Las muchas vidas de Renata López Cristo

0
564

“Por qué hago teatro no es una pregunta que me pueda contestar. De manera muy egoísta puedo decir que lo hago porque soy feliz”.

Responde Renata López Cristo sobre su quehacer escénico que durante ocho años la llevó y la mantuvo haciendo teatro al aire libre en las calles de Oaxaca con su grupo escénico De Cantera Teatro.

Pero antes de eso, en el principio, llegó Federico García Lorca y la casa de Bernarda Alba, donde el teatrero Sergio Santamaría le confió el papel homónimo principal, en una puesta en escena llevada a cabo en el 2000 por la compañía de Teatro del CEDART Miguel Cabrera, institución de donde Renata ya era egresada, “quería representar a Poncia pero él (Santamaría) no me dejó”.

Saltando de un tema a otro con la agilidad que le da su notoria dosis de locura, Cristo habla de su comienzo en la escena pensando que quería vivir otras vidas, “pero la verdad es que se me fueron abriendo muchas oportunidades hacia comprender lo que es el ser humano”.

“Para vivir haciendo teatro tienes que dar clases, tomar talleres, tienes que ser actor, gestor, y dentro de todas esas cosas te vas enamorando cada vez más de tu trabajo”.

Renata, aunque no sabe porque lo hace, es prolija al explicar porque ama lo que hace.

“Me encanta crear personajes, escenas, generar acciones, jugar con los textos, con mi cuerpo. Cuando dirijo, me pongo a estudiar los procesos, que cosas voy a trabajar con los actores, como hay que profundizar en la obra”.

“Me encanta saturarme de imágenes, olores, conceptos, metáforas y analogías. Me encanta investigar. El compartir, el compartirte, es algo que no se da en otro lugar que no sea el teatro”.

En un mundo atroz, descarnado y virtual donde los contactos entre las personas se abortan, pierden u olvidan, López Cristo recuerda con admiración a dos maestros que durante su paso por la Escuela Nacional de Arte Teatral (ENAT) la tocaron mucho y muy fuerte forzándola a ir más allá de sus propias posibilidades, Mercedes de la Cruz y Bruno Bert.

“El teatro te va a cobrar lo que tenga que cobrarte”, es lo que De la Cruz le dijo a Cristo en un momento en el que pensaba abandonar la escuela debido a una crisis emocional, palabras que desde entonces, según Renata, le ponen a girar las ideas cada tercer día

Del argentino Bert, López Cristo conoció la calle y las infinitas posibilidades creativas que ese ambiente arroja en la cara. “La calle es la que fomenta públicos, yo quiero que en algún momento haya salas con gente, que no sea público de amigos, que sea público de verdad”.

En el 2004, Renata deja la escuela porque se compra la historia de que ella no quería ser actriz. Aunque lo que vino después de la duda, fue la certeza.

“De Cantera teatro surge cuando andaba de exiliada de la ENAT. Y surgió porque estábamos en la búsqueda de un público verdadero, ese que se para y no tiene empacho en decir, si así me pasó y también le pasó a mi abuelo”.

“Se para, te ve. Le gusta, se queda. No le gusta, se va. Termina la obra y te espera o termina la obra y ya se largó y tú te sientes fatal”.

Luisa y Emilio fue el primer trabajo representado, a lo que siguieron las Leyendas en callejonadas, donde los canteranos tomaban una anécdota de un barrio, la investigaban y la montaban, con el propósito de moverla por los ochos barrios de la ciudad.

“Trabajamos con la luz de la calle o agarrábamos la lámpara, la música era en vivo. No teníamos ni la luz 43, ni el vestuario 88, ni el efecto de las gotitas que caen”

Gerardo Robles, Teresa Hernández, Alex Cruz , Itandehui Ruiz , Janet Mérida, Domingo Mijangos, Bogart Serra, Bruno Salinas, fuero solo algunos de los muchos rostros y talentos que le dieron frescura a una voz y un esfuerzo que buscaba la verdad.

En el parque Carvajal, ensayando hasta cuando llovía. Trabajando duro, entrenando las acrobacias, los títeres, los zancos. Elementos que les permitían habitar la calle.

“Nos poníamos los zancos para construir personajes, para tener batallas con ellos. Decíamos, que venga el que quiera venir, pero no es gratis. Que nos comparta lo que sabe”.

La ecuación canteriana se complementó con el talentoso titiritero David Luciano, cuyos títeres de gusanos, chanekes, jardines, dinosaurios, tigres miedosos y tlacuaches míticos, le dio a De Cantera la opción de solidificar su propia piedra filosofal y su trato con una audiencia que los identificaba como cercanos, como iguales.

“Si en el teatro uno esta vulnerable, en el teatro en la calle uno esta encuerado y sin comer”, afirma Renata y recuerda al 2012 como el año en que De Cantera teatro llegó a su fin.

“Ya andábamos todos por distintos senderos en los que ya no nos podíamos alcanzar”.

Desde entonces Renata codirigió con Oscar Tanat el proyecto Teatro Tacuate, actuó bajo las órdenes de Itandehui Méndez en Woyzech (adaptación a la barbarie mexicana de una historia que desentraña una barbarie mundial) y llegó a Tijuana en dos esporádicas etapas a hacer microteatros

“En Oaxaca no hay público teatral y esa es una gran oportunidad para hacer las cosas” afirma una Renata López Cristo que se declara en quiebra económica, no afecta a los gremios totalitarios y ferviente convencida del verdadero trabajo en equipo.

Última cuestión que la llevó junto a Areli Huidobro, Arianna Barrera y Kizzy Alejandra López a darle vida al colectivo ADN, Arte y Cultura, ubicado en Callejón Boca del Monte sin número, Centro (a unos pasos del asilo Los Tamayo).

Donde todos los sábados de enero se presentaba la obra Cuento de Navidad, de Emilio Carballido. Puesta en escena dirigida por López Cristo e interpretada por un grupo de chavos que solo quieren vivir otras vidas, las mismas que Renata vivió, vive y continuará viviendo.