Comprueban científicos que el yoga fortalece el cerebro

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La Jornada

Los científicos han sabido durante décadas que el ejercicio aeróbico fortalece el cerebro y contribuye al crecimiento de nuevas neuronas, pero pocos estudios han examinado cómo el yoga afecta el cerebro. Una revisión de la ciencia ha encontrado evidencia de que el yoga mejora muchas de las mismas estructuras y funciones cerebrales que se benefician del ejercicio aeróbico.

La revisión, publicada en la revista Brain Plasticity, se centró en 11 estudios sobre la relación entre la práctica del yoga y la salud del cerebro. En cinco de los estudios participaron personas sin antecedentes en la práctica del yoga en una o más sesiones por semana durante un período de 10-24 semanas, comparando la salud del cerebro al comienzo y al final de la intervención. Los otros estudios midieron las diferencias cerebrales entre las personas que practican yoga regularmente y las que no.

Cada uno de los estudios utilizó técnicas de imágenes cerebrales, como resonancia magnética, resonancia magnética funcional o tomografía computarizada de emisión de fotón único. Todos involucraban Hatha yoga, que incluye movimientos corporales, meditación y ejercicios de respiración.

“A partir de estos 11 estudios, identificamos algunas regiones cerebrales que aparecen constantemente, y sorprendentemente no son muy diferentes de lo que vemos con la investigación sobre el ejercicio”, explica Neha Gothe, profesora de kinesiología y salud comunitaria de la Universidad de Illinois, quien dirigió la investigación con la profesora de Psicología de la Universidad Estatal de Wayne Jessica Damoiseaux.

“Por ejemplo, vemos aumentos en el volumen del hipocampo con la práctica del yoga”, explica Gothe. Muchos estudios que analizan los efectos cerebrales del ejercicio aeróbico han demostrado un aumento similar en el tamaño del hipocampo con el tiempo, añade.

El hipocampo está involucrado en el procesamiento de la memoria y se sabe que se reduce con la edad, recuerda Gothe, y “también es la estructura que primero se ve afectada en la demencia y la enfermedad de Alzheimer”.

Aunque muchos de los estudios son exploratorios y no concluyentes, la investigación apunta a otros cambios cerebrales importantes asociados con la práctica regular de yoga, señala Damoiseaux. La amígdala, una estructura cerebral que contribuye a la regulación emocional, tiende a ser más grande en los practicantes de yoga que en sus compañeros que no practican yoga. La corteza prefrontal, la corteza cingulada y las redes cerebrales, como la red de modo predeterminado, también tienden a ser más grandes o más eficientes en aquellos que practican yoga regularmente.

“La corteza prefrontal, una región del cerebro justo detrás de la frente, es esencial para la planificación, la toma de decisiones, la multitarea, pensar en sus opciones y elegir la opción correcta –apunta Damoiseaux–. La red en modo predeterminado es un conjunto de regiones cerebrales involucradas en el pensamiento sobre el yo, la planificación y la memoria”.

Al igual que la amígdala, la corteza cingulada es parte del sistema límbico, un circuito de estructuras que juega un papel clave en la regulación emocional, el aprendizaje y la memoria. Los estudios también han encontrado que los cambios cerebrales observados en las personas que practican yoga están asociados con un mejor rendimiento en las pruebas cognitivas o medidas de regulación emocional.

El descubrimiento de que el yoga puede tener efectos similares en el cerebro al ejercicio aeróbico es intrigante y merece más estudio, avanza Gothe. “El yoga no es de naturaleza aeróbica, por lo que debe haber otros mecanismos que conduzcan a estos cambios cerebrales –cuestiona–. Hasta ahora, no tenemos la evidencia para identificar cuáles son esos mecanismos”.

Gothe sospecha que mejorar la regulación emocional es una clave para los efectos positivos del yoga en el cerebro. Los estudios relacionan el estrés en humanos y animales con la contracción del hipocampo y un peor rendimiento en las pruebas de memoria, por ejemplo, añade.

“En uno de mis estudios anteriores, estábamos analizando cómo el yoga cambia la respuesta al estrés del cortisol –prosigue–. Descubrimos que aquellos que habían hecho yoga durante ocho semanas tenían una respuesta atenuada del cortisol al estrés que se asociaba con un mejor rendimiento en las pruebas de toma de decisiones, cambio de tareas y atención”.

El yoga ayuda a las personas con o sin trastornos de ansiedad a controlar su estrés, asegura. “La práctica del yoga ayuda a mejorar la regulación emocional para reducir el estrés, la ansiedad y la depresión. Y eso parece mejorar el funcionamiento del cerebro”, explica la experta.

Los investigadores dicen que hay una necesidad de más investigación rigurosa sobre los efectos del yoga en el cerebro. Así, recomiendan grandes estudios de intervención que involucren a los participantes en el yoga durante meses, relacionen los grupos de yoga con los grupos de control activo y midan los cambios en el cerebro y el rendimiento en las pruebas cognitivas utilizando enfoques estándar que permitan comparaciones fáciles con otros tipos de ejercicio.

“La ciencia apunta a que el yoga es beneficioso para la función cerebral saludable, pero necesitamos estudios de intervención más rigurosos y bien controlados para confirmar estos hallazgos iniciales”, concluye Damoiseaux.