Héctor De Mauleón/El Universal
Tres años después del “Culiacanazo” ―la batalla verificada en octubre de 2019 en Culiacán, que culminó con la liberación de Ovidio Guzmán López―, el poder alcanzado por Los Chapitos, como se conoce a los hijos del célebre fundador del Cártel de Sinaloa, es aplastante.
Baja California, Sonora, Chihuahua, Durango, Zacatecas, Guerrero, Estado de México, Colima, Aguascalientes, Querétaro, Tabasco, Campeche, Tamaulipas, Oaxaca, Jalisco, Yucatán, Quintana Roo y la Ciudad de México, son algunas de las 21 entidades en donde este cártel mantiene su presencia.
De acuerdo con una investigación de InSight Crime dada a conocer ayer por EL UNIVERSAL, los hijos del Chapo no solo controlan el mercado ilegal de enervantes en Sinaloa ―marihuana, metanfetamina, fentanilo― y no solo les imponen a los productores a quién vender, y a los consumidores a quién comprar:
También le han hecho frente a la caída en los precios de la marihuana abriendo precisamente en su bastión, el escenario donde se llevó a cabo el “Culiacanazo”, tiendas que operan a semejanza de las que existen en los estados de la Unión Americana donde la marihuana es legal.
Según InSight, en Culiacán existen al menos 18 dispensarios, en donde el consumidor puede encontrar “cremas, aceites, mieles, molinos, brownies, galletas, frituras y dulces de todo tipo con tetrahidrocannabinol (THC), el componente sicoactivo de la cannabis, y hasta otras drogas como LSD y crack”.
Dos meses después de la captura de El Chapo en la ciudad de Los Mochis, un agente de la DEA, Mathew A. Emrich, le envió un correo electrónico a un capitán de la 3ª Región Militar para advertirle que dos de los Chapitos viajarían a Mazatlán, donde sería posible ubicarlos.
De acuerdo con uno de los cables hackeados a la Sedena por el colectivo Guacamaya ―y revelado en su edición del 4 de diciembre pasado por el semanario Ríodoce―, el agente Emrich solía compartir con el Ejército mexicano toda suerte de datos: entre otros, fotografías y números telefónicos relacionados con capos.
El 22 de marzo de 2016, Emrich le escribió al capitán de la 3ª Región, cuyo nombre no aparece en el correo electrónico, para informarle del viaje de Los Chapitos y preguntarle si era posible que los militares realizaran “la vigilancia sobre el campo y por vía electrónica”.
El oficial respondió que las dos personas mencionadas en el correo “sí son de interés, pero debido a que no cuentan con orden de aprehensión (…) si se detienen se nos van”. No solo eso: el capitán añadió que “estos amigos ahora andan desarmados o con un arma que alcanzan fianza” y agregó que por esa razón “no se puede actuar”.
Eso fue tres años antes del “Culiacanazo”. En el intermedio, los Chapitos abrieron líneas de fuego en diversos estados ―en especial, en aquellos donde sostienen choques con el Cártel Jalisco Nueva Generación― y fortalecieron su presencia en las entidades que ya controlaban: tuvieron una participación activa y pública en las elecciones de 2021, que les ha permitido tener un mayor control político y territorial.
Hoy son la segunda organización con mayor expansión territorial en México.
Apenas el pasado 3 de diciembre, un enfrentamiento entre sicarios del grupo que dirigen los hijos del Chapo dejó un saldo de diez muertos en San Luis Río Colorado. Según los testimonios, las primeras tres muertes se dieron en la comunidad rural de Luis B. Sánchez, en la frontera entre Sonora y Baja California; tras un tiroteo de varios minutos, el enfrentamiento continuó en el casco urbano de San Luis, en donde siete personas fueron ejecutadas a resultas de la confrontación que Los Chapitos sostienen con el grupo criminal de Los Rusos ―que le responde a Ismael El Mayo Zambada.
La masacre fue documentada en redes sociales. Las imágenes se enciman a las difundidas desde un kínder de Guaymas, también en Sonora, a unos pasos del sitio en donde dos personas cayeron en medio de otra orgía de balas: en ese video, los pequeños aparecen bajo sus mesas, dentro de un aula, mientras su maestra los invita a cantar en voz alta una canción de Taylor Swift.
A ambos videos se les enciman, a su vez, imágenes de violencia captadas en los últimos días en estados como Zacatecas, San Luis Potosí, Michoacán o Jalisco, en donde el Cártel de Sinaloa mantiene frentes de batalla.
Liberaron a Ovidio Guzmán, según el gobierno federal, para evitar una masacre. ¿Cuántos de los 140 mil muertos, de las masacres que han ocurrido en México desde entonces, llevan el sello de Los Chapitos?
Tres años después del Culiacanazo, el poder y la expansión de los hijos del Chapo son aplastantes.