Gabriel García Márquez, el mago, el nobel colombiano que hipnotizó al mundo con sus historias desde un pueblecito del Caribe, cumple hoy 87 años.
Y es que, además, se cumplen 47 años de la publicación de “Cien años de soledad”, la obra que nació en Macondo, ese territorio fabulado por uno de los mejores escritores del mundo en torno a la saga de los Buendía, en un Caribe lleno de supersticiones, fantasmas, angustias y alucinaciones, donde todo puede ocurrir bajo la lluvia y donde nada es imposible.
Nacido en Aracataca, en la costa caribe de Colombia, el 6 de marzo de 1927. Ahora Gabriel García Marquez “Gabo” vive en México desde hace décadas y lleva tiempo sin escribir, tras haber padecido una grave enfermedad.
Pero, desde su primera novela, “La hojarasca”, publicada en 1955 -antes había escrito cuentos y algunos los publicó en El Espectador-, hasta su última y breve novela, “Memoria de mis putas tristes”, de 2004, e incluso ese librito que salió en 2010 con sus textos escritos para leerlos en público: “Yo no vengo a decir un discurso”, lo que García Márquez ha conseguido es hacer a la gente más feliz, gozar con la música de sus palabras en medio de un mundo hostil y gris.
Con “El coronel no tiene quien le escriba”, “El funeral de Mamá grande”, “La increíble historia de la cándida Eréndira”, “El otoño del patriarca”, “Crónica de una muerte anunciada”, “Del amor y otros demonios”, “Noticias de un secuestro” o el primer volumen de sus memorias, “Vivir para contarlo”, García Márquez ha hipnotizado a sus lectores desde la primera página y no los ha dejado marchar.
Una escritura de mago porque, como ha explicado en muchas ocasiones, “la escritura es un acto hipnótico”; el escritor dice que debe conseguir que el lector no despierte, algo que lleva mucha carpintería detrás, como él reconoce.
Alimentado en sus primeros tiempos por Hemingway y Faulkner y por el resto de los escritores del sur de Estados Unidos, en los que vio mucha concomitancia con su pueblo bananero de Aracataca, el autor de “Relato de un náufrago” encontró en su infancia y en toda su vida el mejor material para su literatura.
La cultura popular, las mujeres de las que siempre estuvo rodeado desde pequeño y las historias de sus abuelos -García Márquez se crió con los maternos (Tranquilina y el coronel Márquez Mejía) hasta los ocho años, cuando conoció a su madre, Luisa Santiaga- han alimentado el corazón de este poeta de la prosa que dice escribe para que le quieran un poquito más.
Algo que verdaderamente ha conseguido al traspasar todas las fronteras con su verbo torrencial con sabor a trópico y a música y su declarado compromiso político y social. Siempre ha sido un gran mediador, aunque algunos no le perdonen (entre ellos Mario Vargas Llosa, además de por otros desencuentros personales) su relación con Fidel Castro.
Pero es que, como explica la biografía sobre García Márquez y autorizada por él escrita por el británico Gerald Martín, “Gabo no es un lacayo de los políticos, pero la amistad para él es sagrada, como la lealtad y la coherencia”.