Jorge Oropeza*
El coronavirus puso a las escuelas del mundo de cabeza. ¡Y qué bueno! Así cambiará el modelo pedagógico presencial que nos ha fallado ante las medidas de aislamiento existentes por la pandemia. Y es que, en esencia, nuestro sistema escolar sigue estando basado en la estandarización que se vive en un salón de clase. Mantiene el espíritu anticuado de la Revolución Industrial, es decir, docentes frente a grupos de alumnos y alumnas, sesiones y tareas.
Poner el aula de cabeza es otro modelo. Es cambiar a lo no presencial. Puede ser mixto o a distancia. Se trata de un esquema que se adapta a la realidad de las nuevas tecnologías y del distanciamiento. Pone forzosamente a las y los alumnos al centro, dentro y fuera del salón. Es una forma de educar en donde se simplifican ideas clave y se utilizan contenidos cortos. Aquí, primero son las tareas y luego las clases. Esto, para optimizar los tiempos y cubrir las necesidades de cada estudiante.
El aula de cabeza es un sistema pedagógico que defienden, desde hace una década, autores como Jonathan Bergmann y Aaron Sams. Y que hoy le cae como anillo al dedo a lo que vivimos en materia educativa. Y es que permite, empezando con contenidos audiovisuales que pueden revisarse una y otra vez a cualquier hora, optimizar las clases para que se aprovechen totalmente como un espacio de resolución de dudas, explicaciones prácticas y orientaciones concretas. Revisar videos e información en teléfonos inteligentes o computadoras antes de la reflexión con las y los docentes es el ideal.
Si bien en México, apenas el 70% de las personas tenemos acceso a Internet, es apremiante alcanzar este modelo autodidacta y personalizado, que promueve la investigación y que ataca las necesidades de cada estudiante. Sin duda, éste es un esquema que hoy ayudaría mucho al colapsado sistema educativo. Sin embargo, estamos olvidando al otro 30% de la población que ni siquiera cuenta con una computadora ni luz. Y es aquí en donde urge que el Estado Mexicano nos cumpla y garantice nuestros derechos humanos a los servicios básicos y a la banda ancha, es decir, el acceso universal a Internet.
*Presidente del Colegio de Profesionistas Compartir Conocimiento A.C.