Excélsior
Rosario Piedra Ibarra emerge en el escenario constitucional de la defensa de los derechos humanos como una figura disruptiva.
Ninguno de los esquemas convencionales conocidos desde la creación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) en 1992 se aplican en su llegada a este organismo autónomo.
Piedra Ibarra es víctima. El 18 de abril de 1975, su hermano menor dos años y medio que ella, Jesús Piedra Ibarra, desapareció en el contexto de la llamada Guerra Sucia, igual que otras 500 personas, por las que desde el Comité ¡Eureka! ha demandado justicia por décadas.
Desde entonces, la mujer —originaria de Monterrey, Nuevo León— se considera “una activista social, que quiere luchar por el bien de este país”. Cuarenta días antes de ser elegida por el Senado como nueva titular de la CNDH, Piedra, a la cabeza de un grupo de familiares de personas desaparecidas, se plantó frente a Palacio Nacional para conmemorar 41 años de la primera huelga de hambre por los desaparecidos, del 28 de agosto de 1978, y de paso para demandarle al presidente Andrés Manuel López Obrador una comisión de la verdad, “no solamente para conocer el paradero de Jesús, sino que se esclarezca el paradero de todos los de ese momento y de los desaparecidos de la época de Calderón y Peña Nieto, de esas violaciones tan graves”.
Es la primera mujer electa por el Senado de la República que encabezará la CNDH a partir del próximo sábado 16 de noviembre. El martes anterior debe tomar protesta, aunque existe la amenaza panista de evitarlo, bajo la sospecha de la inexistencia de dos votos.
No es abogada de profesión, sino sicóloga, maestra en sicopedagogía, profesora de educación especial. Está vinculada al partido en el poder, el cual fundó López Obrador, Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
Participó en tres elecciones para diputada por el Distrito 10 en Nuevo León (2006, 2015 y 2018) y en ninguna llegó al Congreso.
A diferencia de sus siete predecesores —incluida su paisana Mireille Roccatti—, que obtuvieron experiencia en la defensa de las garantías individuales estudiando procedimientos legales de corte internacional, Piedra Ibarra se curtió en marchas y mítines, gritando “¡dónde están, donde están, nuestros hijos dónde están!”, y desafiando al poder político, corriendo antes de ser alcanzadas por las botas y los toletes represores.
La lucha de Rosario Piedra Ibarra es una herencia directa de su madre, doña Rosario Ibarra de Piedra, quien no ha parado de buscar a su hijo Jesús. Pero ahora Piedra Ibarra empieza a escribir su propia historia.
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La mayor parte de la vida de la nueva ombudsperson la ha dedicado a buscar a su hermano Jesús, a quien ella recuerda vívidamente, pues por la corta diferencia de edades fue con quien más convivía, y sobre él dice, “era un joven alegre, entusiasta, que le gustaba estudiar, le gustaba divertirse, leer todo lo que era común en los jóvenes de aquel entonces”.
Igual que doña Rosario, ella lleva colgada del cuello, como homenaje, una fotografía de Jesús Piedra, a quien las autoridades del Estado señalaron como integrante de la Liga Comunista 23 de Septiembre.
Rosario Piedra Ibarra tiene 68 años de edad, está casada y tiene tres hijos varones. Se jubiló trabajando para la Secretaría de Educación Pública.
La nueva titular de la CNDH narró a Excélsior que doña Rosario “supo que me iba a postular, que me iba a registrar como aspirante, lo consensué con ella y con el resto de compañeros del Comité. Me dijeron que si quedaba, iba a ser de gran ayuda, no sólo para nuestra lucha, sino para muchas otras causas”.
Lo que Rosario Ibarra de Piedra le dijo a Rosario Piedra Ibarra una vez que el Senado la eligió fue “lo que siempre nos ha dicho: que tenemos que seguir en esta lucha hasta saber… esclarecer el paradero de nuestros familiares, en este caso de su hijo, de mi hermano, y de los demás desaparecidos, porque es un compromiso que hemos hecho con todas las madres del Comité, con todos los familiares, de cuando llegue a faltar una de ellas, vamos a continuar luchando todos por todos”.
Además de la pasión por el activismo social que ha desarrollado, Rosario Piedra tiene otras. Una de ellas es el cine, “soy cinéfila, el buen cine me fascina, sobre todo el cine francés”.
Otra de sus pasiones es la lectura. A ella le interesen los libros de divulgación científica. Su profesión de sicóloga le impone y le gusta leer sobre el tema, pero no de cualquiera, sino de autores no ortodoxos, aquellos que han hecho investigaciones etnográficas. Uno de sus autores favoritos es Oliver Sacks, neurólogo británico.
Me gustan muchos las novelas negras, todo ese thriller, lo policiaco, eso me encanta, se me hacen muy entretenidas, mantengo el interés en toda la lectura”, dijo Piedra Ibarra y comentó que sus preferidos son autores de países nórdicos, “creo que las condiciones climatológicas influyen en cómo son los escritos, creo que eso de estar recluidos en el frío les permite estar más tiempo elucubrando toda la trama”.
También le gusta la literatura de la premio Nobel Doris Lessing, “me parece una escritora magnífica”. Aprecia los textos de Carl Sagan y Stephen Hawking, a los que agrega los de sus cercanos Elena Poniatowska y Paco Ignacio Taibo.
Y las novelas, por supuesto. “Porque cuando es una buena novela a veces se aprende mucho de la historia de un país o de lo que sucedió en determinada época, y eso es lo que tiene Doris Lessing”.
Rosario Piedra Ibarra tiene muy claro la responsabilidad de tener en distinto orden las mismas palabras de su madre, una luchadora de reconocimiento mundial (candidata a la Presidencia de México, nominada al premio Nobel de la Paz, reconocida en el Congreso mexicano con las medallas Eduardo Neri y la Belisario Domínguez).
Por lo mismo, no puedo poner en mal el nombre de mi madre, y de ninguno de los familiares de los desaparecidos y de ningún ciudadano en este país. Obviamente, no me quiero comparar con ella; ella es mi inspiración, mi ejemplo, pero ella es ella, y ella va a ser inigualable. Yo tengo mi propia identidad”, expresó Piedra Ibarra.