Cine de espías y piernas mortales

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“Esta no es esa clase de película”, es lo que se escucha continuamente en Kingsman: Servicio Secreto (EUA-Inglaterra, 2014), la cinta basada en el homónimo cómic de Mark Millar y Dave Gibbons, que redefine el cine de espías a partir de una propuesta en el que los villanos no se la pasan explicando sus planes y los agentes secretos son vistos como carne de cañón de intereses tan poderosos en los que ya no alcanzan a distinguir nada.

El cineasta Matthew Vaughn (Kick Ass, El pastel de capas, X Men: Primera Generación) vuelve a dar muestras de su oficio para transmutar géneros cinematográficos y darle a cualquier material esa ligereza contundente e irreverente que lo lleva a la cohesión de una divertidísima mezcla de autoparodia, homenaje y deconstrucción.

Harry Hart (Colin Firth) es el modelo del caballero ingles, que finge ser sastre pero en realidad es uno de los más hábiles espías de una agencia de servicio secreto, que no sirve a gobierno alguno, porque estos siempre pervierten todo. Ante el ataque frontal de un súper villano magnate de las computadoras, que no soporta ver sangre (Samuel L Jackson en una especie de Steve Jobs conoce a Julius Winfielfd) con plan maligno y filosófico para destruirlo todo, que involucra a los más poderosos jefes de estado y el cual pretende llevar a cabo con el respaldo de la matona con filos en lugar de piernas, Gazelle (bellísima y mortal Sofia Boutella).

Hart tendrá que neutralizar el asunto, con la ayuda de su protegido Eggs (Taron Egerton) joven pendenciero de multihabitacional jodido y padrastro golpeador, al que tendrá que convencer que no es un nacido para perder y que en una de esas hasta puede salvar al mundo.

Con una acción descarnada y lúdica, con ecos a la serie de televisión de los sesentas “Los Vengadores”, donde Patrick McNee y Diana Rigg enfrentaban a malvados conspiradores y multinacionales con toda la flema inglesa del que primero dispara y luego cuenta chistes (mucho más fresca de la ya agotada vena James Bondnesca), con el mejor papel del otrora Luke Skywalker (Mark Hamill) en 35 años (el cual ojala hubiera durado mucho más que los diez minutos que permanece en pantalla) con sadismo, decapitados y princesa suecas éticas y de sexualidad sacrificada, Kingsman es entraña pura de concentrado placer.

Una historieta de espías con hooligans, lavados de cerebro, trillonarios horribles, lecciones de buenos modales, comentario de clases sociales y un Michael Caine instalado en el mood snob, aristócrata y clasista de los grandes y ruines jefes.

Simplemente una cinta a no perderse. Con razón el director es aquel que se logró casar con Claudia Schiffer.