“Me estás dando a tu hijo y lo voy a cuidar mucho”, dijo Rafael Tovar y de Teresa –presidente del Consejo Nacional para las Culturas y Artes (Conaculta)– al oído de Francisco Toledo.
El medio día de este martes, el artista y promotor cultural entregó una de sus más grandes obras, el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (Iago), que fundó hace 26 años, así como la colección de arte José F. Gómez.
Toledo arribó a la sede del Iago unos 20 minutos antes de las 12 horas; al entrar fue saludado por los que a lo largo de los años han sido usuarios o trabajadores del instituto.
Luego de una serie de entrevistas en las que se le cuestionó sobre la presencia del gobernador de Oaxaca, Gabino Cué, el pintor señaló, entre risas, “esto es una fiesta, no vamos a reclamarle nada; al día siguiente sí”.
Salió del instituto, junto con María Cristina García Cepeda, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), para esperar al titular del Conaculta, tras lo cual se inició el acto que duró 16 minutos, pues así lo requirió el maestro.
Participaron, además de los funcionarios, Natalia Toledo –quien habló en nombre de la familia– y Sara López Ellitsgaard, presidenta del la Asociación Civil Amigos del Iago y del Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo.
Estuvieron presentes María Isabel Grañén Porrúa, quien dirigió el instituto, y su actual director, Alonso Aguilar Orihuela, además de Lourdes Báez, directora del Centro de las Artes de San Agustín, así como amigos del pintor.
Caras tristes
El Iago recibió a todos los visitantes que llegaron, algunos para ser testigos del acto que propició lágrimas de los hijos de Toledo: Natalia, Laureana, Jerónimo (Dr. Lakra) y Sara. Otros hicieron uso de las instalaciones y consultaron libros.
Toledo, con buen humor, hacía muecas cuando los funcionarios destacaban su quehacer en favor de la cultura.
El artista compartía puntos de vista con su hija Sara y con Rafael Tovar, quienes lo flanquearon en el presídium.
Cuando fue el turno del funcionario federal, Toledo y Cué quedaron uno al lado del otro, las cámaras captaron el momento. El pintor comenzó a juntar las plumas que previamente fueron utilizadas para la firma del acuerdo de cesión y pidió la suya al gobernador, quien entre risas la entregó. Entre el público, se escuchó: “no se las vaya a quitar también”, lo que ocasionó la seriedad de Cué.
Al concluir el acto, el maestro (como todos se refirieron a Francisco Toledo) departió con los presentes, bebió una cerveza y comió los tradicionales platillos del Istmo de Tehuantepec, como las garnachas o molotes de plátano. ¿Qué gana usted con la cesión del Iago?, inquirieron algunos periodistas a Toledo. Con tono jocoso, dijo: “Un peso, un peso y no es deducible de impuestos. Este peso es efectivo y me lo voy a gastar yo solito, no tengo que pagar impuestos de ese peso”.
Toledo siempre estuvo rodeado de su familia y colaboradores, quienes se mostraron tristes.
Sin embargo, el pintor confió en que el INBA conduzca por buen rumbo al Iago y que sus familiares se mantengan al pendiente. Además, el pintor dijo que mientras él viva seguirá en el Iago.