de miel se está acabando mucho antes de levantar la mano y poco a poco todas esas altas expectativas se van erosionando.

El Sr. Presidente tiene que llegar a su toma de protesta con los ánimos apaciguados. Es por ello que con cada nuevo anuncio matiza lo que con todas sus letras se llama mentir, incumplir lo que prometió en campaña. Le acaricia cabeza y lomo al tigre. Él lo iba a soltar, él lo mantendrá amarrado.

Lo he dicho y lo sostengo. Lo único que va a cambiar sensiblemente es la clase política dominante. La que parte y reparte.

La nomenklatura de Morena es de cuño del viejo PRI. Repasen los nombres, comenzando por el de Andrés.

Y aún así es una nomenklatura muy reducida.

Un aparato tan gigantesco como el Poder Ejecutivo Federal y los congresos de la Unión y de los estados necesita de políticos profesionales (que no es lo mismo que “los mismos de siempre”). México urge de mujeres y hombres ejemplares versados en la toma de decisiones, en el ejercicio profesional de la política.

¿En manos de quien hemos dejado nuestro Leviatán?

En manos de una nueva clase política mayormente improvisada: “el mijis”, Sergio Mayer, #LadyChampagne, por citar solo tres ejemplos. El país está infestado de ellos. Un electorado desencantado por un lado y harto por el otro los empoderó sin tomar en cuenta que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente.

Y si me pregunta por los pocos políticos de carrera, a las honrosas excepciones las preceden figuras como Layda Sansores, Ricardo Monreal, Marcelo Ebrard, Napo, Fernández Noroña peleándose con Germán Martínez et al.

Nos hemos preguntado ¿por qué pretende AMLO desaparecer las delegaciones federales de los estados y nombrar en su lugar a un solo coordinador de programas federales para cada entidad federativa?

No es para garantizar la transparencia y austeridad en el gasto público, evitando los dispendios a manos de un cuerpo de delegados federales corruptos.

En el fondo es para centralizar. Eso de mover el asiento de las Secretarías de Estado de la Ciudad de México a los estados, es atole con el dedo.

Tengámoslo presente desde ahorita: la obsesión de AMLO es el control y si para ello tiene que ir en contra de la constitución lo va a hacer, lo está haciendo.

Está en vía de consolidar las condiciones políticas e institucionales para poder reformar la Constitución.

Y si las cosas siguen según el plan, Nancy Ortiz será la vicegobernadora de Oaxaca con el control absoluto de todo el dinero de todos los programas federales. Le rendirá cuentas, como sus homólogos de los demás estados, única y exclusivamente al Presidente de la República de nombre Andrés Manuel López Obrador. Ni SEGOB, ni Hacienda tendrán vela en el entierro.

¿Y sabes cuál es su currículum? Presidenta estatal de MORENA en Oaxaca.

Golpe final a la meritocracia.

¿Podrá con tanta responsabilidad político administrativa? No le deseo el mal y por el bien de Oaxaca espero que sepa estar a la altura de esa enorme responsabilidad.

Podríamos estar presenciando el nacimiento de una nueva regla no escrita: la próxima candidatura de MORENA a la gubernatura quedará entre la vicegobernadora y el Senador de la República.

Nancy Ortiz contra Salomón Jara o Susana Harp.

¿Hemos tomado conciencia de por qué tanto interés de AMLO en proteger a Gómez Urrutia? Porque ya está proyectada lo que será la nueva Secretaría de Minería y Napo seguramente renunciará a su escaño para dirigirla.

Hay que releer a Gaetano Mosca para entender el momento político actual. El hilo conductor de todas las acciones de AMLO tienden al exterminio de los contrarios. Y nuestra gente sedienta de sangre lo ve con naturalidad. Su hartazgo le impide ver más allá de su nariz, y no juzgo a nadie.

Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen.

Aunque ya lo haya dicho la otrora voz autorizada del altermundismo mexicano, el Subcomandante Marcos, hoy Galeano:

“Podrán cambiar al capataz, los mayordomos y caporales, pero el finquero sigue siendo el mismo”.

En tanto el PRI, el PAN y el PRD resuelven qué harán con sus respectivas hojas de vida, trabajo que les mantendrá ensimismados, ¿qué hacer por el país?

Mi deseo es que los líderes de opinión, legisladores en funciones, organizaciones no gubernamentales, activistas y ciudadanos con el suficiente valor civil comiencen a construir el edificio de una oposición responsable, imprescindible en todo régimen democrático.

No se trata de oponerse a ultranza. Se trata de cuidar y defender lo que tanto ha costado construir y consolidar, y que es digno de preservarse.

¿Un ejemplo? La reforma educativa.

Vigilemos a nuestros próximos gobernadores (comenzando por el de Morelos) diputados, Senadores y presidentes municipales. ¿Les entregamos un cheque en blanco?

Entendamos que en esta como en cualquier otra campaña nos dijeron justamente lo que queríamos escuchar y que la promesa fácil e irresponsable tiene piernas cortas y se convierte en mentira.

No restamos el mérito de las buenas intenciones de AMLO.

Muchas cosas apuntan a la convicción de tener un mejor país: contra la corrupción, contra los excesos del poder, a favor de las libertades ciudadanas, en dirección de la austeridad, entre varias otras cosas impulsadas y cabildeadas desde ahora por nuestro próximo Presidente.

Pero respecto de aquellas por las que realmente votó la gente y hasta algunos ingenuos delincuentes, ya nos lo dijeron en cadena nacional:

La gasolina no va a bajar.

No habrá Ley de Amnistía.

El avión presidencial no se va a vender.

El Estado Mayor Presidencial no va a desaparecer.

El aeropuerto se queda donde está.

No habrá fiscalía autónoma.

El ejército no regresará a los cuarteles.

21 millones y medio, cifra nada deleznable, de ciudadanos contantes y sonantes votamos en contra de López Obrador.

Nuestro papel no debe agotarse con el sufragio. Necesitamos, junto con esos 43 millones que no votaron, hacernos presentes con respeto, con tolerancia, sin mala fe, pero con toda la determinación necesaria en este cruce de caminos.

Para cuando los partidos noqueados superen la cuenta de diez, probablemente ya será demasiado tarde.

Por eso si votaste por Anaya, sostenlo con orgullo.

Si votaste por Meade, que no te dé pena decirlo.

Si tu voto fue para el bronco, no te sonrojes.

Si le fuiste fiel a Margarita hasta el último segundo, sigue defendiendo todo aquello que la mantuvo en la boleta.

Si anulaste tu voto, dale sentido esa forma legítima de expresión.

Si no votaste, reivindícate. Participa, opina, organízate.

Somos más quienes no votamos por AMLO, y sin que eso quiera decir que le deseamos el mal, pongámosle ceros a ese cheque en blanco que otros entregaron en nuestro nombre.

Aceptabilidad de la derrota no implica desentendimiento, desdén, complacencia ni servilismo.

Somos una oposición de, al menos, 21 millones y medio.

La cuarta transformación no la puede llevar a cabo un solo hombre ni una nomenklatura de una reputación tan dudosa como la que no termina de irse.

Comparte este texto. Hagámosla posible informada e inteligentemente.

Hagámosle un bien al próximo Presidente para que –como él lo desea- pase a la historia como un buen Presidente de México.

Si ha de ser con el crecimiento, desarrollo, progreso y felicidad del pueblo de México de por medio, que pase a la historia como el mejor.

México nos necesita a todas y a todos hoy más que nunca.

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@MoisesMolina