El País
El agua podría provocar una enorme catástrofe, aún mayor que el fuego, en el incendio de Notre Dame de París. La catedral de León, que ardió en 1966, se salvó precisamente porque se evitó verter agua sobre la piedra, explica Javier Ribera Blanco, catedrático de Historia y Restauración Arquitectónica y subdirector del Instituto de Patrimonio Cultural.
Según el historiador, es preferible dejar arder la madera y la pizarra de Notre Dame que rociar los nervios con agua, porque la piedra absorbe la humedad, aumenta el peso y podría desplomarse todo el conjunto. “En León pasó lo mismo hace cincuenta años. El cantero dio la voz de alarma, se evitó mojar la piedra y la catedral se salvó”, explica este lunes.
Ribera Blanco recuerda que la cátedra parisina fue restaurada en 1830 por Eugène Viollet-le-Duc, quien reconstruyó las techumbres y la aguja central con un recubrimiento de pizarra que imitaba el antiguo tejado. “Está ardiendo el cimborrio, que es una de las partes que Viollet-le-Duc restauró y donde se podía ver un conjunto escultórico de los 12 apóstoles subiendo hacia el cielo y donde el mismo restaurador se incluyó porque era un ególatra”, indica el catedrático.
Según el historiador, el valor de la catedral de París es “incalculable”. “Es la identidad de los franceses. Es la catedral de los reyes de Francia, que tras la Revolución pasó al pueblo. Es una fuente de recursos económicos fantástica dado que es el gran modelo del gótico francés”. El catedrático recuerda que junto a las de Chartres y León conforma el gran trío del gótico europeo.
Para Ribera Blanco, el fuego puede acabar también con las vidrieras, que son en un 60% originales. “El fuego derretirá el plomo que las une y estallarán si las llamas no son controladas a tiempo”. El especialista cree que lo que está más en peligro es el coro, que está en medio de la nave, así como el trascoro que da al exterior. “En ellos hay numerosas esculturas y retablos renacentistas de gran valor”, apunta.