Una pareja otomí quería registrar a su hija con un nombre otomí que llevaba un signo que no usa el español. El sistema del Registro Civil mexicano tomó esto como una osadía y los llevaron a un juicio y a un peritaje antropológico, en el que ellos tuvieron que demostrar que eran otomís para que su hija tuviera el derecho a tener un nombre en su propia lengua.
Así de arrinconadas se encuentran las lenguas en nuestro país, sin políticas públicas reales para la preservación y respeto de las lenguas, no solo México sino el mundo entero se encuentra ante el crudo panorama de una estimación que dice que en los próximos cien años casi la mitad de la lenguas del mundo habrá desaparecido.
“El ritmo con el que las lenguas se están perdiendo ahora, nunca se había visto” afirma la maestra en lingüística Yasnaya Aguilar Gil, originaria Ayutla en la Sierra Mixe, y que describe que primero estudio una licenciatura en literatura porque le gustaba leer y quería ser escritora.
“Finalmente estudias literatura y se te quitan las ganas”, cuenta Yasnaya, quien al definir lo que no iba hacer, se encontró con aquello que siempre había notado sobre la lengua que sus padres le heredaron.
“Como resultado de su abandono, el mixe no tiene los mismos estudios ni la misma gramática” comenta para quien las diferencias entre idioma y lengua no existen porque básicamente los dos son sistemas lingüísticos.
“Idioma es como darle un estatus social a un pueblo. En este contexto dialecto es más despectivo, llamar dialectos a las lenguas es discriminar”.
“La igualdad de las lenguas comienza desde el nombre, no hay ninguna razón científica que diga que una es mejor que otra”.
Afirma la coordinadora de cultura y eventos de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova y reflexiona sobre como una lenguas son reconocidas por el estado y otras no.
“Un lingüista rastreo el uso de la palabra dialecto y se dio cuenta de que, en la época colonial jamás los llamaron así. Fue hasta finales del siglo XIX a principios del XX cuando se empieza hacer uso del término coincidiendo con las campañas gubernamentales de castellanización”.
La táctica gubernamental para la construcción de un solo país de un estado nación, fue la instauración de un solo idioma, el español. Pues cuando llega la Independencia de México el 65 por ciento del país hablaba lengua indígena, ahora doscientos años después, solo lo habla el 6.5 por ciento de la población general.
Yasanaya define que, el uso real del término dialecto se refiere a la manera particular de hablar de una lengua, a su variante particular.
“Se llama lenguas a las que usan los gobiernos y los estados y dialectos a lenguas que quieres que los gobiernos y estados quieren que desaparezcan” establece Aguilar como síntoma inicial de discriminación y arrinconamiento.
Políticas que no son exclusivas de México, pues en Francia, modelo de estado nación en el mundo, existen doce lenguas que no son la lenguas del estado, razón por la que en el 2008 se lanzó una propuesta para reconocer a todas las lenguas existentes como lenguas nacionales, además del francés.
La academia de la lengua francesa se opuso con el argumento de que eso minaría la identidad nacional.
“Hay siete mil lenguas en el mundo y 200 países, entonces que pasa con las 6800 lenguas que se quedaron sin estado, que no tienen atrás una marina y un ejército que las están defendiendo”.
Expone Yasnaya y habla de un “lingüicidio” de las lenguas en el mundo. Citando al catálogo de lenguas amenazadas donde se dice que, cada tres meses está muriendo en promedio una lengua en el mundo.
“Fue el estado” apunta la lingüista sobre el origen de esta política de exterminio y rememora las instrucciones existentes para los maestros que iban a las entrañas del país a alfabetizar a sus habitantes en los años treinta y cuarenta.
“No vayas a aprender tú la lengua, porque si no vas a convertirte en un indio más que tenemos que incorporar a la cultura nacional”.
“Un niño puede educarse en japonés, en inglés, pero no puede educarse en mixe”.
Es así que la concepción de un estado único e indivisible va contra otra realidad indivisible: la existencia de pueblos distintos que hablan lenguas distintas.
“Las lenguas sobreviven a pesar del estado” considera la lingüista y habla sobre el doble rasero gubernamental que existe para abordar el tema de las lenguas indígenas.
“Si escribes poemas en tu lengua está muy bien, pero si intentas hacer un acta de origen ya no esta tan bien”.
Comenta Aguilar sobre un estado mexicano que organiza un premio de literatura en lenguas indígenas, pero que no garantiza que los jueces del registro civil puedan registrar un nombre en Mixe.
Toda esta campaña de arrinconamiento permanente ha dado por resultado que los niños ya no quieren hablar su lengua. Y el que sus padres ya no se las trasmitan por todo el proceso de discriminación que traen detrás.
Cuando se le pregunta a Yasnaya sobre que lenguas están desapareciendo en México, ella responde.
“Todas. El océano es el español y las lenguas son las islas, hay islas grandes e islas pequeñas en las cual la subida del nivel mar es la misma”.
“En las grandes esto no se nota porque tienen más tierra y parece que desaparece poco a poco, pero al final el mar se las terminara por tragar a todas”.
Como medida lucha para que esta extinción no suceda, la biblioteca Juan de Córdova, mantiene una campaña constante llamada “Todas se llaman lenguas”, en la cual Oaxaca es también Huaxyacac (náhuatl) A¨Kuej (triqui de Chicahuaxtla) Nundua (mixdtecao de Chacaltongo) Lua (zapoteco del Valle) o Naxitse (mazateco del oeste).
Todo en un estado con una multidiversidad lingüística enorme, que proviene de seis familias lingüísticas y que difícilmente se encuentran en otro lugar.
Yasnaya Aguilar sabe que hay que plantarle cara a este exterminio lingüístico, callado, sostenido y de un doble discurso político que lo hace aun todo más mortal. El día para hacerlo es hoy y el momento es ahora.
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