Grupo México seca a Sonora; peligra principal río del estado

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La explotación minera de Grupo México acaba con los pozos y el río Sonora, principal afluente del estado, acusaron especialistas, pobladores y activistas.

En entrevistas, señalaron a la empresa de tener desde hace cinco años una campaña abierta de “acaparamiento de pozos” para mantener su “monopolio” sobre el agua.

En el Registro Público de Derechos de Agua (Repda), la minera Buenavista del Cobre —propiedad de Grupo México— ostenta a su nombre 14 títulos de concesión que amparan 93 pozos. Sin embargo, se ha apoderado de al menos otros 30 de uso agrícola, pecuario y múltiple.

El 6 de agosto pasado, un derrame tóxico de la minera afectó directamente a 25 mil habitantes de los municipios vecinos al río Sonora, afluente que tiene un déficit anual de 300 millones de metros cúbicos, volumen que serviría para abastecer durante tres años a los habitantes de Hermosillo.

Otra de las anomalías consiste en la falta de supervisión de la Conagua sobre 200 represas o diques construidos en ranchos ganaderos y que cortan la corriente natural del río Sonora, financiados por la Secretaría de Agricultura.

Grupo México envenena río Sonora

Especialistas, pobladores y activistas denuncian que Grupo México ha conformado un monopolio del agua, donde acapara pozos. Ninguno de los títulos expedidos en favor de la empresa cuenta con permiso de descarga, y lo que alguna vez fue agua limpia hoy mata flora y fauna a su paso, mientras el negocio le reditúa a su dueño 4.4 millones de dólares diarios.

El Grupo México gana 4.4 millones de dólares al día a expensas de la sobreexplotación del río Sonora.

El río Sonora es una cuenca enferma por la minería que utiliza el afluente como drenaje de sus residuos tóxicos, donde la minera mantiene una guerra por el agua como parte de su proceso de expansión.

La voracidad de la industria, la existencia de represas y el derrame en la mina Buenavista del Cobre del pasado 6 de agosto tienen al borde del colapso a este cauce que es símbolo histórico, cultural y productivo del estado.

El déficit anual del río Sonora es de 300 millones de metros cúbicos —lo suficiente para abastecer a todos los habitantes de Hermosillo durante tres años— porque se extrae más agua de la que se recupera con las lluvias.

Los aproximadamente 200 aprovechamientos de agua construidos en ranchos ganaderos (represas o diques), que cortan la corriente natural, fueron financiados en su momento por la Secretaría de Agricultura, pero carecen de la supervisión del Organismo de la Cuenca Noroeste de la Comisión Nacional del Agua (Conagua).

En los últimos cinco años, Grupo México, cuyo director ejecutivo es Germán Larrea, conformó un monopolio del agua en la región, donde mantiene una campaña de compra de pozos a ejidos y particulares.

De acuerdo con el Registro Público de Derechos de Agua (Repda), Buenavista del Cobre ostenta a su nombre 14 títulos de concesión, que amparan 93 pozos en una entidad con clima desértico para extraer más de 44 millones de metros cúbicos cada año.

De manera cuestionada, la empresa se apoderó de al menos otros 30 pozos de uso agrícola, pecuario y múltiple de los ejidos Emiliano Zapata, Ignacio Zaragoza, 16 de Septiembre y Vicente Guerrero, así como de algunos pequeños productores, con lo que incrementa sus niveles de explotación minera a cielo abierto.

En la información disponible en la página electrónica de la Conagua, se expone que ninguno de los títulos expedidos en favor de la empresa —entre enero de 1997 y septiembre de 2013— cuenta con permiso de descarga, lo que significa que legalmente no puede realizar el vertido de aguas residuales.

Humberto de Hoyos Robles, habitante de Cananea, denunció que Grupo México compró los derechos de extracción de agua de la mayoría de los siete ejidos que hay en el municipio.

El también ganadero y dueño del rancho San José del Carrizo comentó que los propietarios que no aceptan vender de todas maneras se quedan sin el recurso, porque Buenavista del Cobre perfora a mayor profundidad en los terrenos de los vecinos y seca sus pozos.

“Si eres un pequeño propietario y tienes un pozo de equis profundidad, ellos perforan más abajo y por supuesto se reduce el nivel del agua y obviamente te dejan sin agua”, indicó el ingeniero civil.

Alfonso Gardea Béjar, académico del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD), dependiente del Conacyt, explicó que aunque la adquisición de pozos por parte de Grupo México puede ser legal, no quiere decir que haya justicia en este acaparamiento, porque mientras los pueblos ribereños tienen limitaciones en el uso del agua, la mina hace un despilfarro del recurso que bombea del subsuelo.

“Ellos los han comprado, esto no quiere decir que haya justicia en eso, sin embargo, es muy probable, es altamente probable, que la adquisición de pozos se haya hecho bajo bases legales, lo que no necesariamente es justo”, insistió.

De acuerdo con un estudio financiado por la Conagua denominado Programa Detallado de Acciones de Gestión Integral para la Restauración Hidrológica del río Sonora, que no pudo hacerse público porque ocurrió la tragedia en la mina Buenavista del Cobre, uno de los tantos problemas que enfrenta la cuenca es que no existe vigilancia de los pozos ni se contabilizan las extracciones, por lo que nadie sabe cuánta agua gasta en realidad Grupo México.

El trabajo elaborado por especialistas del CIAD señala que al menos 10% de los pozos no están regularizados o exceden los volúmenes concesionados.

“Por lo que una estimación del déficit debido a aspectos de control y vigilancia sería de 104 millones de metros cúbicos al año (la tercera parte del caudal que hoy le falta al río Sonora)”.

Jaime Varela Salazar, maestro emérito de la Universidad de Sonora (Unison), advirtió que la minera requiere de mucha agua y sus concesiones deben estar muy bien vigiladas, con sellos y medidores.

“Debe haber un seguimiento, revisar que no estén sacando más agua de la que se les permitió, no vaya a ser que acaben con los mantos acuíferos”, alertó el ingeniero químico.

Ana Lilia Ross, integrante de la Asociación Regional Ambiental Sonora-Arizona (Arasa), dijo que hay estimaciones que establecen que la mina Buenavista del Cobre ocupa entre dos mil y 10 mil litros de agua por segundo, en una operación que se mantiene las 24 horas del día durante los 365 días del año.

La activista lamentó que además del abuso en el consumo del agua, Grupo México esté acabando con el nacimiento de los ríos, al destruir las montañas que son los sitios de recarga natural.

Detalló que el clima en el municipio está cambiado, después de que desapareció lo que era la Sierra de Cananea, que prácticamente fue triturada en busca de minerales y también con las recientes incursiones en la montaña de La Elenita, lo que provoca que haya menos nevadas y más calor en la zona.

“Lo peor del caso es que también ya van por La Elenita, ya le están llegando. Estamos viendo cómo nuestros cerros están desapareciendo”, manifestó.

Patricio Estévez Nenninger, especialista en desarrollo sustentable, subrayó que, según cálculos de la propia industria minera, por cada tonelada de tierra que pasa por la molienda se obtiene un gramo de cobre.

Recordó que en el año 2000, un intento por proteger la zona serrana de la cuenca alta del río Sonora, a través de la creación de un área natural protegida de carácter federal, fue bloqueada por Grupo México, ya que veía en esta iniciativa un peligro para sus futuros proyectos de expansión.

Agregó que la propuesta de decreto de la Reserva de la Biosfera de Mavavi pretendía asegurar “la mejor fábrica de agua para Sonora y Hermosillo”, pero no prosperó porque hubo “compra de conciencias”.

Excélsior buscó a César Lagarda Lagarda, director del Organismo de la Cuenca Noroeste de la Conagua, con el fin de conocer los datos exactos sobre el número de pozos en poder de Grupo México, el volumen de extracción de agua y las medidas para la recuperación la cuenca hidrológica del río Sonora. El funcionario federal dijo que debido a la “veda electoral” no podía atender la petición para una entrevista en torno a la problemática del agua provocada por la mina Buenavista del Cobre.

Minera usa más agua que Cananea

El trabajo de la empresa sólo se interrumpe algunas horas durante la noche.

Desde el Observatorio Astrófisico Guillermo Haro, instalado en la cima de la sierra La Mariquita, a dos mil 470 metros de altura sobre el nivel del mar, Cananea, “Cuna de la Revolución Mexicana”, luce como una manzana que se oxida en las partes donde Grupo México va encajando los dientes.

El verde de las sierras de Los Ajos, Buenos Aires y La Purica contrastan con las tonalidades color café de la mina Buenavista del Cobre, donde la actividad sólo se detiene por unas horas cuando cae la noche.

Al fondo se observa la presa de jales de color rojizo que guarda “todo el cochinero” acumulado en 25 años y que es más grande que la zona urbana del municipio.

“La presa de jales es una bomba de tiempo muy potente, muy peligrosa, que no quisiera que sucediera, pero enfrentamos el cambio climático y si se llega a presentar una lluvia que dure más de 10 días la arcilla de los bordos se va a remojar y, por efecto de saturación, se va a deshacer como un terrón de azúcar”, alertó Patricio Estévez Nenninger, también consultor ambiental.

A tres kilómetros hacia el sur, fuera de la propiedad de Grupo México, corre al aire libre un afluente de color gris con un penetrante olor a solventes que se dirige en línea recta a la laguna de lixiviados y que va matando flora y fauna a su paso.

Son los llamados jales o desechos de la planta concentradora, donde con la ayuda de productos químicos y reactivos polímeros se separa el cobre, oro y plata de los materiales que no sirven.

Al estar parado ahí, en la parte alta del río Sonora, resulta difícil imaginar que en algún momento esa corriente letal fue agua limpia que entró a la mina directamente de los pozos y que sin ningún tratamiento es liberada para que siga su cauce natural hasta la presa donde habita el monstruo tóxico, que amenaza a todo el estado.

Agua potable que se convierte en un torrente mortífero, que lejos de ser aprovechada para su reúso, termina almacenada, lo que aumenta día con día el riesgo de una catástrofe mayor.

“Cuando esa agua llegó a la mina era potable, es la que se sustrae de todo el valle. A la minera le es más costeable, bombear más agua que reciclar el agua”, reveló el ingeniero civil Humberto de Hoyos.

“La minera utiliza varias veces más agua de la que consume Cananea”, aseguró.

Nadie quiere ver los daños

Las filtraciones y lagrimeos en la llamada presa de jales, contigua a la mina Buenavista del Cobre, continúan día y noche sin ningún control sobre el Ojo de Agua de Arvayo, lugar donde nace el río Sonora, que desde la cuenca alta hasta la entrada a la ciudad de Hermosillo recorre alrededor de 320 kilómetros.

A pesar de que en 2014 la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) realizó visitas de inspección a la empresa propiedad de Germán Larrea, con motivo del derrame que afectó a 25 mil personas, parece que no se tomó la molestia de acudir al sitio o pasó por alto la contaminación que se registra del lado sur de la enorme laguna de lixiviados.

Después de caminar tres kilómetros a campo traviesa para burlar los retenes de seguridad de trabajadores mineros y de policías del Servicio de Protección Federal (SPF), contratados por Grupo México para evitar la mirada de los curiosos, Excélsior constató la existencia de pequeños arroyos con agua teñida de colores que van del azul turquesa al ocre.

Los más recientes estudios realizados a cinco tomas de agua del rancho Ojo de Agua, arrojan que hay altas concentraciones de cobre, cadmio y plomo, que son metales pesados que producen efectos nocivos a la salud, ya que a mediano y largo plazo pueden ocasionar daños hepáticos, pulmonares, renales, reproductivos y neurológicos.

El inmueble es propiedad de Rafael Díaz Rivera, ubicado a 500 metros, debajo de la cortina de arcilla y conglomerado que debiera contener los desechos tóxicos de la mina Buenavista del Cobre.

Los resultados de las muestras enviadas al Laboratorio de Residuos Tóxicos del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD) indican que la presencia de cobre es de 10.63 miligramos por litro, muy por arriba del límite máximo permitido de 2.00 miligramos por litro, que establece la NOM 127.

El 15 de septiembre de 2014, los 14 copropietarios del predio denominado Ojo de Agua de Arvayo hicieron público un escrito en el que solicitan ser incluidos dentro de las comunidades afectadas por la contaminación de la mina Buenavista del Cobre, debido a las fugas de la presa de jales.

El fantasma de Cananea

A pesar de que la salud es una asignatura pendiente en Sonora y que en este municipio cada vez son más los casos de cáncer, enfermedades renales y problemas respiratorios agudos, por causas ligadas a la contaminación de la mina Buenavista del Cobre, el recién estrenado Hospital General de Cananea es hoy un elefante blanco.

El pasado 18 de febrero, el gobernador Guillermo Padrés Elías y la titular de la Secretaría de Salud, Mercedes Juan López, inauguraron las instalaciones para dar atención universal a cerca de 40 mil pobladores de la región.

De esta forma, se veía coronada la larga lucha de organizaciones sociales y mineros que inició en mayo de 2008, cuando la entonces Mexicana de Cananea decidió retirar el subsidio al Hospital de El Ronquillo, lo que provocó su cierre, dejando sin servicios de salud a sus trabajadores y la mitad de los habitantes del municipio.

En la ceremonia, el mandatario estatal agradeció el apoyo de la Federación “por unirse a esta gran obra que ha devuelto a los cananenses el derecho fundamental de tener un servicio de salud de primer nivel”.

El gobernador de Sonora y la titular de Salud hicieron un recorrido por el hospital construido en un terreno de 14 mil 600 metros cuadrados, lo que representó una inversión de 252 millones de pesos que aportó el gobierno federal, el estado y Grupo México.

Dos meses después de que se cortó el listón inaugural, el Hospital General de Cananea, ubicado en el kilómetro 79 de la carretera Agua Prieta-Cananea, luce completamente abandonado.