Maduro investiga si sectores de su Gobierno conspiran contra él

0
315

En una larga rueda de prensa ofrecida esta tarde y noche de viernes en el palacio presidencial de Miraflores a medios internacionales, el mandatario venezolano, Nicolás Maduro, admitió que se está investigando si sectores de su gobierno pudieran estar conspirando en el golpe de Estado que, según denuncia con insistencia, está en marcha para derrocarlo.

“Yo lo estoy investigando”, dijo, en referencia a los agentes de la policía política que, contraviniendo sus órdenes, actuaron con armas de fuego para reprimir las protestas estudiantiles el 12 de febrero pasado, y que se han extendido hasta el día de hoy. “Están presos y dan su versión, pero no convencen”, reveló, aunque luego se apresuró a aclarar que se trataría de excepciones “en la disciplina máxima de ese cuerpo”.

 

Fue una conferencia de prensa repleta de infidencias presidenciales con las que Maduro, dijo al inicio, pretendía contrarrestar lo que denominó “una campaña de demonización para aislar a la revolución bolivariana”. Aceptó cinco preguntas a lo largo de casi tres horas; de las cinco, dos correspondieron a medios del Estado venezolano, la cadena regional TeleSUR y la gubernamental Agencia Venezolana de Noticias (AVN). Pero de las tres restantes, llamó la atención que correspondiera uno de los turnos a un corresponsal de CNN Internacional. Apenas horas antes, el gobierno había anulado la credencial oficial de la corresponsal fija de CNN en español en Caracas, Osmary Hernández, y precipitado la salida del país de su ancla principal, Patricia Janiot, quien junto con su equipo, habrían recibido un trato vejatorio durante el proceso de migración para abandonar Venezuela.

Impávido, Maduro dijo que esperaba que CNN siguiera cubriendo los eventos de Venezuela y que sabía que CNN se quería quedar. Invitó a sus reporteros a presenciar próximos actos oficiales en los que “a lo mejor encuentran algo bueno que transmitir”. Pero ratificó que sigue en curso el proceso administrativo para sacar del aire su señal en el país, a menos que rectifique su línea informativa con respecto a la revolución bolivariana. “Ningún canal internacional que no respete las leyes venezolanas estará en la parrilla de las cableras”, advirtió.

El mandatario se dijo preparado para sostener un diálogo con EE UU “de tú a tú”

Buena parte de su comparecencia ante la prensa internacional –transmitida por los canales de televisión del Estado- se ocupó en la glosa de los incidentes que cada vez más a menudo enturbian las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela. Caracas expulsó el lunes pasado a tres funcionarios consulares estadounidenses, a los que acusó de sembrar la subversión en las universidades de las que surgen las protestas estudiantiles. A pesar de ello y de que, aseguró, “los organismos de inteligencia de Estados Unidos dieron luz verde para derrocar a Nicolás Maduro”, el sucesor de Hugo Chávez al frente de la revolución bolivariana se dijo dispuesto al diálogo con Washington, “de tú a tú” y mediante el intercambio de embajadores; adelantó que para tales efectos designaría como su representante al actual embajador de Venezuela ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Roy Chaderton.

Conminó al presidente norteamericano, Barack Obama, a decidir si quería “ser recordado como Nixon o Bush, o como Carter”, encomiando al expresidente demócrata Jimmy Carter. Aseguró haber sido testigo personal del primer encuentro entre Obama y el fallecido Hugo Chávez. Entonces, según relató Maduro, el excongresista de Illinois habría confesado al comandante revolucionario que “sabemos lo que ocurrió durante la administración Bush, pero prometo que nunca me inmiscuiré en los asuntos internos de Venezuela”. Recriminó a Obama no haber honrado su palabra. Aun así, extendió sus garantías para entablar un diálogo de buena fe; entre esas garantías estarían sus propios gustos musicales: “Yo me conmuevo cada vez que oigo un blues”, abrió su corazón, “yo creo que fui de Mississipi en una vida anterior”.

La conferencia de prensa se prolongó hasta coincidir con uno de los cacerolazos de protesta más estruendosos que se haya oído en la ciudad capital, Caracas. También fue lo bastante larga como para que Maduro abriera otros frentes internacionales. Denunció, por ejemplo, el aparatoso atentado cometido en horas de la madrugada contra el Consulado de Venezuela en Oranjestad, capital de la vecina isla de Aruba: un residente venezolano estrelló su automóvil contra la sede de la representación diplomática. Como medida de represalia y precaución, el presidente venezolano ordenó cerrar las delegaciones de su país en esa isla y las cercanas Curazao y Bonaire, “hasta tanto Holanda no explique cómo ocurrió eso y por qué ignoró nuestras advertencias”.

La idea central en el relato oficial sobre las protestas estudiantiles que desde la semana pasada ponen en jaque al gobierno de Maduro, es que se trata de grupos foquistas adiestrados para generar una revueltaá la ucraniana. Durante la conferencia, el presidente venezolano volvió a remontar los antecedentes de la ola de protestas a los episodios de acoso contra el equipo de béisbol de Cuba que participó en la reciente Serie del Caribe, celebrada en la isla venezolana de Margarita. A partir de allí, Maduro desgrana diversos hitos que, a su juicio, pespuntean un plan conspirativo urdido desde el exterior por el expresidente colombiano, Álvaro Uribe Vélez, y las agencias de inteligencia estadounidenses.

De allí, deduce el presidente y ex canciller venezolano, que no sea para extrañarse que “la derecha latinoamericana” se alínee en estas horas para fustigar a Venezuela. En esas coordenadas situó a los presidentes Santos, Piñera y Martinelli de Colombia, Chile y Panamá, respectivamente. “Yo no me puse a hacer declaraciones cuando Piñera metía presos a los jóvenes del movimiento estudiantil chileno”, comparó, “tampoco dije nada cuando hubo como 40 muertos en el levantamiento de los agricultores en Colombia”. Para Maduro, estos presidentes no han soportado las presiones del Departamento de Estado y se prestan para dividir América Latina.