¿Cómo explicar que la crítica literaria mexicana sea tan anacrónica?
La respuesta, en general, es que el conservadurismo mexicano no ha cedido su puesto. La mentalidad de medio siglo sigue en el trono.
En la práctica, los críticos establecidos eligen a críticos jóvenes conservadores. Así se perpetúa ese sistema.
Otro factor importante es que, al contrario de otros países, la crítica cultural no fue puesta en crisis por la teoría crítica, los feminismos y post–estructuralismos o, al menos, los estudios culturales o la academia progresista (hoy en vías de extinción global).
Un factor adicional: los lectores no presionan a los críticos a actualizar su mentalidad. Quizá no pueden presionar a los literatos porque los lectores están desarmados. Los programas humanísticos en México no lograron la transición teórica. Ni hubo revistas que la impulsaran.
Ni medios ni universidades hicieron su parte para crear número suficiente de lectores profesionales de donde surgiera nueva crítica.
¿Por qué en México no abundan perspectivas que, por ejemplo, circulan en el cono Sur? ¿Por qué inclusive las editoriales independientes y universitarias promueven pensamiento tradicionalista? ¿Por qué todas las revistas literarias mensuales mexicanas son conservadoras? ¿Por qué incluso las posiciones más atrevidas resultan, sin embargo, apenas reformistas?
Pensemos en dos libros decisivos —escritos en español— que a nivel continental cambiaron el modo de entender lo literario: La ciudad letrada de Ángel Rama (1984) y Desencuentros de la modernidad en América Latina (1989) de Julio Ramos.
¿Están estos libros presentes en los críticos y literatos mexicanos antier u hoy? La respuesta es triste y paradójica: no.
Triste porque demuestra que la literatura mexicana vive en una cápsula del tiempo, en una fortaleza que la aísla y protege de procesos de cambio ocurridos en otros lugares; paradójica, porque el libro de Rama atañe centralmente a lo mexicano y el de Ramos se editó en México (aunque, como se relata en la edición chilena, ese tiraje tuvo un destino accidentado).
¿Los literatos mexicanos son retrógrados porque no se renovaron leyendo, por ejemplo, estos dos libros tan influyentes? ¿O los literatos mexicanos han sido tan reaccionarios que se aseguraron que estos libros no influyeran en ellos y muchos otros?
La República de las Letras mexicana es un círculo vicioso.
Seré directo: mientras a los jóvenes (en turno) se les instruya (y quieran creer) que el tipo de crítico que deben ser es Christopher Domínguez o Álvaro Enrigue, y se sigan desdeñando La ciudad letrada,Desencuentros de la modernidad y decenas de libros clave de las últimas décadas, el pensamiento sobre la literatura en México no saldrá del atolladero en que está.