Fin de sexenio

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Uriel Pérez García 

A escasos dos meses de que finalice el actual sexenio del gobernador Alejandro Murat, la ingobernabilidad que se ha acentuado en detrimento de la libertad de los y las ciudadanas de transitar de manera libre y pacífica  obedece principalmente a por lo menos tres elementos que el nuevo gobierno no debe perder de vista si de verdad pretende poner en marcha un proyecto de transformación, pero sobre todo lograr la estabilidad social y política en una entidad caracterizada por la constante movilización de organizaciones que buscan el mayor beneficio económico.

En primer lugar, no se debe perder de vista que precisamente como parte del relevo en la administración gubernamental, el natural reacomodo de distintas fuerzas políticas es un elemento con el que todo gobierno tiene que lidiar, puesto que se trata de una manera de medir la dimensión política de cada organismo para posicionarse en el siguiente periodo, es decir muestran el músculo, como comúnmente se denomina, con el claro mensaje de que forzosamente se tienen que generar acuerdos con estos actores para transitar en paz en los siguientes años de gobierno.

En segundo lugar tenemos que en una entidad como la nuestra, caracterizada más por un sistema político clientelar y por un escaso nivel de cultura política, los acuerdos siempre se generan con base en la cantidad de recursos económicos que el gobierno en turno otorgue a los líderes de organizaciones sociales, que a través de la práctica del chantaje utilizan a sus bases para el beneficio personal o de grupo y que están acostumbrados a presionar de forma cada vez más violenta para conseguir su cometido.

Es bien sabido que los líderes de estas organizaciones han presionado por décadas a los gobiernos en turno a cambio de ser los fieles de la balanza en una gobernabilidad que se muestra a merced de la voluntad de personajes que ven a la política como un negocio en el que hay que invertir los mismos recursos públicos que obtienen, para mantener sus privilegios por encima de las múltiples necesidades que utilizan como bandera en sus movilizaciones.

Por otra parte, un tercer factor que explica la convulsión suscitada en las últimas semanas y que aún puede avivarse en los próximos días obedece a que, al tratarse de una alternancia en el gobierno, prácticamente la tarea de generar acuerdos, diálogo y sobre todo atención a las distintas problemáticas; en automático se ceden a el equipo del gobierno electo, lo que tiene como consecuencia un vacío de autoridad del que incluso son partícipes las presidencias municipales que al igual que las organizaciones se preocupan más por estar en el ánimo del futuro gobernante para que durante su gestión sea generoso al momento de la distribución de recursos o en algunos casos en el cumplimento de promesas como ser considerados para la integración del futuro gabinete o simplemente asegurar su carrera política.

El reto del próximo gobernador no es sencillo, y para nadie ha sido fácil en un estado en el que las particularidades sociales y políticas han sido la característica esencial en la construcción de un sistema proclive siempre a la polarización y a la convulsión. No obstante el contexto actual agrega ingredientes que hacen aún más interesante el clima político para el próximo sexenio, puesto que se trata de un gobernador que proviene precisamente de esa ala de las organizaciones sociales de izquierda que indudablemente fueron factor de cambio para la transición política en Oaxaca, pero que tampoco escaparon a la práctica de la presión y el chantaje junto con diversos actores que posteriormente se alinearon a los gobiernos en turno.

Queda claro que al margen de los contrastes entre la realidad y el discurso, la Cuarta Transformación busca beneficiar a los sectores más vulnerables y olvidados por gobiernos pasados y Salomón Jara encabezará este proyecto de transformación que a nivel nacional abandera López Obrador, quien desde el inicio de su sexenio asentó un fuerte golpe a las organizaciones sociales acostumbradas a maniobrar de manera discrecional con los recursos públicos, situación que deberá aplicarse en Oaxaca si de verdad se quiere aprovechar la oportunidad de cambio.

Sin embargo, lo anterior estiraría la liga con un alto riesgo de romperse ante la distancia de legitimidad que guarda el actual gobernador electo con el presidente de la república, por lo que será imprescindible el respaldo de este último para alcanzar la estabilidad y gobernabilidad en los próximos años.