El Universal
Si hay una industria que ha despuntado con gran éxito en Oaxaca esa es la del mezcal, pues el estado pasó de producir 758 mil 810 litros y concentrar 77.4% de la producción en 2011, a generar 6.4 millones de litros del destilado, que representan 90.1% del total producido en todo México en 2019, de acuerdo con el Consejo Regulador del Mezcal (CRM) en su informe de 2020.
En otras palabras, nueve de cada 10 litros de mezcal mexicano nacen de tierras y manos oaxaqueñas.
Pero detrás de esta boyante industria, en Oaxaca se esconde una actividad altamente dañina para el medio ambiente y que tampoco garantiza el desarrollo de los pueblos y comunidades originarias donde se produce, por lo que es momento de señalar que el mezcal en la entidad está lejos de ser un producto sustentable, ambiental, social o económicamente, advierte Elena Cuevas Hernández, diputada local de Morena.
Con base en el diagnóstico de la Cadena Valor Mezcal, elaborado por el Comité Estatal de Planeación para el Desarrollo (Coplade), la legisladora explica a EL UNIVERSAL que los productores de mezcal ocupan 20 litros de agua y siete kilogramos de leña por litro de mezcal, por lo que, en promedio, para cada lote de 300 litros de mezcal se requieren 6 mil litros de agua y 2 mil 100 kilos de leña
Según estos datos, aplicados a la producción reportada por el CRM, en 2011, cuando se produjeron 980 mil 375 litros de mezcal en todo el país, específicamente en los estados con denominación de origen, la estimación del uso de agua ascendió a 19.6 millones de litros. Para 2019, esta cifra se incrementó a 142.9 millones de litros de agua, pues se produjeron 7.1 millones de litros de la bebida.
En el caso de Oaxaca, la entidad pasó de utilizar 15.1 millones de litros de agua en 2011 a requerir 128.7 millones del líquido; mientras que la leña necesaria para esa producción pasó de 5.3 millones a 45 millones de kilos.
En el caso de la elaboración tradicional del mezcal, el agua se usa tanto para el riego del maguey como para el proceso de enfriamiento para destilado; mientras que la leña se usa en el horneado de las pencas.
“Podemos imaginar cuánta agua y leña se utiliza para la producción de mezcal en el estado. Algunos municipios ya están prohibiendo o controlando la extracción de leña, como es el caso de Santa Catarina Minas o Sola de Vega”, detalla la diputada.
Cuevas Hernández puntualiza que el problema es que estos dos municipios de la Sierra Sur tampoco dan alternativas que sustituyan el uso de la leña, por lo que, ante la gran demanda de la bebida, algunas marcas de mezcal de ambas comunidades están comprando de contrabando la leña, para cumplir con la demanda.
Otra de las problemáticas ambientales derivadas de esta industria, que crece a pasos agigantados, es la falta de manejo adecuado de los residuos, como el caso de las pencas, las cuales se dejan pudrir en el campo después de rasurar las piñas, y la falta de tratamiento de las vinazas que sobran después de la destilación, pues la diputada advierte que la mayoría de las veces se convierten en contaminantes del suelo debido a su alto pH.
De acuerdo con la diputada, estudios realizados por estudiantes de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO) revelan que la industria mezcalera produce efluentes altamente contaminantes denominados vinazas, que requieren tratamientos adecuados para evitar que impacten negativamente al medio ambiente.
Entre las características de estos contaminantes, como pH 3-4, elevado contenido de sólidos, alta demanda bioquímica de oxígeno, así como presencia de compuestos orgánicos recalcitrantes, está que suelen ser muy dañinas para los suelos y cuerpos de agua donde son vertidas; mientras que la emisión de partículas, gases contaminantes y residuos sólidos o líquidos dificultan el saneamiento de los ecosistemas.
A esto se suma el gas metano que producen, mismo que contribuye al calentamiento global. Para Elena Cuevas, estas son sólo algunas de las prácticas que dejan a la cadena productiva del mezcal “mal parada respecto al desarrollo sustentable”.
De acuerdo con la legisladora, existen marcas de mezcal desarrolladas por comercializadores que se encuentran muy bien posicionadas en el mercado nacional e internacional y que informan a sus consumidores que son sustentables porque siembran agaves y preservan la biodiversidad. Lo anterior, asegura, sólo se trata de una acción de control de aprovisionamiento de materia prima que todas las empresas realizan para no perder su producción.
“Sembrar maguey no hace sustentable a las marcas. Por ley, por cada agave que extraen se deben sembrar dos. Si plantan otros ocho es solamente aprovisionamiento de materia prima. Esto, en lugar de ayudar, perjudica. En las regiones oaxaqueñas donde la siembra de agave es centenaria, los estudios han mostrado que en terrenos con altas pendientes ha contribuido al creciente proceso de desertificación, lo que contradice la posición común que considera el agave como antierosionante”.
Aunque Elena Cuevas reconoce que algunos productores están cambiando prácticas, asegura que no son más que una veintena de comercializadores o promotores.
Recalca que el hecho de que una marca esté certificada no garantiza que sea un mezcal sustentable, sino que cumplió con los procesos de elaboración que establece la norma.
Pero lo ambiental no es la única dimensión en la que se observan impactos negativos, también existen en lo social y económico. Elena Cuevas asegura que son pocas las marcas que invierten en costeos para pagarles precio justo a los productores. Ante ello, expresa que es necesario investigar a las marcas y su apoyo a las comunidades, a la reforestación, y al manejo de residuos sólidos.
“Hace falta mucho por hacer con maestros mezcaleros y comercializadores, pero sin excluir al consumidor, que debería exigir que el mezcal que consume sea responsable con el ambiente, con la comunidad y que pague precio justo. Mientras que la Secretaría del Medio Ambiente, Energías y Desarrollo Sustentable (Semaedeso) debe implementar programas sobre la ecoeficiencia de los residuos que emanan de la industria mezcalera”.