Alguien me comentó recientemente que El Central era ya un lugar institucional para la noche oaxaqueña. Yo nada más sentí los años pues vino a mí un flashback de hace unos catorce años cuando llegue al lugar por primera vez con unos amigos que lo describían como el estudio del pintor Guillermo Olguín.
Cuando entré no duré mucho tiempo adentro, había demasiada gente bailando y contorsionándose y mi espíritu antisocial de yo no sé bailar, no lo resistió. Salí de ahí con la promesa de no regresar jamás. No duré mucho, al poco tiempo volví y cuando menos lo pensé, yo también ya estaba bailando.
En Central se abre en el 2001 surgido de una necesidad de Guillermo Olguín de echar fiesta y sobre todo de colectivizar a artistas plásticos, escritores y cineastas en torno a un lugar donde pudieran encontrarse y planear proyectos.
“La vida nocturna no es solo para salir, beber y debrayar. Sino también es compartir y aprender de todos”.
Comenta Yadira Castañeda, administradora del lugar desde el 2004, a donde llega a trabajar un año antes por invitación del fotógrafo Alberto “el Negro” Ibáñez.
“Cuando llegué me enamoré del lugar. Tenía amigos que lo frecuentaban y me invitaron. De inmediato me gustó la energía tanto de la gente que venía como de la gente que trabajaba en el”.
Egresada de la Facultad de Idiomas de la UABJO, Yadira se ha hecho cargo durante diez años de la programación de las actividades del Central con un calendario ya establecido, siendo la presentación de unos percusionistas de ritmos africanos de San Miguel de Allende el primer concierto que organizó.
Cumbia Queers, Adanowsky, Miguel Samperio, Steven Brown, La China Sonidera y Botellita de Jerez (en un toquín que para los que asistimos lo recordamos gloriosamente apoteósico) son solo algunos de los muchos talentos que han pasado por la tarima de El Central.
“Nuestro objetivo siempre ha sido apoyar los proyectos independientes. Ya hay muchos lugares para la música comercial. Al final la diferencia con otros espacios, es que de las personas y los grupos que vinieron a tocar, nos terminamos haciendo amigos”.
Yadira recuerda especialmente el caso de la agrupación Polka Madre, quien llegó al lugar con su propuesta de música balcánica apenas surgiendo bajo el brazo y ha regresado gradualmente conforme su carrera se ha venido consolidando .
La balcánica fue una música que marcó una etapa en El Central, con los discos que Olguín y Nadia Massun traían de sus viajes. “También los músicos dejaron de tocar los covers y empezaron a crear sus propios proyectos” recuerda Castañeda sobre esos formativos años.
Yadira habla sobre que con once años abierto al público, El Central logró ya reproducir sus inquietudes hacia otros espacios y hacia la generación de nuevos proyectos.
“Cuando se empezó con las proyecciones de cine en El Central, Rigoberto Pérezcano y Guillermo Olguín hablaban en nuestras salidas al campo, sobre como hacía falta un espacio de proyección de películas, el Central resultaba muy pequeño”.
Tiempo después, Pérezcano e Isabel Rojas iniciaron Oaxaca Cine con proyecciones de películas de muy alto nivel creativo en el interior del Teatro Alcalá, esfuerzo que ya va por su tercer año de existencia.
La comunidad de El Central va creciendo, reuniéndose y creando amistades. “Hay chavos de 28 años que vienen y que nos dicen que hace once años nos los dejaban entrar, y que ahora han formado aquí una banda muy padre”.
“Parejas que te dicen, en esa silla nos conocimos, o los novios que se casaron en Santo Domingo y que llegaron a festejar aquí con todos sus amigos”.
Para Yadira Castañeda en este momento después de trece años abierto al público, “El Central está respirando, está vivo”.
“Este lugar ha sido y es un referente, un espacio a compartir”, dice Castañeda con cierto dejo de nostalgia pues su ciclo de diez años como administradora de El Central ha llegado a su fin, y ahora emigra a la Ciudad de México en la búsqueda de continuar con su desarrollo profesional.
“Yo no me quería ir, todo es demasiado hermoso”, dice Yadira y comenta que el lugar probablemente se cierre un tiempo.
“Tres meses o más, que todo el mundo se concentre en otras cosas y luego volver. No sé si yo vuelva, tampoco sé si se va abrir o se va a cerrar, pero lo que sea que pase todo lo que ha pasado aquí ha sido grandioso”.
Yadira Castañeda agradece a todas y todos los que asistieron a cada actividad que programó el lugar durante todo este tiempo. “Poesía, cine, conciertos, agradecer su confianza para venir a un espacio en el que todos nos la pasamos bien”.
Sobre la nostalgia por el ciclo que termina de todo lo vivido, Castañeda afirma que esta todavía no aparece, que llegara mañana o la próxima semana.
Después ve entrar por la puerta a Oscar, el barman de El Central desde su misma apertura. “Lo conocí en la universidad y no sabíamos que nos íbamos a volver a encontrar aquí. Nos conocemos desde hace catorce años”.
Oscar la mira y le dice algo que no alcanzó a escuchar, Yadira lo mira volver a la barra, en sus ojos hay nostalgia pura. Pero de eso ella tal vez no este consciente hasta dentro de una semana.
Mientras tanto El Central marcó su época y marcó los recuerdos de todos los que en ella gravitamos. Larga vida al Café Central.