Fogonero: Catapulta Dreaming

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Por Rodrigo Islas Brito

El Chá, Iñaki y Jay de la Cueva, de Moderatto dando pláticas de managment empresarial me pareció una propuesta extraña, luego me dí cuenta de que en realidad fue genial.

Era ya el tercer día de la tercera edición del festival Catapulta, un foro de innovación empresarial con tintes alternativos e independientes que se ha celebrado durante cuatro días en la Calera, una especie de parque temático metálico ecológico, que emula un poco, pero en un mucho menor espacio al parque la Fundidora, de Monterrey, Nuevo León.

Una especie de museo de los vestigios de una era industrial en una ciudad (Oaxaca) que nunca la tuvo, con sus hornos calcinados por el tiempo, sus escaleras derruidas y en pie y sus canteras agotadas en su solemnidad retro kitsch.

Gracias a mi trámite tardío para la acreditación de prensa, era imposible saber paso por paso de las identidades, los horarios y las propuestas de los expositores.

Los programas de mano se habían agotado, y los que me podían prestar solo estaban en inglés. Además me habían puesto una pulsera amarilla de prensa, que según me dijeron no me podía quitar ni para bañarme, pues deberá estar ahí hasta el concierto de Ximena Sariñana de esta noche, el cual confieso fue mi primer motivo para acercarme al festival.

Me empezaba a sentir prisionero justo cuando repare en que cerrar horribles pulseras en las muñecas de los asistentes era una práctica común en Catapulta, mujeres y hombres del público tenían brazaletes que decían AllAcces (señal de que iban a poder entrar a todas las fiestas) o Calera (señal de que no iban a poder entrar a ningún otro lado).

Una persona de la organización del festival me contaba cómo horas antes una señora gringa se había parado en el escenario a decir lo enojada que estaba con el mundo actual, para después empezar a hablar sobre los animales y la naturaleza humana.

“Eran las nueve de la mañana, de esas de que estas en la hora en las que lo escuchas todo, y cuando vi, ya había yo soltado mis lagrimitas.”

En el escenario un chico desgarbado daba una catedra sobre las bondades de una marca de mezcal que era hecho por señoras de una comunidad, en los pasillos rondaba un sombrero para recabar dinero entre la audiencia, con un letrero que decía, “ayudemos a Cachimbo.”

En la entrada, minutos antes había notado que los gafetes para los asistentes se dividían en tres categorías: Creativo- Ponente- Socio.

Cuando le pregunté a la cofundadora del Festival el porqué de esa división, respondió que no tenía idea, que a ella también la clasificación de “Creativo”, le había parecido muy extraña.

En la extrañeza vi llegar a Alfredo Arias King, director de Ejido Verde, asociación o empresa (nunca me quedó claro) dedicada a extraer resina de los árboles, con fines de uso industrial, de un lugar en la Sierra Purépecha.

Todo con la participación y trabajo de los lugareños, y sobre todo el apoyo de un jefe purépecha muy sabio. “Que esta vez no vino, pero que les puedo traer el año que viene.”

King era entrevistado, comentaba que cuando llevó su testimonio de éxito a otros foros económicos, pidió que se fusilaran su idea.

Mientras un compañero reportero apunta los 70 mil indígenas purépechas beneficiados con esta historia de triunfo y cooperación social, empiezo a sentirme como si estuviera en una emisión más del Teletón.

Intento subvertir mi amargura y verlo todo con un cariz de “picheo”, palabra que mucho se ha mencionado en el lugar, y que según entiendo quiere decir algo así como “no importa cuántas veces te cierren la puerta en las narices, tú sigue intentando aunque las abaniques todas.”

Al fondo de la Calera, en un lugar al que han llamado el Santuario , colocado bajos dos columnas de las ruinas industriales, frente a una estructura triangular repleto de velas curativas, se da una dinámica de citas entre emprendedores (que no queda claro si son los “socios”) y asesores (que al final pueden ser los tan mentados “creativos”)

En un intermedio compruebo que no soy el único, un empresario, la única cara conocida de Oaxaca que he reconocido entre todos los asistentes, me dice sobre el Festival.

“Como que no está muy clara la jugada. Vienen, exponen, te presumen y después ¿qué?”

El informante usa la palabra “motivacional” para referirse al evento.

Pienso entonces en los tres integrantes de Moderatto y sus historias compartidas de éxito, encarnadores de un estilo de música a la que ellos mismos han calificado como una broma.

Modelo perfecto de éxito calculado, dirigido y en estricto sentido, un tanto cuanto fraudulento. Lo cual, al final, suena a motivación pura.

Volteo hacia la entrada y me llama la atención ver a un chavo chaparrón pero musculoso con cara de que se lo está jugando todo, platicarle a una modelo que ubico de algunos videos de los noventas de Plastilina Mosch o la Victimas del Doctor Cerebro (y que ya no tiene el rostro que yo amaba), su proyecto de Jardín de innovación y Plataforma de sostenibilidad.

La modelo pone un gesto de intriga y yo también. En el escenario ya han escogido a cuatro voluntarios bilingües para llevar a cabo dinámicas participativas en las que las tres chavas y el chavo sostienen rombos blancos.

“Vamos a captar la inteligencia que está presente en este cuarto”

Comenta un hombre que juega el papel de animador, mientras me preparo para lo peor.

Con audífonos con traducción simultáneainglés-español, el público son en su mayoría estadounidenses, o mexicanos que parecen estadounidenses.

Hay unas cuantos locales que entusiasmados se entregan a mencionar ejemplos de las similaridades existentes “entre Santa Fe, una ciudad del New México, y Oaxaca, su similar en el Old México.”

Específicamente entre la fundación filantrópica Asociación Los Álamos, y similares oaxaqueños que se dediquen a una labor altruista, comunitaria y económicamente redituable. Ninguna engloba todas las bondades de la asociación gabacha, pero las que se acercan son escritas en los rombos que sostienen los cuatro voluntarios, quienes ya lucen con cara de agotados y con espasmos en los brazos que han mantenido levantados.

Pienso que hubiera sido mejor usar una pizarra, pero la dinámica defiende su sentido cuando los trombos son juntados, con algunos problemas psicomotrices de los involucrados, en una sola figura que se supone debe remitir a la enorme tierra de oportunidades que es Oaxaca.

En el coffe break me doy cuenta de que veo gente que solo he visto en Caras, blancos, bonitos, bien vestidos, espigados, con estilo. La actriz Martha Cristiana y el publirrelacionista Rodrigo Peñafiel, socialites de alto impacto, lucen más normales en persona que en las fotos de alta definición de la revista.

De hecho me extrañaría que uno de los medios acreditados no fuera el de Caras, más tarde en la fiesta del día, un reportero de Wired me confirmaría que hay otros dos medios acreditados de revistas de México (Vice está en la lista de organizadores del festival) y una chica de sociales del Excélsior (a los medios locales solo nos han tocado las pulseras)

Me siento en medio de Polanco o la Condesa aunque nunca haya estado mucho tiempo ahí (con Jay de la Cueva con la barba de un rabino, escoltado por dos bellas chicas). En Facebook me encuentro minutos más tarde, con una nota que parece corolario.

“En un rincón de La Calera se encontraba “El Santuario”, un espacio pensado para descansar y conectar con la parte espiritual por medio de ceremonias de té, aromaterapia, lectura tonal, pláticas inspiracionales y pequeños sets musicales.”

“El Santuario era el principal punto de reunión de los artistas, muchos de ellos extranjeros, quienes se mostraban maravillados por las posibilidades de reconectar con la naturaleza y su ser interior. Entre las inspiradoras pláticas, encontramos la de la chef Claudia Ramírez, quien compartió su pasión por el arte culinario, y habló acerca de la importancia de llevar una alimentación sana y de ser conscientes de lo que consumimos.”

El amigo que ha posteado la nota la ha rematado con un “¡no mamen!” Pienso lo mismo.

Regreso al evento a ver a Toy Selecta y al Instituto Mexicano del Sonido en su plática inspiracional. Me encuentro con los dos sentados esperando su turno, en el escenario los ponentes pasan con vértigo de quince minutos, pues la programación va retrasada.

Pasan rápido los datos que el activista cibernético Carlos Brito da sobre el control de facto del gobierno mexicano en los datos individuales de las redes sociales, los cuales tienen a todos con cara de susto y a una chica pronunciando en voz alta un “no puede ser.”

“Si ustedes quieren hacer la revolución por internet van a tener que contratar el paquete premiun, con el paquete sencillo no van a llegar muy lejos.”

Comenta Brito sobre las nuevas tácticas de control para la red, no puede decir mucho más, pues el tiempo es justo y el mensaje es lo de menos.

Tengo otra cosa que cubrir y tal vez ya no pueda esperar a los músicos inspiradores, cosa que confirmo cuando veo subir al cuate que horas antes le había explicado su proyecto de Jardín de Innovación y Plataforma de sostenibilidad, a una modelo con el rostro intrigado.

Le han advertido que tiene el tiempo justo y que el cronometro está corriendo, pero el entusiasta emprendedor no se amilana y con el timming cómico de un stand-up le hace una pregunta a un público que se la piensa dos veces para contestar.

“¿Qué tipo de ancestro va a ser usted?”

Ya está, es la señal, horas antes al llegar me había prometido que cuando la motivación y la inspiración alcanzaran un termómetro a tan largo tiempo, me iría de ahí.

Afuera hay una flotilla de suburbans turísticas esperando, sé que no me subiré en ninguna. Sigo caminando.