Mar de Fondo: La Clase Política Nacional es Local

0
218

Oswaldo García Criollo

Muy mal ha caído la noticia de la suspensión del proyecto de ferrocarril de alta velocidad entre las ciudades de México y Querétaro. A esto se sumo la del peninsular. Solo quedó en pié, hasta donde sabemos el ferrocarril México-Toluca.

En materia ferrocarrilera México tiene un atraso enorme. Heredamos del Porfiriato una red de 20 mil kilómetros y sigue igual en longitud o menos. En esa época los ferrocarriles mexicanos florecieron y los abuelos aun recuerdan con nostalgia lo funcional de su servicio. Se puede decir que hasta los años 50 tuvimos ferrocarriles aceptables, tanto en carga como en pasajeros. A partir de los años 60 empezó el declive acelerado después de los noventa con su privatización se les dio el tiro de gracia. El servicio de pasajeros se suspendió y en la actualidad solo presta servicios de carga en las principales ciudades y puertos.

Algo de esto nos vino de Estados Unidos, donde también han tenido un retroceso en la materia, a grado tal que se encuentran muy por debajo de países de Europa como Francia, España y Alemania, los lideres. Y en el caso de Asia por debajo de Japón, China y Corea del Sur. Al igual que los EU en México se privilegió la construcción de carreteras para el tráfico terrestre y la de aeropuertos para el tráfico aéreo. Solo viajan en avión una minoría de 20 millones de mexicano. Hay otros 30 que lo hacen ocasionalmente y 65 millones que solo los ven pasar desde sus pueblos, comunidades y colonias populares. Esto es parte de las terribles desigualdades que se dan en nuestro país. Las personas que hacen uso del ferrocarril son varios cientos de miles de centroamericanos sobre todo, que usan este medio para llegar a la frontera con Estados Unidos. Es la famosa “bestia”.

No escapa al criterio de muchos mexicanos que los proyectos de trenes cancelado por el Gobierno Federal eran parte de un jugoso negocio del grupo político mexiquense adueña-do de Los Pinos. Es el viejo método del enriquecimiento a través de la obra pública en la que fue un maestro el Prof. Carlos Hank González, icónico personaje de la política nacional y antecesor del grupo Atlacomulco. El Presidente Peña Nieto es un fiel seguidor de ese método. Sin embargo, hay que reconocer que las obras públicas por las que se enriquecen son necesarias y funcionales. En eso son cuidadosos, al contrario de otros estados en los que el robo es descarado y cínico. Obras mal hechas, inservibles y extremadamente caras por el exceso en la cadena de intermediación son lo normal.

La coyuntura del crecimiento de la mancha urbana que se desbordó del DF hacia el estado de México por los años 60 fue el acicate para la urbanización y las obras públicas en esa entidad. Floreció así una clase política enriquecida desde el poder y aliada con empresa-rios de la construcción, los medios, el transporte y todo lo que sean negocios concesiona-dos, tipo gasolineras, autopistas, fraccionamientos, centros comerciales y otros.

Impedido por la Constitución, el Prof. Hank González no pudo llegar a la Presidencia de la República. Tuvieron que pasar otros 5 sexenios para lograrlo con Peña Nieto. Así tenemos en el poder Ejecutivo federal a una clase política de nivel estatal. (De los estados de México e Hidalgo). Buenos para la grilla, la demagogia, el chayote y las rapacerías. No niego que algunos de ellos tengan alcances nacionales y unos pocos hayan estudiado en EU, pero si analizamos sus hojas de vida veremos que son muy locales, poco entende-dores de la política internacional y global que ahora se debe practicar. Salvo garbanzos de a libra como Agustín Carstens en el Banco de México, no tenemos un funcionario o político de nivel y entendimiento global. Por eso vino en su auxilio otro destacado político de altos vuelos como lo es Angel Gurría de la OCDE para hacerles algunas recomendacio-nes que gustosos aceptaron.

Somos la economía 14 del mundo, un país con 117 millones de habitantes, con frontera de 3 mil kilómetros con EU (el mayor mercado del mundo), pero nuestra clase política en el poder federal es de segunda categoría. Así están las cosas.