Se mantiene viva y pujante la artesanía del barro negro de Coyotepec

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ace más de 2,500 años los zapotecas de este municipio, que se localiza a unos 25 minutos de la capital, ya elaboraban piezas de barro negro utilitarias y de ornamento, como lo demuestran los vestigios de esa época en este lugar y que datan de la época de la tumba 7 de Monte Albán.

Hoy los artesanos zapotecos muestran orgullosos sus habilidades y maestría en la elaboración de hermosas piezas que se exponen en la Expo Feria Semana Santa 2023, que se realiza del 3 al 16 de abril en dos mercados y el parque municipal desde las 9 de la mañana hasta las 10 de la noche.

Cierro mis ojos y veo a mis abuelos con sus burros cargados de cántaros

A Zenaida Simón López se le humedecen los ojos y su mirada se pierde en el infinito del recuerdo al platicar de sus abuelos y padres, con quienes a los 6 o 7 años empezó a viajar a pie y en burro para ir a vender cántaros a Ejutla, Miahuatlán, Ocotlán, San Miguel Minas, Tlacolula y Zaachila.

Dedicada desde hace 54 años al barro negro, platica vívidamente cómo cruzaba el caudaloso río Atoyac y el agua le llegaba al pecho, para ir a vender sus cántaros a Zaachila.

Zenaida dice que “mi mamá es de madera fuerte, tiene 87 años y cuando yo era niña íbamos a Zaachila. Hasta el pecho me llegaba el agua del río. Me pasaban en burro, mi papá se quitaba el pantalón y se mojaba los calzones. Llevábamos el burro lleno de cántaros. Mi papá me dijo que aprendiera yo a hacer los cántaros porque así iba yo a viajar, porque él quería que fuera yo viajera”.

Trabajadora desde niña, Zenaida no pierde el buen humor al platicar, pero se humedecen sus ojos al hablar de sus antepasados. “Mi bisabuela y abuelita viajaban a Ejutla por un camino entre el cerro. Mis tatarabuelos también, mis tíos, todos se iban 10 o 15 días a vender en los mercados los cántaros para regar y para sacar el agua del pozo. Se iban cargados con tres, cuatro o cinco burros y traían las cosas para comer. Aquí no se compraba nada en el pueblo, no había tiendas. Así fue antiguamente, yo cierro mis ojos y veo a mis abuelos con sus burros y sus cántaros”.

Explica cómo se hacía el intercambio de mercancías en las principales plazas de Oaxaca: “feriar le decían. Llegábamos a las 9 de la mañana a vender y la una ya cambiábamos un juguete, una jarrita por tomate, por chile para los gastos de la cocina. Se comparaba azúcar, panela para el atole. Yo molía el maíz en el metate y hacíamos atole. Comprábamos tasajo seco para comer con salsa y frijoles”.

Relata que el barro negro se empezó a trabajar con cántaros de color gris plata para el agua “se iba entre el pozo y sonaba pum, y no se rompía. Es un horneado especial para que resista el agua. Se cose calentando lento enfocando el calor. Lleva más de 16 horas con la leña para que salga el cocido antiguo. Yo hago piezas para el agua, para la sopa. Yo soy la única que tiene platos, vasos, jarras lisas para el agua”.

Los artesanos se recuperan de dos años de pandemia

La artesana Verónica Pedro, quien trabaja piezas brillantes, pequeñas, joyería y de ornato, señala que esta feria se realiza cada año para reactivar la economía y las ventas de las familias luego de dos años de pandemia que hicieron estragos en la economía de San Bartolo, donde más de 700 familias se dedican al barro negro.

Verónica trabaja desde hace 25 años como artesana, es heredera de una tradición familiar de más de 50 años, es tesorera del Comité de Artesanos de la Comunidad y desde hace más de 20 años trabajan en la realización de ferias y exposiciones especialmente en las temporadas vacacionales.

Tenemos que aprovechar las ventas de Semana Santa, de la Guelaguetza en el mes de julio y en diciembre, “en San Bartolo Coyotepec el 90 por ciento de las familias son de artesanos”, dice.

En sus piezas se aprecia una gran creatividad en los detalles de las figuras de todo tipo, que incluyen flores, animales, pájaros, corazones. En algunas piezas exquisitas pueden tardarse semanas.

Trabajan antes de los periodos vacacionales para tener piezas que mostrar en la Expo Feria y buscan otras alternativas de venta, lo que más necesitan, dice, es difusión para que lleguen los visitantes a San Bartolo.

“Mi abuela paterna fue la que me enseñó a trabajar cuando tenía 12 años y entre feria y feria íbamos con ella y nos enseñó a todos sus nietos. Es la herencia que ella nos dejó”, explicó.

Actualmente han recibido apoyo del Instituto para el Fomento y la Protección de las Artesanías (IFPA), quienes han realizado el padrón de artesanos para promoverlos en ferias o en el envío de piezas para su venta en otros estados o para la compra “no te regatean ni nada”.

 

 

Barro negro, tradición de 2,500 años de historia

Carlomagno Pedro Martínez, director del Museo Estatal de Arte Popular de Oaxaca (MEAPO), destacó que las ferias y exposiciones son muy importantes para la promoción, difusión, comercio y conservación de las artesanías.

Entrevistado en el MEAPO, donde se presenta una de sus más importantes obras que fue exhibida en Francia, dijo que el comercio que se da en épocas vacacionales o de festividades son muy valiosas para la subsistencia de las familias de los pueblos de Oaxaca que realizan todo tipo de artesanías.

El arte del barro negro tiene una antigüedad de más de 2,500 años por los vestigios encontrados en San Bartolo que datan de la misma época de la Tumba 7 de Monte Albán.

Indicó que la curaduría de las espectaculares piezas de barro negro que se muestran en el MEAPO, realizada hace 20 años por el desaparecido maestro Enrique Luis Audiffred Bustamante, tienen la firma de los artesanos o de las familias que exhiben sus piezas en las exposiciones, ferias, mercados o talleres familiares.

“Las piezas que exhibimos son piezas de primer nivel pero que también se dan en el mercado tradicional, las que ven acá salen al parquecito y van a los mercados o a los talleres familiares, donde encuentran la calidad exquisita que tiene la gente para hacer sus piezas”, recalcó.

Explicó que las piezas ornamentales de barro negro surgieron como una respuesta de sobrevivencia cuando en los años 40 se inundan los mercados de plásticos y lámina galvanizada que ya no se rompen. “Los cántaros y jarrones utilitarios que resisten los líquidos entran en desuso y empieza la necesidad de producir el barro suntuoso para el ornamento y se empieza a aplicarles el bruñido”.

Comentó que “mucho se hablaba del mito de que una persona descubrió el bruñido, pero hay piezas en los museos de arte prehispánico donde hay piezas bruñidas. Hay que aclarar que el barro de color negro intenso no es para agua, no está cocido a 800 o 900 grados como el barro gris que es para el agua o para embazar el mezcal, que es grisáceo, color plata y que suena a plata como dicen por ahí”.

Carlomagno explicó su espectacular obra que se exhibe en el MEAPO, “Apología de la Conquista de México” que pidieron para una exposición que se llamó “Indios en movimiento” en Francia por invitación del maestro francisco Toledo para conmemorar el levantamiento Zapatista.

El Tzompantli que aparece en su obra, el altar donde se montaban a la vista del público los cráneos de los sacrificados para honrar a los dioses, es la costumbre que se tenía de colocarlos en los cuatro puntos cardinales de los pueblos para impresionar a los visitantes.

“Cuento a mi manera la Conquista con calaveras y diablitos, como nos instruyeron en la primaria. Represento la fusión las dos culturas, el nacimiento del primer mestizo importante, la historia zapoteca de los Valles Centrales. A los comandantes Marcos y Tacho con la revolución virtual y una escenificación de los 500 años de la Conquista en México y la cultura indígena con una tona que está cuidando el desarrollo de nuestra cultura”, indicó.

El maestro, artista y artesano, invitó al público a visitar el MEAPO y la Expo Feria, a comprar y que se lleven un pedacito de Oaxaca, “hay de todo, una muestra de la basta creatividad, como en todos los pueblos donde se venden tesoros culturales”.
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