Carta a Joaquín Sabina

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Admirado Joaquín Sabina:

En el pueblo, después del 7 de septiembre del 2017, ya nada es igual. El terremoto y sus
innumerables réplicas me obligan a preguntarte: ¿Dónde está ese “bulevar de los sueños rotos”, por donde “pasan de largo los terremotos”?

Y como en tu canción, también “fue en un pueblo con mar”, tres noches después de la luna llena y muchos pensamos que el susto duraría “lo que duran dos peces de hielo en un güisqui on the rocks”, pero no…, ¡”todo pasó de repente”! “…Y nos dieron las doce, la una y las dos” y algunos desnudos los sorprendió la luna desesperados en la calle.

Y luego vinieron “las más de cien mentiras”: El fin del mundo, el juicio final, etcétera, pero lo que más impactó fue que venía “por el bulevar de los sueños rotos” “el tsunami de un mar hecho de mujer” que acabaría con todo el pueblo, entonces nos dimos cuenta “que ser valiente sí sale tan caro” y “que ser cobarde no vale la pena…” pues mucha gente huyó a otras desgracias, al encuentro con la nada, gastando lo que no tenían y llorando penas que no eran…

De esa manera, Joaquín, “el barrio donde habito es un desolado paisaje”; mi gente y yo estamos refugiados en la “calle melancolía” y esperamos el “tren interminable” para mudarnos “al barrio de la alegría” pues aquí hemos perdido todo, hasta la cuenta de las réplicas de los sismos y ya llegamos a los 365 días…

Aquí, también “el verano acabó y el otoño duró lo que tarda en llegar el invierno” y el terremoto siguió, “como si el destino nos quisiera gastar una broma macabra” y es que nadie se imaginó que ese día sería “otro jueves cobarde”, “sin amores rotos de casualidad”, pero se rompieron muchas cosas: Las ilusiones, las casas, la tranquilidad y las esperanzas… ¿Cómo olvidar “ese jueves que regaló lastima por todos los rincones” del Istmo?

La gente desesperada le rezó hasta a “la virgen del pecado” y otros se preguntaban dónde estaba “el hijo de un Dios” que nunca les escuchó; como era casi “a media noche”, yo creo que estaba con ella, “entre dos curvas redentoras”, en el lecho de “la más prohibida de todas las frutas” pues ya sabemos que “nunca le cobró, la Magdalena…” y así, nos quedamos “más solos que la luna”, viendo al cielo en busca de una respuesta; de hecho los evangelistas aún no definen si el terremoto fue una obra de Dios o del diablo, pero que para el caso es lo mismo: además fueron los primeros en salir huyendo. Ellos, que tantos nos insistían en prepararnos para el juicio final. Por cierto, mis hermanos en desgracia y yo quisiéramos saber qué quiso decir el galileo con “…BIENAVENTURADOS LOS POBRES, POR QUE DE ELLOS ES EL REINO DE DIOS” Pues no se vislumbra ni reino, ni Dios.

Mira Joaquinito, dijo Chavela, después del 7 de septiembre del 2017, “tenemos el mal de la
melancolía, la sed y la rabia” “tenemos naufragios soñados en playas”, “tenemos heridas y coronas de espinas”, “proyectos que se marchitaron, crímenes perfectos que no cometimos y un alma en oferta que nunca vendimos…” Pero la desgracia nos permitió conocer a “pobres exquisitos y a ricos miserables, Quijotes y Sanchos, Babel y sodoma”. De allí es que podemos unir nuestras voces a la tuya: “Qué puñal contra el olvido…”, “Malditos sean los tiranos…, malditas las medallas del desgobierno…” Pues conocimos gente que pudiendo ayudar, nos jodió, otros que no pudiendo, aprovecharon la ocasión, vimos rateros sin pudor, el criticón, el abusador, en fin…, el sismo hizo que se cerrara hasta “el bar de la esquina” y entonces nos convertimos en verdaderos desafortunados.

Pero también vimos la “justicia divina” que refiere Facundo Cabral, “…engañando y robando a la gente del pueblo” un presidente se hizo de una casa, pero el terremoto se la tiró e imaginándome al tío Pedro de Facundo, lo vi sentado arriba de los escombros cuando pasó el vecino y le dijo: “Qué pasó Facundo, ¿se cayó la casa?” y éste le contestó: “No, la desarmé para limpiarla, pendejo…”

En fin, Flaco Bendito, el maquillaje no ha sido suficiente para apagar las penas y las risas se esfumaron por las rendijas de las nostalgias; por un tiempo, se suspendieron “las noches de bodas”, las “lunas de miel” y las fiestas del pueblo. Al caer la noche hemos llegado a pensar que “cada cena sea la última cena” pero entre esas penurias, desolaciones y tragedias, la Magdalena del pueblo (Brosa le decimos aquí, por aquello de que se prende rápido), siguió trabajando de manera normal en “habitaciones ventiladas” pues las paredes se cayeron. Es decir, que “las amarguras no son amargas” aunque ya no las cante Chavela Vargas.

En este torbellino de calamidades, donde parece que la tierra nos hace bailar al ritmo de la danzade la culebra y el sapo, nos hace mucha falta el buen José Alfredo; no sólo como centinela de nuestras penas, sino también para preguntarle ¿Dónde está ese “rincón cerca del cielo”? que debe ser el mismo donde “no haya justicia, ni leyes, ni nada…” Obviamente ni sismos.

Y ni siquiera sospechamos de lo que iba a pasar en esa fatídica noche, pues la misma gente le ha dado la espalda a la naturaleza… Con el tiempo fuimos olvidando los consejos del abuelo y no nos percatamos de que en la tarde de ese 7 de septiembre el cielo tenia las nubes quebrantadas, señal clara de que iba a temblar, la mayoría miraba la televisión y los teléfonos celulares, ese aparatito “quita tiempo” que tú tanto aborreces, Joaquín.

En el pueblo nadie se dio cuenta que los cerdos corrían de un lugar a otro con los pelos erizados presintiendo la catástrofe. ¡Nadie, absolutamente nadie!

Por eso nos agarró desprevenidos, convirtiendo al pueblo en “una sala de espera sin esperanzas” y en la desesperación y la incertidumbre, parafraseando a “San Pablo panza de buda”, el de “20 poemas de amor y una canción desesperada”, “mi voz buscaba el viento para tocar tu oído”, y preguntarte: ¿Dónde está el “bulevar de los sueños rotos”, donde “pasan de largo los terremotos”?

Ya han pasado los 19 días y 365 noches, nos faltan 135 para las 500…, y quizás muchas más. Esta es nuestra triste realidad: “los sueños rotos”, esperanzas muertas y calles llenas de melancolías. Hasta los niños se preguntan “¿Quién me ha robado el mes de abril?” y en espera de una respuesta, ríen “como llora Chavela….”

Agradezco mucho la gentileza de tu atención, admirado Joaquín, me despido con afecto y
reconocimiento.

Juan Cruz Nieto Posdata:

¡“No es que esté triste, carajo, es que me acuerdo…”!

Aclaraciones:
a) Las palabras entrecomilladas son fragmentos de versos de Joaquín Sabina, José Alfredo Jiménez y Pablo Neruda.

b) Lo que menos quiero es deberles por derecho de autor.