La X en la frente: Yeidckol ¿El llamado de dios?

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Moisés MOLINA

Yeidckol anda como chivo en cristalería.

La presidenta nacional del hoy partido hegemónico es presa de un severo síndrome de incontinencia verbal.

¿Soberbia, impericia, novatez, indolencia o egocentrismo? No sé usted –amable lector- qué piense.

Parece que Polevnsky está peleada con la vida. Ante tantos pendientes en la agenda nacional que bien podrían comenzar a solventarse desde MORENA, su presidenta sigue abriéndole frentes al lopezobradorismo no solamente con la oposición, sino con los de casa.

Y es que cuando se dice MORENA, no se dice Yeidckol… se dice López Obrador.

No saben el daño que le hicieron con el chisme que le llevaron sus diputados electos. Es más, pareciera que le hubiesen puesto un “cuatro”.

¿En qué benefician a MORENA, a Andrés Manuel, a Oaxaca y a México las acusaciones sin sustento de Yeidckol al gobernador de Oaxaca?

¿Qué pretendía al acusar a Alejandro Murat de “meterse a querer tomar decisiones” en el Congreso del Estado?

¿Qué pasó por su cabeza cuando acusó y juzgó también a todos los diputados locales de querer aprobar “al vapor” iniciativas, a quienes además amenazó con denunciarlos?

La señora no tiene más pruebas que su dicho y evidentemente en su guerra nadie gana, solo su ego.

Por el momento los diputados panistas ya le dijeron “autoritaria y golpista” y los perredistas le reprocharon en tribuna sus amenazas.

Yeidckol vive (quizás desde su cambio de nombre) en el paroxismo redentor. Es la mujer caudillo, “el llamado de dios”, una suerte de Evita que tiene a su AMLO por Juan Domingo.

La puesta en escena va de acuerdo al guión: de la cuarta transformación o el primer populismo.

Dice el punto uno del decálogo: “No hay populismo sin la figura del hombre providencial”. Ella es la mujer providencial.

Por eso Yeidckol ha perdido totalmente la dimensión. Va y viene; sube y baja; obsesiva de los medios, busca mostrarse. Es el centro de su propio universo.

No es una dirigente partidista; como política es una reina de circo. Su república es MORENA… la república amorosa.

Todo cabe en MORENA y por ello quiere acapararlo todo.

Su visión del ejercicio de la política es patrimonialista.

Todo cuanto tenga el hierro de MORENA es su patrimonio personal incluidos gobernadores, legisladores y presidentes municipales.

Es la vicaria de AMLO en la tierra.

Por ello la “advertencia” de Yeidckol Polevnsky al gobernador de Oaxaca debe verse como un síntoma natural de una personalidad trastornada y debe tomarse de quien viene.

De un momento a otro AMLO, como lo hizo con Muñoz Ledo y Noroña, jalará la rienda.

“Ella es presidenta de un partido y yo soy el gobernador de todos los oaxaqueños. Le deseo éxito en la grilla pero yo hago gobierno”. Esta fue la decorosa respuesta de Alejandro Murat. El gobernador le dio la importancia que merecía a su improvisada perorata. Ni más, ni menos.

Yeidckol un día califica como extraordinario procurador a Raúl Cervantes, otro día nos dice que Alejandro Gutiérrez es un preso político, al siguiente mete en un brete al congreso de Hidalgo y después se lanza contra Cuauhtémoc Blanco y llama “españolete” a su asesor en jefe.

Esa es Yeidckol. No solo habla; también escribe atropelladamente. No piensa antes. Primero escribe… primero habla.

“Si nos unimos los corruptos no podrán contra nosotros”, escribió en su cuenta de twitter el 26 de junio. Su desprecio por los signos de puntuación acompaña quizás a su desprecio por las ideas, los argumentos y la razón.

 

Opina aquí y allá. Total, al igual que su alter ego, tiene el mismo discurso preparado para toda ocasión: “honestidad, austeridad, beneficio para el pueblo…”.

Yeidckol no sabe qué pasa en Oaxaca, ni en Morelos, ni en Chihuahua, pero da lo mismo. Ella opina. Más ahora que tiene patente de corso después de haber sido electa por un año más.

Es Yeidckol quien derriba los puentes que AMLO ha estado tendiendo, principalmente con gobernadores electos y en funciones.

Desperdicia y cancela con ello la oportunidad histórica de trascender.
Se está perdiendo en un árbol, siendo tan grande el bosque.

@MoisesMolina