Trump condena el racismo, pero evade toda responsabilidad

0
181

La Jornada

Ciudad de México. El presidente Donald Trump se vio obligado ayer a denunciar lo que él mismo ayudó a fomentar: la violencia racista y terrorismo de supremacistas blancos. Aunque en sus primeros comentarios en persona sobre los dos tiroteos masivos de este fin de semana que sacudieron a este país condenó las ideologías de odio, se negó a aceptar responsabilidad alguna en lo que ya muchos califican de grave problema de terrorismo doméstico de nacionalistas blancos en Estados Unidos.

En una voz, nuestra nación debe condenar el racismo, la intolerancia y la supremacía blanca. Estas ideologías siniestras tienen que ser derrotadas. El odio no tiene lugar en Estados Unidos, declaró en la Casa Blanca, donde leyó de manera seca y sin gran emoción un texto preparado.

Fue notable que Trump y su equipo decidieran que esta vez era políticamente necesario condenar la supremacía blanca y el racismo, algo que casi nunca sucede. Pero el presidente no aceptó ninguna responsabilidad por los dos años de sus propios mensajes festejados por nacionalistas blancos, neonazis y antimigrantes. Tampoco ofreció ninguna propuesta para imponer controles mínimos sobre las armas de fuego; algo que una abrumadora mayoría de estadunidenses favorece, según encuestas, y que legisladores demócratas han promovido en proyectos de ley que se encuentran estancados en el Congreso por la oposición republicana.

De hecho, el presidente declaró que la culpa en este fenómeno de tiroteos masivos no son las armas, sino Internet y las redes sociales. Estos canales, afirmó, ofrecen una avenida peligrosa para radicalizar mentes perturbadas y realizar actos dementes, obviamente sin referirse a cómo él y su régimen han utilizado a estas avenidas para propagar mensajes racistas y antimigrantes.

También responsabilizó a los juegos de video violentos y a las enfermedades mentales por este tipo de actos (algo que es falso: expertos han concluido que no hay tal vínculo entre enfermedad mental o violencia en videos con tiroteos masivos).

Descartó que las armas sean parte del problema. La enfermedad mental y el odio jalan el gatillo, no la arma, sostuvo.

Poco después, la Asociación Nacional del Rifle –cuyos puntos en este debate eterno repitió Trump– elogió el mensaje presidencial.

Agrupaciones a favor del control de armas criticaron la respuesta, al señalar que otros países también tienen videos violentos, redes sociales y problemas de salud mental, pero que Estados Unidos es único en el mundo avanzado –y aun a nivel internacional– que tiene el problema de frecuentes tiroteos masivos (más de uno cada día en promedio) y permite a sus residentes un acceso increíblemente fácil a las armas.

La matanza en El Paso, Texas, el sábado, cuyo saldo subió a 22 muertes y más de dos decenas de heridos, seguida unas 13 horas después con otro tiroteo masivo en Dayton, Ohio, con nueve muertos y otros 27 heridos, continúa sacudiendo al país, incluida la clase política.

Aunque aún no se ha detectado el motivo del tiroteo de Dayton (el responsable, otro joven blanco, murió), en el caso de El Paso, Patrick Crusius, de 21 años, dejó en claro su motivación. Anunció por escrito poco antes que su acción era en respuesta a la invasión hispana de Texas, repitió frases del vocabulario de Trump, y se reporta que luego de su captura por policías comentó que su propósito era matar tantos mexicanos como fuera posible.

Por ello, las autoridades indicaron que estaban considerando el delito como un crimen de odio racial y como un atentado de terrorismo doméstico.

De hecho, en sus comentarios, Trump envió condolencias de nuestra nación al presidente Andrés Manuel López Obrador, y a todo el pueblo de México por la pérdida de sus ciudadanos en el tiroteo de El Paso.

Una y otra vez, críticos señalaron, después de los atentados en El Paso y Dayton, que Trump ignoró las advertencias de que sus palabras estaban invitando a la violencia de esta naturaleza y rehúsa reconocer que los crímenes de odio y actos de terrorismo doméstico vinculado con la supremacía blanca se han incrementado durante su presidencia, según datos de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI).

Muchos recordaron que durante las últimas semanas Trump había intensificado sus ataques abiertamente racistas contra legisladores federales minoritarios y sus comunidades, acusándolos de traición y repitiendo sus frases favoritas sobre la invasiónde inmigrantes latinoamericanos, vocabulario usado por el atacante de El Paso.

En mayo, recordaron otros, en medio de un mitin político en Florida, Trump preguntó: ¿Cómo podemos parar a esta gente?, en referencia a los migrantes, y uno de sus fanáticos gritó: disparen contra ellos; el presidente respondió sólo con una risita.

Mientras sus raíces modernas anteceden al gobierno de Trump por varias décadas, el nacionalismo blanco ha obtenido una legitimidad general durante el periodo de Trump en el puesto, escribió ayer en su editorial el New York Times al argumentar que el país tiene que enfrentar el problema de terrorismo de nacionalistas blancos tanto aquí como a escala internacional. Recomienda que debe ser atacado de la misma manera e intensidad como se ha hecho contra los terroristas islámicos radicalesdesde el 11-S.

Vale reportar, en este contexto, que este lunes Cesar Sayoc, ferviente fanático del presidente, quien envió dispositivos explosivos a críticos y opositores de Trump en 2018 –incluyendo a Barack Obama, George Soros, CNN, Hillary Clinton, varios legisladores federales demócratas, y el actor Robert de Niro–, fue sentenciado a 20 años de prisión. Sus abogados habían argumentado que, como fanático seguidor de Trump con problemas mentales, la retórica del presidente contribuyó al comportamiento de Sayoc.

Después de dos años de declaraciones sobre el grave peligro, incluso de terrorismo, que representan los inmigrantes que invaden Estados Unidos, con el atentado en El Paso resulta que el peligro real en este país son hombres angloestadunidenses nutridos por la retórica de odio, nacionalismo blanco y antimigrante del régimen actual en Washington.