La tonalidad sonora según Eduardo Farres

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“Creo en la música tradicional, no en la música folclórica, porque la folclorización de lo tradicional supone creer en un pasado que no nos cuestiona nada.”

Esta es solo una de las muchas perlas que suelta Eduardo Farres y a la cuales hay que estar atentos.

Compositor, músico, iconoclasta, hombre de mucho fuelle y de muchas palabras, Farres considera que a sus dos tierras, la natal, Cuba, y la actual, Oaxaca las une el ocio fecundo, esa facilidad para que todo el tiempo, en sus calles, en sus paredes, estemos escuchando gente que está tocando un instrumento.

“Soy hijo adoptivo de México, los hijos adoptivos somos fanáticos de nuestros padres, a veces más que los naturales, porque tenemos que comprobar ese amor . Yo no me acuerdo que no soy mexicano salvo cuando me preguntan de dónde soy.”

Hijo de un matrimonio de una melómana y un músico de percusiones, avecindado durante mucho años en el país materno, Argentina, del que conserva cierto acento, Farres llega a la ciudad de México dos meses después del devastador terremoto de 1985, con una beca para estudiar tres meses música en una master class orientada a jóvenes guitarristas clásicos.

“Mi primer encuentro fue con un México en ruinas pero movilizado, sacudido en muchas cosas. Que contrastaba con la Argentina de dictadura militar de la cual venia, con una diáspora artística de exilio interior.”

En México Farres se encontró inmerso en una época creativa muy fecunda, en la que se insertó una explosión de la danza contemporánea (estallido que, terminaría haciendo blanco en el músico más temprano de lo que él esperaba).

Maestros como el pianista Francisco Téllez lo llevan a su llegada a tierras aztecas a abandonar la guitarra clásica y encantarse por la guitarra eléctrica, como un vehículo expresivo que tenía que ver mucho más con lo que Farres quería hacer con su música y con sus resultados.

“Me permitía tocar con otros músicos, asistir a la experiencia del ensamble. Tocar con un baterista, contrabajista, saxofonista y yo intuí que era por ahí. Empecé entonces a interesarme en la composición.”

Sobre esto último Farres afirma que, no cree en los géneros. “Me fatiga mucho la pureza en el arte, esta solo engendra monstruos.”

“Él lo hago así y así va a hacer para siempre, no tiene que ver conmigo.” El músico se pronuncia siempre pendiente del mestizaje, desinteresado en las músicas puras, pero si en los resquicios que tienden entre ellas.

Vinculado al rock mexicano de los ochentas y noventas, Farres grabó discos para Polygram, o producidos por Rockotitlan, con bandas de ska y reggae, de las que prefiere no mencionar nombres “porque son parte de un pasado muy remoto.”

El guitarrista recuerda las racias policíacas que, caían para encerrar a chavos que solo querían vibrar al ritmo de las nacientes La Castañeda y Maldita Vecindad.

“Los grandes protagonistas del rock nacional escucharon los discos equivocados, les pego el pop y no el progresivo.”

Menciona a Consummatum Ests, grupo mexicano a la King Crimson (quien para Farres es piedra angular en su manera de entender la música) como ejemplo de una banda nacional que realmente tenía detrás un background que musicalmente valía la pena.

“Con visos de querer hacer algo menos complaciente. Pero la medida del rock mexicano de esa época era o Soda Stereo, Depeche Mode, o The Cure, bandas que realmente a mí no me interesaban, yo venía de escuchar Frank Zappa, Jethro Tull, Genesis , Yes.”

“No me gusta la música apolítica, aséptica, el pop liviano disfrazado de rock.”

Es en esos años donde el rebelde Farres conoce a la que sería su esposa, la bailarina y coreógrafa Laura Vera, quien estaba estudiando en el ballet nacional , y con ella y de su mano, termina de descubrir esa hipnosis por la danza contemporánea que ya no lo dejaría jamás.

Recuerda en particular la presentación de la compañía Barro Rojo en Ciudad Universitaria de la UNAM, quien junto al fallecido músico Jorge Reyes descubrieron e imaginaron una música prehispánica con sintetizadores.

“Una idea muy de los ochentas y noventas” dice Farres entre risas, pues nadie sabe realmente como era la música antes de la llegada de los europeos.

“La danza contemporánea es un arte incomprendido , el bailarín es el intérprete más excelso, porque el tiempo le corre en contra, alguna vez le escuche decir a una gran coreógrafo , justo cuando uno entiende que es la danza ya no te sube la pierna.”

Farres cuenta que empezó haciendo música para danza desde la ignorancia total, donde generalmente los coreógrafos toman música que ya está hecha y la editan, lo cual al entrevistado le parece una práctica a lo menos “abominable.”

¿Porque nadie se escandaliza cuando alguien va a presentar una coreografía y mutilo a Bach, Jaco Pastorius y Paco de Lucia, entregando algo sin sentido?

El compositor suponía que. la música era una parte de fundamental de la danza, pero se dio cuenta que no, que un bailarín puede bailar sin música que lo acompañe.

La música añade un gesto más, que a la larga resulta fundamental. “Igor Stravinsky decía que, la música para ballet no es un agregado a la trama coreográfica, sino un signo que fija su mirada en el cuerpo humano para revelar claves y dialécticas.”

Víctor Rasgado, uno de los más grandes compositores y músicos contemporáneos de México (cuyas composiciones se han escuchado hasta el lejano Uzbekistán) fue para Eduardo un antes y un después.

“Hace diez años dio un taller gratuito en Oaxaca, la gente siempre dice que esta ciudad está siempre en la marginalidad más absoluta, y cosas como estas te dicen que no es cierto.”

Un taller de aprendizaje de herramientas compositivas, con análisis de ballets, operas, música para cine y similares llevaron a Farres a reformatear ese disco duro suyo, donde estaba muy seguro de lo que yo creía saber y en el que al final no sabía nada.

“Rasgado me dijo, -la tonalidad ha muerto- . Para un músico como yo que tenía a la funcionalidad armónica en un altar y como una razón de la composición, eso fue demoledor. Ahorita me da risa, pero en su momento preocupo mucho.”

Revisando cintas del pasado Farres se encontró con las colaboraciones que había hecho con grandes músicos, como los clarinetistas Pedro Cervantes y Fernando Domínguez, el percusionista Iván Manzanilla y el trombonista Faustino Díaz, en la interpretación de sus propias obras para ensambles de instrumentos de aliento.

El músico decidió entonces llevar a cabo un disco de compilatorio, con cerca de treinta composiciones de mísisca para cámara, y que se vincula con su experiencia componiendo música para danza, donde ha complementado más de veinte montajes escénicos

En los cuales ha tenido que ser parte incluso ya del movimiento de las propias coreografías.

“Moverme en un escenario con bailarines como Laura Vera, Giovanni Pérez o Rosario Ordoñez, fue absolutamente traumático, pero es una experiencia transdisciplinaria que me hace entender mejor mi quehacer.”

Transdiscplina que ha llevado a Farres a experimentar en sus composiciones melódicas dancísticas con material sonoro producido por los mismos bailarines, donde la percusión del cuerpo, de la voz, de la madera en los zapatos, de los pasos que retumban en el piso, forman la parte esencial de un todo.

“Una mala música puede arruinar una buena coreografía.” puntualiza Farres, y menciona al Foco Rojo, estudio de grabación donde está construyendo su álbum, como “uno de los espacios de creación más importantes que tiene Oaxaca en este momento.”

“Solo aquí podría haber exhumado las cintas de mis grabaciones en vivo y en estudio, remasterizarlas, curarlas y contextualizarlas.”

El álbum (primero de un proyecto de cuatro discos, que incluye uno de cuerdas, otro de percusiones y otro más de composiciones hechas en colaboraciones con amigos músicos) incluirá además dos piezas hechas para banda sinfónica.

Según Farres, su música tiene que ver con el aire, con el aire que danza. Con el aire que se mueve y envuelve la percepción de caer siempre en el momento preciso para vivirlo todo.

Ese aire en el que el músico cuenta que, vive lo que vive un Oaxaqueño, “ese olor a caos en esta democracia de helicópteros.”