“Los 43 son nuestra familia y uno no olvida a sus muertos”

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Del México violento, de cómo se pasó del paraíso a la pesadilla, del IAGO, de nuevos proyectos culturales, de las ediciones en zapoteco y de obras de arte nos cuenta.

Después de comerse una quesadilla de maíz azul preparada en el anafre que está en el IAGO (Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca), Francisco Toledo se sienta a conversar en una de las mesas del patio, un patio donde con el tiempo se ha ido formando un cielo de bugambilias de colores. Casi todos los días desde hace más de dos décadas (y espera que en el futuro así continúe) ha llegado temprano a este centro que entregará en donación al INBA.

El IAGO, como muchos edificios antiguos en Oaxaca, escuelas, casas y parques, es espacio de expresiones y manifestaciones por los hechos ocurridos el 26 de septiembre en Iguala, Guerrero. Toledo ha sido uno de los artistas que más ha buscado emprender acciones con el doble propósito de “participar lo que está pasando” y para que no se olvide lo que ocurrió a los 43 normalistas de Ayotzinapa.

El mensaje es no olvidar…

-Sí. No se puede olvidar. Uno no olvida cuando mueren sus familiares y, cuando mueren en forma dramática, todavía el recuerdo es más persistente. Ahí está. Esos muchachos ya son como nuestra familia, entonces uno no olvida a sus familiares. Yo creo que esta fecha y esta matanza va a quedar registrada en el calendario histórico de México; tiene que estar registrada o hay que hacer que esto perdure. No sabemos si se van a encontrar, si están vivos, todo indica que no.

Ayotzinapa no es igual que el 68, aclara Toledo, aunque en un primer momento pensaba que sí: “Son los mismos victimarios, las mismas víctimas: estudiantes jóvenes, pero las causas y la situación son diferentes. No sé si antes del 68 había tanta violencia, no política, sino de estos grupos que ajustician a la gente”.

Toledo lee la prensa constantemente y a detalle. Recoge las versiones, se hace preguntas, intenta dar respuestas: “Que estos muchachos qué hacían en Iguala, que si los camiones, que si tenían un proyecto político más radical. No sé. Al parecer es como un castigo, como un ‘ustedes no se mueven más’. Y bueno, se dice que está involucrada gente de los partidos, el crimen organizado. Yo no veo muy claro, no sé cómo se fraguó todo esto”.

Cuando se le pregunta cómo se explica todo esto, aclara de entrada que no conoce Guerrero, que nunca ha viajado a Acapulco. Ese “bello paraíso” de artistas americanas que conoció en su infancia a través de la radio y las películas de Tin Tan se ha desvanecido: “Se ha convertido en una pesadilla, ese mundo de las revistas no existe en realidad. Es un mundo de gangsters, de ajusticiamiento, de violencia”.

Uno de los hechos que sí ha cambiado es que existe más información a diferencia del pasado. Porque, recuerda, hubo un tiempo en que pasaban cosas que la prensa “no daba quizás porque estaba más controlada”:

Una noche de fin de año, en su infancia, cuando ya la familia se había ido de Juchitán al sur de Veracruz, el padre, que por esas fechas vendía más cerveza que en cualquier otra época del año, les contó que regresando muy tarde de otro pueblo había visto cadáveres y cadáveres en la carretera, y que no sabía de qué se trataba. “Eso, por ejemplo, no creo que esté registrado, fue un levantamiento de campesinos, no sé si en los 50 o 60, en la época del presidente López Mateos; un levantamiento no sé si comandado por algún militar disidente… Cosas como ésta es posible que sucedieran pero que la prensa no las daba y había televisión pero no tenía tanta cobertura en el país. Yo creo que México ha sido siempre un país violento, pero ahora nos damos cuenta al momento, por las radios locales, la televisión, la noticia llega muy fresca”.

Se cumplieron tres meses de los hechos de Iguala, ¿cómo ve al país?

-Nosotros vemos todo a través de la prensa y la televisión. Es una situación que para los familiares de estos muchachos es desesperante, nunca van a poder rehacer su vida. Nunca van a poder, como algunos políticos han dicho “darle la vuelta a la página y empezar” y decir “no ha pasado nada y olvidemos”. No solamente para los familiares, para toda la sociedad, esto es un crimen que no tiene, como dirían, madre.

Parece cada vez más lejano encontrar el qué pasó, la verdad…

-Así es. Hay otros hechos como la matanza de los migrantes en el norte… hay un velo sobre eso. No sabemos qué pasó. Alguien debe saber. No sé de quién es responsabilidad todo esto.

¿En qué momento el sueño de ese paraíso se disolvió?

-No sé. Y no porque no quiera comprometerme a decir algo sino porque no sé. Yo no sé si se deba al turismo que consume drogas y que (luego) llegan proveedores, podría inventar algo si se me ocurre, pero no sé… Debe haber mucha migración hacia Acapulco de las zonas rurales. Sé que de Oaxaca, de la costa, hay mucha gente que va hacia allá; es como dicen un polo de atracción de toda la gente pobre que se va allá, a vivir, a buscar la vida, a la prostitución. Incluso sé que estuvieron de moda las casas con techos de palma, y no sé si en Guerrero se acabó la palma, pero de Oaxaca llevaron palma, entonces hay también una depredación de la naturaleza por este auge turístico y también se da en la costa de Oaxaca: se destruyen las playas, las selvas, la fauna, ya no tienen lugar las tortugas, qué se yo. Hay una invasión de turistas que necesitan el mar como diversión. Eso produce mucho dinero y eso también debe ser un componente.

¿Ve algún peligro en Oaxaca en ese sentido?

-El peligro ya está. Esos desarrollos turísticos ya están, y están destruyendo. Esto empieza con Huatulco, Puerto Escondido, y es el mismo problema.

Decidió emprender desde el IAGO acciones como la de los papalotes y la de carteles sobre Ayotzinapa ¿Qué busca con estas acciones?

-Con los papalotes, un poco llamar la atención de los medios o participar en lo que está pasando. No tengo informe de lo que los padres piensan de que uno vuele papalotes con las imágenes de sus hijos, no sé si lo ven bien o que es irreverente. Vimos al padre de un muchacho de Tlacolula (Juan Colón Juárez, padre del normalista oaxaqueño Christian Tomás Colón Garnica), pero no pudimos ni hablar con él. Como dicen, está tan trabado, no habla casi. No le preguntamos.

(Lo de los papalotes) se hizo un poco recordando que en el istmo oaxaqueño se vuelan papalotes para que las almas bajen a través del hilo, como sube tan alto, las almas bajan. En época de muertos se hace la ceremonia y las almas están presentes porque bajaron, pero pasando el Día de Muertos, se vuelven a volar papalotes para que las almas regresen a donde estaban.

¿Cómo ha visto el papel de distintos actores, de los políticos?

-De los políticos oaxaqueños, no he visto en los periódicos si han dado opinión, si han cuestionado a sus partidos, si sus partidos han criticado.

¿Y a nivel de la Nación, la respuesta del Estado?

-No sé. No he visto una actitud fuerte, crítica. Tal vez López Obrador… No sé. ¿Quién más? La iglesia, que es también un factor político, sí ha hecho declaraciones, algunas voces. Pero más han venido de intelectuales y de artistas.

¿Contra el olvido qué puede hacer el arte?

-Si se convoca a un concurso de carteles como lo está haciendo el IAGO, que es un centro de artes gráficas, en ese ámbito queda una constancia de que el IAGO se preocupó, que se hicieron carteles, que se difundieron, es una pequeña contribución a que no se olvide. Pero usted sabe, un cartel dura lo que dura el papel. De todos modos hay que decir lo mal que está, lo que ha sucedido, hay que denunciar.

El futuro del IAGO. A mediados de este año, Toledo inició el proceso con el Instituto Nacional de Bellas Artes de la donación del IAGO, un centro que nació 26 años que cuenta con dos inmuebles (en las calles Macedonia Alcalá y Benito Juárez) que albergan su biblioteca de poco más de 55 mil ejemplares, especializada en artes, poesía, gráfica. Cuenta además con una colección de obra gráfica y fotográfica, única en el país, con grabados de Goya, Picasso, Durero, Dalí, Mondrian, Miró, Orozco, Posada, Tamayo, Ensor, Toledo, entre otros.

La biblioteca del IAGO recibe más de 30 mil visitantes al año y nació como homenaje a una a la que Toledo acudía de joven: “Nosotros crecimos en los años 50 con muchas carencias como artistas, no había museos, no había bibliotecas, no había galerías, no había información como hay ahora. Había, está, una escuela de Bellas Artes que ahora depende de la Universidad, en ese entonces era del gobierno del Estado, con una pequeñita biblioteca, diez libros, un tesoro para los que nunca habíamos tenido libros de arte, que no sabíamos quién era William Blake. Estos diez libros fueron fundamentales para mi formación y la de otros muchachos. En recuerdo de eso, nosotros hicimos esta institución donde se podía ver algo de la obra gráfica y también los libros sobre obra gráfica o sobre pintura…”

¿Qué viene para el IAGO?

-Ah. Eso quisiera yo saber. Viene un cambio. Yo ya tengo 75 años (los cumplirá el 17 de julio) y siento que ya termina una etapa de mi vida, y quisiera que los papeles del IAGO queden en orden antes de que yo me vaya. Que queden resguardados y el único que puede resguardar todavía es el Estado. Entonces confiamos el acervo, todo este patrimonio al INBA. Esperemos que dure, que crezca, y que se multiplique en otras regiones del estado, pero es difícil. Siempre se pensó que tenía que ser del Estado el que lo resguardara.

Lo venderá por un peso…

-Por un peso, que espero que exista porque sí me tienen que pagar el peso, yo creo que lo tienen que tener.

¿En qué va el proceso?

– Ya está listo para entregarse. Es solamente escoger una fecha de enero para decir: “Aquí firmo y mi peso”. Yo voy a seguir estando presente; soy parte del consejo. Es estar todavía mientras me dure el humor de venir a tomarme un café; estaré pendiente de lo que pase, si hace falta carbón o leña.

¿Qué espera que el INBA haga?

-Pues lo mismo que yo: mantener el espacio, hacer que crezca y ver si algún día se puede hacer esto mismo en otras regiones de Oaxaca.

¿Se han comprometido a esto?

-Hay un escrito donde dicen que conservarán, y que mi familia vigilará y que yo vigilaré que se cumplan los cometidos.

El arte. Los que trabajan con Francisco Toledo hablan de dos cualidades del artista: la generosidad y la sensibilidad; agregan que, en la misma proporción, está la exigencia. Al mismo tiempo, concibe una convocatoria para hacer carteles alusivos a Ayotzinapa, y nuevas obras en torno de la defensa del maíz y su carácter sagrado: “Me hubiera gustado hacer toda una serie de pinturas que fueran maravillosas, que todo el mundo las viera como algo muy importante casi al final de mi vida, pero no me sale nada. Al final de mi vida estoy muy atorado en todo.

Se planea, por ejemplo, llevar al Museo Memoria y Tolerancia los papalotes con los nombres y rostros de los normalistas. Con el IMSS se diseña una gran exposición de sus obras ligadas a la literatura.

Toledo suena entusiasta al hablar del programa editorial en cuatro variantes de zapoteco, para el cual creó cuatro caminos, que abarcan ediciones y talleres: caminos de la Iguana, del Petirrojo, del Tejón y del Jaguar, en cuatro regiones de Oaxaca. Y lo hace en zapoteco porque es la lengua “que está más cerca de mi corazón, como dicen, es la lengua de mis abuelos y de mis padres”. El primer resultado fueron las Fábulas de Esopo ; vienen las Planchas Anatómicas, y la edición de una radionovela.

Convencido de que la educación no es sólo “dos más dos, o ABC”, sino que es visual propuso cuadernos con otro tipo de portadas, distintos a los de “encueradas, Mujer Maravilla y Hombre Araña” que inició con apoyo del IMSS de Oaxaca, que tienen portadas de grabados y textos antiguos.

¿Cómo quedó la situación con el gobierno Oaxaca?

-Nosotros ya olvidamos el agravio, si se puede decir. Teníamos algo de culpa por no haber vigilado al contador, y el contador se fue sin explicar por qué había hecho todo ese desmadre. La única cosa es que fueron demasiado rudos en la manera de cobrarse, de entrar a las cuentas, pudiendo habernos hablado directamente a nosotros, o a los que firmaban la chequera. Pagamos lo que debíamos y, si salen otras deudas, vamos a pagar, pero espero que nos avisen con tiempo. Realmente es puro descuido. Aquí no se cobra nada, bueno, las quesadillas, pero la gente entra y sale como en su casa, sí hemos hecho una labor que el Estado debe de aplaudir y no cobrarnos a la mala.

Junto a una obra que se le ocurrió, que es una jaula de pájaro donde metió algodón y semillas que germinaron, y que cerró con candado, Toledo trabaja a partir de una historia que encontró hojeando un libro sobre religión, con imágenes de osos y de niños:

“Parece ser que hubo una religión con la imagen del oso que era el animal más fuerte y poderoso en Europa, antes de Cristo, y cuando llegó la catequización, toda la cristianización, prohibieron el oso. Pero los sacerdotes dijeron ¿cómo hacemos para que siga este culto por el oso? Y se les ocurrió hacer el peluche, esos juguetes de peluche son los que todavía en la actualidad se adoran, es parte de una religión que viene a través de los años escondida. Me llamó mucho la atención y empecé a trabajar con eso, pero no sé si voy a hacer una serie grande, ya veremos.

¿Y el futuro?

-¿El futuro? ¡Pues lo que venga!