Proceso.
Ciudad de México. Por ser una “práctica supersticiosa” y contraria al mandamiento del “no robarás”, la Iglesia católica en México reprobó totalmente el culto al Santo Niño Huachicolero, el cual surgió en Puebla y ya empieza a extenderse entre los huachicoleros de otros estados del país, quienes a través de este santo buscan “protección divina” para sus actividades de robo de gasolina.
Añadió, enfático:
“Para empezar, este culto atenta contra el mandamiento cristiano del ´no robarás´, un precepto básico en la Iglesia católica. Es también contrario a todas las leyes civiles, que prohíben el robo. … En fin, atenta contra el más elemental sentido ético”.
Valdemar consideró que el culto al Santo Niño Huachicolero es todavía “más grave” que el culto a la Santa Muerte o al delincuente sinaloense Jesús Malverde, pues en estos dos –con arraigo también entre la delincuencia—no son imágenes sagradas las que se veneran.
“Pero aquí ya estamos hablando de la veneración a una imagen sagrada: la de Jesús niño. Esto es gravísimo”, dijo.
En efecto, el Santo Niño Huachicolero es un Niño Dios que sostiene en una mano una manguera para extraer gasolina, la cual está conectada a un bidón de plástico. Su imagen es muy similar a la del Santo Niño de Atocha que se venera en Zacatecas, sólo que éste sostiene un báculo y un ramo de flores.
La veneración al Santo Niño Huachicolero empezó a hacerse más patente en 2016, en el estado de Puebla, concretamente en el llamado Triángulo Rojo de esa entidad, que abarca los municipios de Tepeaca, Tecamachalco, Quecholac y Palmar de Bravo.
Las bandas de huachicoleros poblanos empezaron a encomendarse a esta imagen en busca de protección divina. Luego, el culto empezó a propagarse a otras entidades, al grado de que en algunos tianguis y mercados se comenzó a dar la demanda de este novedoso Niño Dios con su atuendo huachicolero, sobre todo para la festividad del día de la candelaria, del 2 de febrero.
“Desde hace algunos años comenzó a darse este culto en el estado de Puebla. Sobre todo en las zonas de la arquidiócesis de Puebla y de la diócesis de Tehuacán. Más que de la blasfemia, este culto es producto de la ignorancia. Ya es hora de ponerle un alto”, concluyó Valdemar.