Moisés MOLINA*
“No estudies derecho” es el título de uno de los best seller del momento en México, cuyo primer tiraje se agotó en menos de un mes.
Su autor, el investigador de tiempo completo del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, Juan Jesús Garza Onofre estuvo en el Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca presentando la obra ante la comunidad jurisdiccional y alumnos de la licenciatura en Derecho de varias universidades.
¿Qué hizo de este libro con temática jurídica, uno de los más vendidos del momento? La forma en que se aborda el estado actual de la abogacía en México, donde no sabemos a ciencia cierta cuántos abogados somos, en donde cada semana nace una nueva escuela de derecho, donde “hay más abogados que perros en las calles”, donde las escuelas nos exigen vestir “como abogados” y donde existe de manera generalizada el estereotipo del abogado que nos presentan las series televisivas o el que ha transitado con las décadas en el imaginario colectivo.
Ese imaginario que dice que los abogados nos parecemos a los plátanos porque no hay uno derecho y que desde tiempos inmemoriales en el mundo asocian la figura del abogado con la corrupción, la falta de escrúpulos y la obsesión por ganar dinero aún a costa de la desgracia de los clientes.
Ya Jorge Malem preguntaba en DOXA desde 2001 “¿Pueden las malas personas ser buenos jueces?” y lo mismo puede perfectamente preguntarse de los abogados.
Y es que el Derecho no es sólo cuestión de leyes. En el centro del Derecho no están las normas jurídicas, estamos las personas. Pero esto no lo acabamos de entender ni en las escuelas, ni en los tribunales, ni en el foro jurídico, ni mucho menos entre la gente que no tiene nada que ver con la profesión.
El Derecho no son solamente normas, son principios. Y el Derecho tiene una moral que acompaña al ejercicio de la profesión. Cuando se habla de ética del abogado estamos invocando lo más humano de la profesión que dista mucho de ser un medio para enriquecerse o para obtener éxito y prestigio en función del número de juicios ganados.
La indignan te verdad es que hoy en México los ganan las personas que tienen dinero para pagar a los mejores abogados porque los “mejores” abogados ya cobran en suelo mexicano hasta por hora.
Tito Garza vino a dialogar abiertamente sobre la pertinencia de rescatar la profesión desde el aula y desde los planes de estudio, desde las universidades, pero también desde las calles.
Porque los abogados tenemos una función social que implica transformar nuestra realidad desde la búsqueda de la más importante de las justicias que en México se llama justicia social y que apela a la igualdad de oportunidades y a la dignidad de las personas.
Hay muy malas personas que son abogados. Todos conocemos a uno que desde la visión torcida de la profesión, desde la codicia o desde sus propios complejos y frustraciones se presenta como abogado y se despierta pensando sólo en ganar sus propias batallas que a nadie más le importan.
El abogado tiene que ser un facilitador, un estudioso de la ley, pero también de la vida que comparten filósofos, poetas e historiadores.
Todos, en algún momento de nuestras vidas, vamos a necesitar un abogado. Y eso debe dejarse de ver como una desgracia.
El derecho es algo demasiado importante como para dejárselo sólo a los abogados.
Por eso, detrás de ese juego de palabras que dan título a su libro, el Dr. Garza Onofre lo que quiere decirnos es que no estudiemos derecho el Derecho. Sino que los jóvenes en las escuelas y facultades tengan el coraje, la determinación y la disposición de ser buenos abogados, aún en contra de sus propios maestros.
Si su hijo, hija, familiar o amigo están estudiando o piensan estudiar derecho, pídele que elija bien a sus maestros porque malas personas no pueden ser tampoco buenos maestros, y que elija bien a sus compañeros de clase, porque serán sus coeducadores.
Yo tengo mucha fe, porque a diario veo en la mirada de mis alumnos el destello de un nuevo amanecer para nuestra profesión. Buenas personas que son buenos alumnos y serán buenos abogados.
*Magistrado de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca