La inserción del protestantismo en Oaxaca

0
284

La Jornada

Es un libro sobre presencia y desarrollo del protestantismo en Oaxaca, aunque las interrogantes y reflexiones planteadas son pertinentes en otras geografías. Kathleen M. McIntyre, en el volumen titulado Protestantism and State Formation in Postrevolutionary Oaxaca (University of New Mexico Press, 2019), estudia el desarrollo del cristianismo evangélico en las comunidades indígenas oaxaqueñas.

La inserción del protestantismo en Oaxaca ha conllevado, al igual que en otros lugares con población mayoritariamente indígena, distintas respuestas por parte de quienes se identifican con la creencia religiosa tradicional y dominante. En la introducción de la obra, su autora expone tanto criterios metodológicos como el camino que debió recorrer para apropiarse cognitivamente de la realidad sociorreligiosa a investigar. Desde los párrafos iniciales contrasta las visiones de quienes llegaban a territorio de Oaxaca para evangelizar a los que llamaban indios, y la percepción de un sector creciente que consideraba disruptores de la identidad a los misioneros y conversos por alterar la unidad de los pueblos.

Una pregunta, me parece, recorre la obra, ¿los llamados usos y costumbres son resultado de la dominación colonial española o, más bien, preservan líneas de continuidad con las comunidades existentes antes de la llegada de los conquistadores? La autora los define como un conjunto de normas colectivas sobre las que comunidades indígenas oaxaqueñas basan su autogobierno.

Aunque en otras regiones del país con poblaciones indígenas el cambio religioso es debatido, en Oaxaca y Chiapas adquiere mayor relevancia dado que son entidades en las que por decisiones en asambleas se han reportado más casos de hostilidad hacia los colectivos protestantes.

El objetivo de la obra que comentamos es dilucidar las interacciones entre indígenas protestantes, misioneros extranjeros, la Iglesia católica y sus autoridades y las instituciones resultantes de la Revolución Mexicana. En cierto sentido, Oaxaca adquiere relevancia para estudiar lo anterior porque, con algunas variantes en distintos periodos, es la entidad de la República Mexicana que todavía con cifras de 2015 reportaba el mayor porcentaje de población que se consideraba indígena: 65.7. Le sigue Yucatán, con 65.4; tercer lugar, Campeche, 44.5; cuarto, Quintana Roo, 44.4; quinto, Hidalgo, 36.2, y sexto, Chiapas, 36.1 por ciento (https://es.statista.com/estadisticas/578979/porcentaje-de-poblacion-indigena-en-mexico-por-entidad-federativa/). Es interesante que Yucatán, Campeche y Quintana Roo (segundo, tercer y cuarto lugares, respectivamente, con mayor porcentaje de población indígena) hayan tenido históricamente, si se les compara con Oaxaca y Chiapas, menos casos de persecuciones contra los conversos al protestantismo.

Aunque Oaxaca no está entre los primeros cinco estados con mayor porcentaje de protestantes/evangélicos, sí tiene crecimiento de tal confesión religiosa mayor que la media nacional. Es un elemento a tener en cuenta, dado que pese a concentrar casos de intolerancia religiosa, por otra parte, el avance de los considerados advenedizos por los tradicionalistas no se debe únicamente a la resistencia de los creyentes en la defensa de sus derechos, sino también a la consolidación de espacios de tolerancia por parte de mujeres y hombres que reconocen la validez de la diversificación religiosa.

La investigación de Kathleen M. McIntyre está enfocada básicamente en el protestantismo en Oaxaca y su impacto en las identidades indígenas (p. 12). Hace bien la autora en hablar de identidades y no de identidad, porque son múltiples las expresiones identitarias entre la población originaria de México. También es un acierto que en su investigación haya procurado ejercer una mirada multidimensional, por lo cual tienen cabida en el estudio múltiples voces. Esto es importante dada la inclinación en el mundo académico a basarse en prejuicios para explicar la anomalía de los indígenas protestantes al elegir una identidad alternativa que es juzgada como ilegítima y/o insuficientemente indígena.

A contracorriente de enfoques esencialistas, que construyen la noción de continuidades identitarias cuasi inmutables, el estudio que nos ocupa afirma que las identidades indígenas son dinámicas. El ritmo del dinamismo puede ser menos intenso que en algunas zonas urbanas, pero existe, no por imposiciones exógenas, sino debido a las negociaciones cognitivas que desde siempre los pueblos indígenas han desarrollado con su entorno.

La investigadora busca hacer justicia a la complejidad de su objeto de estudio, en consecuencia, trasciende los señalamientos estigmatizadores hacia los conversos, y a quienes algunos puristas consideran culturalmente incorrectos. El volumen documenta los motivos de los conversos para elegir una identidad religiosa distinta de la tradicional, así como las respuestas de las comunidades a la elección identitaria.