‘No grites’

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Reforma

La miramos con asombro, desconcertadas. Jamás imaginamos una reacción tan descalificadora, tan antidemocrática de una representante popular, que vive de nuestros impuestos. La senadora Citlalli Hernández de Morena reacciona malencarada frente al grupo de feministas que fuimos al Senado a protestar contra la militarización del país. Primero se aleja de las mujeres variopintas que le piden audiencia, para después recular y anunciar que se reunirá con algunas, pero no conmigo por mi “agenda política de derecha”. Después pasará la tarde tuiteando sobre mi trayectoria (que distorsiona), y sobre cómo ella no dialoga con quienes le gritan. Publicitará fotos sobre eventos a los que asistí en el pasado, que (falsamente) prueban mi afiliación al PAN y mi añoranza (inexistente) por el pasado. Editará los videos sobre lo ocurrido para eliminar su actuación sectaria. Sus colegas se sumarán, alegando rugidos inexistentes y majaderías que jamás pronuncié. Rematarán sentenciando “No grites, Denise”.

Así, con esa sola anécdota, las morenistas demuestran su postura zigzagueante frente a la militarización. Exhiben el imperativo de desviar la atención, personalizar el debate, y eludir los cuestionamientos sobre el “cambio de opinión” decretado por AMLO. Las mujeres de Morena no tienen manera de justificar el vuelco punitivista por parte de pacifistas de toda la vida; no encuentran la forma de defender su deslizamiento hacia la derecha. Su postura es defensiva y evasiva, en vez de ser consecuente y coherente. Lealtad partidista mata congruencia feminista. No encuentran más alternativa que degradar a las mensajeras, ante la contundencia de su mensaje. La militarización no es una agenda progresista; es una agenda conservadora, de ultraderecha. La militarización no es una agenda feminista; es una agenda patriarcal. La militarización no es una agenda democrática; es una agenda autoritaria.

Por más volteretas verbales que intenten, no hay forma de ocultar lo que han hecho. Se llama traición y hay que decirlo. Se llama perfidia y así hay que denominarlo. Se llama comer sapos y es lamentable presenciar esa degradación política y personal. Como en muchos temas más, la izquierda mexicana -vía sus diputadas y senadoras- se ha transmutado en aquello que combatía. Las marchas militaristas encabezadas por Felipe Calderón, ahora lideradas por López Obrador. El encogimiento del poder civil vis a vis el poder militar iniciado por el calderonismo, ahora promovido por el lopezobradorismo. El PAN, el PRI y ahora Morena tiñendo al país de rojo sangre que intentan tapar con verde olivo.

El “cambio de opinión” presidencial revela ineptitud, o deshonestidad, o claudicación. Ineptitud al no entender la situación de inseguridad que había heredado, cuando estaba plenamente documentada por organizaciones internacionales y de la sociedad civil. Deshonestidad porque en cables de Wikileaks del 2006, AMLO había transmitido al gobierno estadounidense su intención de apoyarse en las Fuerzas Armadas, y ofreció “abrazos no balazos” solo para ganar el apoyo de los críticos de Calderón. Claudicación ante el poder acumulado del Ejército, cuyo apoyo logístico necesita para acabar rápidamente las megaobras de su gobierno, saltándose normas de transparencia y control democrático por “seguridad nacional”. Cada vez que alguna diputada o senadora de Morena valida la militarización -alegando que el pueblo lo pide y apoya- mimetiza el discurso de Felipe Calderón, dándole la razón. Si, como dice el Presidente, los abrazos al crimen organizado van a seguir, entonces ¿para qué otorgar tanto poder, presupuesto, y control de ámbitos clave a las Fuerzas Armadas?

Las mujeres de Morena no saben cómo justificar el recorte de sus convicciones para ajustarlas al viraje de AMLO. Tienen que desacreditar a otras -las incluyentes, las consistentes, las que marcharon contra la militarización hace diez años y ayer- porque un hombre cambió de opinión, obligándolas a hacerlo también. Tienen que domesticarlas como los hombres derechistas del PRI y del PAN llevan años haciendo. Tienen que recurrir a la encomienda sexista, “calladitas se ven más bonitas”. Pero seguiremos aquí, exigiendo, cabildeando, marchando, porque como dice bell hooks, el feminismo es para todas. Y continuaremos en la lucha, incluso por los derechos de mujeres que traicionan a las demás.