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El pasado 23 de mayo el nombre de Yalitza Aparicio, la actriz oaxaqueña protagonista en la película Roma, apareció en las listas de tendencias de Twitter luego de que en sus redes sociales diera a conocer su participación como columnista del periódico The New York Times. Las respuestas a este tuit fueron desde las felicitaciones y las muestras de orgullo hasta los insultos, cuestionamientos respecto al talento y capacidad de Aparicio para actuar y escribir, e incluso insultos a su apariencia física.
Ayer el actor mexiquense Tenoch Huerta encendió un debate en redes sociales en torno a si los mexicanos eran víctimas o perpetradores de actos racistas., luego de que publicó un mensaje en su cuenta de twitter advirtiendo que aunque era importante mostrar apoyo a las protestas que ocurren en Estados Unidos, era necesario abordar y poner cara a este fenómeno que también afectaba al país.
Cuando terminen de apoyar el tan necesario movimiento antirracista en Estados Unidos podemos hablar del racismo en México?
¿O ese tema seguirá siendo tabú?
El racismo en México, a diferencia de Estados Unidos, es un problema latente pero tan arraigado a la cultura del mexicano que pasa casi desapercibido; advierte Julio Vallejo, director de la fundación Pigmentocracia, un organismo enfocado en “transformar la actual narrativa e imagen de la piel morena en México”.
“En México desde su incepción en la Independencia dijeron ‘aquí ya no hay castas, el sistema de castas se quita (…) de aquí en adelante somos mestizos, somos iguales’. Entonces se quitó la conversación, la dejamos guardada en el cajón y eso permitió que en la práctica se desarrollara de una forma muy sofisticada y silenciosa de racismo, de manera que no es tan evidente, que se confunde con clasismo, con los supuestos estándares de belleza, con la diferencia con la gente bien, porque nunca estuvo en la conversación abierta”, advierte Vallejo en entrevista con Forbes México.
Sin embargo, el racismo se palpa en los “techos de cristal” o la poca presencia de las personas de piel morena en elites políticas, académicas, empresariales e incluso de los medios de comunicación.
De hecho, el tono de piel de los mexicanos si es un factor que determina las oportunidades laborales a las que acceden, el nivel de estudios que cursan y hasta los ingresos que perciben, confirma el estudio, de acuerdo con el estudio “Por mi Raza Hablará la Desigualdad. El impacto de las características étnico-raciales en la desigualdad de oportunidades en México”.
La discriminación y desigualdad a las que se enfrentan los integrantes de grupos étnico-raciales como indígenas y afrodescendientes está relacionada, en gran medida, por pertenecer a familias con mayores desventajas socioeconómicas, apunta el estudio elaborado por Oxfam México.
Por ejemplo, la publicación detalla que el total de personas consideradas así mismas como indígenas, 26.4% no concluyeron la primaria, en tanto que del grupo que se autodescribieron como negros o mulatos se ubicaron en esta situación 23.9% y 10.7% de los considerados blancos o mestizos. En el otro extremo de este indicador, es decir, los que si concluyeron educación superior se encuentran 8.5% de la población indígena. 12.4% de negros o mulatos y 25.5% los considerados blancos o mestizos.
En gran medida los actos de racismo, advierte el director de Pigmentocracia, ocurren cuando una persona que no tiene las características físicas de las elites se “cuela” en esos círculos, como en el caso de Yalitza Aparicio.
“El racismo como construcción social, utiliza características físicas para hacer la diferenciación entre el otro y tú, entre más visible es esa característica el sistema para marginar es más eficiente. En México, el color de piel es esa variable de control, en donde la clase alta más alta tiene una identificación inmediata al que no pertenece y cuando alguien como Yalitza se filtra hacia arriba, la clase alta se vuelve loca”.
Vallejo pone el dedo en la llaga e incluso advierte que en el imaginario colectivo la vida de un niño blanco vale más que la de un indigena y pone como ejemplo una publicación que se hizo viral hace unos años en el que se denunciaba que una niña rubia con ojos verdes vendía chicles en las calles de Guadalajara.
“Todo mundo estaba indignado de que una niña de cinco años estuviera vendiendo chicles en la esquina, cuando eso lo vemos todos los días con niños indígenas o morenos y nadie hace nada”.
Abordar los temas, un buen comienzo
Pese a que este fenómeno ocurre en México desde su concepción como nación, apenas está despertando el debate acerca de la discriminación racial y debe enfocarse a una serie de políticas de reconciliación y una cultura de respeto, antes de que “mucha gente empiece a enojarse”.
“(Las protestas y disturbios en Estados Unidos) hay que ver un potencial futuro que no queremos para México y que quizá pueden pasar estas cosas, pero lo que ocurre en Estados Unidos es el resultado de un sentimiento racial acumulado y en México hay ese resentimiento cada vez más vivo, cada vez más despierto y cada vez más enojado, entonces tendríamos que empezar a ver cuando más gente empiece a despertar y esté enojada”.