México: Pancho Villa, de héroe a “un simple bandido”

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En el techo de un centenario café en el centro histórico de Ciudad de México hay un agujero pequeño, perfectamente conservado. Muchas veces los comensales piden sentarse en la mesa que está debajo.

Según la leyenda, el agujero lo hizo de un disparo, en un momento de euforia, el general de la Revolución Mexicana Francisco “Pancho” Villa.

Esto de acuerdo con la leyenda, porque algunos historiadores insisten en que Pancho Villa nunca hizo tal disparo.

Ahora, el libro “La sangre llega al río” de Raúl Herrera Márquez, dice que hay mucho más en la vida del revolucionario que ha sido limpiado por la leyenda.

Y la realidad, asegura, es terrible.

Enemistad

Un penthouse cerca de la Avenida Coyoacán.

Por los ventanales se observa, inmensa, Ciudad de México. Al fondo, inmutables, los volcanes. Raúl Herrera es pulcro, pausado. Culto. No es escritor de profesión, sino pianista, bastante reputado en su país. En algún lado de este silencioso e iluminado lugar están sus instrumentos. Sobre la mesa aguarda su libro.

De 423 páginas, “La sangre al río” narra la historia del enfrentamiento entre Francisco Villa y la familia Herrera en los vertiginosos años de la Revolución Mexicana.

 

Parte de un cartel en el que EE.UU. ofrece recompensa por Pancho Villa y algunos de sus compañeros.

Un enfrentamiento que, dice el autor, terminó con la muerte de seis integrantes de su familia –todos hombres– y del propio Pancho Villa. Una narración oral que fue conservada por varias generaciones en su familia y que él se decidió a contar.

Y la historia de esta reyerta empezó con una alianza.

Según relata Herrera, sus familiares, encabezados por su tío Maclovio Herrera, “lucharon contra Porfirio Diaz y luego en los años siguientes combatieron en defensa del gobierno de Madero contra le revuelta Orozquista y contra la usurpación de Victoriano Huerta”.

En esa última etapa se unieron a la legendaria División del Norte, comandada por Pancho Villa. Sin embargo, cuando Victoriano Huerta cayó, Villa desconoció a Venustiano Carranza, uno de los principales líderes (luego sería presidente) y muy cercano a los Herrera.

Los hermanos trataron de disuadirlo.

“Hubo un diálogo telegráfico entre Villa y mi tío Maclovio, que empezó con cierta cordialidad y acabó a los insultos. A raíz de ese diálogo Villa prometió exterminar a mi familia”.

Exterminio

Lo que siguió es el tronco del libro. Maclovio Herrera murió tiroteado, en una confusión, por sus propias tropas. Su hermano Luis falleció defendiendo la ciudad de Torreón de los villistas.

“El momento más terrible para la familia fue en 1919, cuando Villa asesinó personalmente de un tiro en la cabeza a mi bisabuelo –José de la Luz– y a mis dos tíos, Ceferino y Melchor y colgó sus cadaveres de unos mezquites afuera del panteón de parral”, recuerda su descendiente.

Villa sacó la pistola y le dijo ‘¡viejo jijo! ¡Para que le duela más, antes de morirse va a ver cómo trueno a sus hijos!’

Del libro “La sangre al río”

En el relato, que toma varios capítulos en el libro, se dice que, cuando Villa estaba a punto de tomarse la ciudad de Parral, prometió respetar a todos los hombres. Sin embargo, los Herrera fueron separados.

Según el libro, José de la Luz retó a Villa a un duelo. Luego lo escupió. “Villa sacó la pistola y le dijo ‘¡viejo jijo! ¡Para que le duela más, antes de morirse va a ver cómo trueno a sus hijos!'”. Y así lo hizo.

“Los tenía maniatados y maniatados los mató”, murmura Héctor Herrera.

Sin embargo, en su libro “Pancho Villa, una biografía alternativa”, el escritor mexicano Paco Ignacio Taibo lo relata de otra manera.

Dice que Villa consideraba a los Herrera como traidores, no sólo por haberlo abandonado por Carranza, sino porque supuestamente les ayudaron a los estadounidenses cuando estos iniciaron una “expedición punitiva” para capturarlo luego de que ingresara a su país y se tomara la población de Columbus (la última vez que una fuerza extranjera ha ingresado a Estados Unidos).

En el libro, Taíbo consigna que Pancho Villa presenció la ejecución y luego ordenó que los colgaran con alambre de los mezquites.

El escritor dice que a lo largo de los años aparecen “las terribles historias de Pancho Villa, cíclicamente. La propia Elena Poniatowska cae en la trampa cuando cuenta la historia del asesinato de las soldaderas”.

“Villa era muy salvaje, muy de primeras reacciones, pero no era un sádico”, agrega.

Leyenda

 

La familia Herrera. Foto cortesía Raúl Herrera.

Villa es, junto a Emiliano Zapata, la cara más conocida de la Revolución.

Su figura, aunque más controvertida que la de Zapata, es objeto de gran respeto: multitud de calles y avenidas a lo largo y ancho del país llevan su nombre. Sus restos están enterrados en el Monumento de la Revolución, en Ciudad de México (aunque hay quien dice que no son los suyos).

En vida fue objeto de corridos y panegíricos, acompañado en algunas de sus correrías por el periodista John Reed (quien, antes de “Diez que estremecieron el mundo”, sobre la Revolución Rusa, escribió “México insurgente”) e incluso hizo un contrato con Hollywood para que filmaran sus batallas.

Tratar de desvirtuar un mito, como lo hace Herrera con Villa (lo califica de “simple bandido”), generalmente es recibido con furia. Sin embargo, desde su publicación a fines del año pasado, el libro ha sido recibido mayormente con silencio.

Eso parece estar cambiando ahora. Héctor Aguilar Camín, director de Nexos, una de las principales revistas del país, le dedicó dos artículos en un diario, en el que dice que el libro confirma algo que se ha sospechado desde hace mucho: que el presidente Álvaro Obregón (amigo aliado de Venustiano Carranza) estuvo vinculado al asesinato de Villa.

“Voy a matar a Francisco Villa”

Es la escena con la que empieza el libro. Jesús Herrera llega al Palacio Presidencial y le dice a Obregón que va a matar a Villa. Luego le relata cómo varios de sus familiares habían sido asesinados y él mismo había sufrido un intento.

“Mi tío dijo que no iba a pedirle permiso sino dos favores: que acuartelara la tropa ese día y le diera inmunidad después de matarlo”.

Cuando la visita está a punto de terminar, Obregón le dice a Herrera: “En lo que esté a mi alcance, ni a usted ni a los suyos les va a pasar nada”.

Casi tres meses después, Villa estaba muerto.

Durante la conversación, Raúl Herrera no tiene palabras elogiosas para Pancho Villa, pero encuentra algo positivo en su “enaltecimiento”.

“Muchas personas que tienen una profunda preocupación por la pobreza, por la desigualdad social necesitan encontrar un ícono que les represente el símbolo de esa lucha y lo encuentran en Villa”.

Raúl Herrera Márquez dice que tardó escribiendo el libro 14 años y uno más en corregirlo. Y que decidió hacerlo porque las nuevas generaciones de su familia estaban olvidando lo ocurrido.

Ahora está seguro de que al menos eso no va a suceder.