CAI 2015: En resistencia contra el cacicazgo cinematográfico nacional

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El Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE) tiene actualmente en marcha una convocatoria para apoyo a postproducción de cortometraje en la que tiene asignado un recurso al ganador de doscientos mil pesos, mismos de los que según se estipula el realizador triunfante sólo recibirá una mínima cantidad de diez mil pesos.

“190 mil van para que se haga tu copia DCP y van completamente para los prestadores de servicios del IMCINE, quienes tienen totalmente caciqueado el juego”.

Declaró el realizador Bruno Varela, refiriéndose a que estos laboratorios y centros de producción, serán los encargados de hacer la copia DCP (Digital Certification Package) del corto ganador, todo bajo las pautas y cantidades previamente acordadas y estipuladas con la instancia del estado encargada de estimular la producción cinematográfica en el país, quien exige este formato como parte sustancial de su convocatoria.

Este caso de personalizada, redonda y segregacionista asignación de recursos federales, fue sacada a colación por Varela con la intención de resaltar el perfil verdaderamente independiente del cuarto Campamento Audiovisual Itinerante (CAI), que desde el pasado sábado arrancó funciones en Santa Catarina Lachatao, en pleno corazón de la Sierra Juárez.

Roberto Olivares, cineasta e integrante del colectivo de video indigenista Ojo de Agua, mencionó por su parte que el CAI ha venido a impulsar procesos de formación audiovisual y expresiva en las comunidades.

“Este proyecto ha cristalizado mucho de los sueño que incluso nosotros no hemos podido cumplir con claridad y eficacia”.

Consideró el alguna vez ganador del premio al mejor documental en el Festival de Morelia, por Silvestre Pantaleón, asegurando que el CAI es un proyecto ejemplar, y que ojala hubiera más proyectos así en todo el país.

Varela calificó al Campamento (que este año registró a más de 40 alumnos y alumnas provenientes de diferentes estados del país, divididos en dos grupos, de iniciación y de desarrollo de proyectos) como “un laboratorio más que una escuela, un foro formativo y detonador de proyectos”.

Caja de resonancia que cada vez va teniendo más elementos de Festival y que ha ido progresivamente refinando su programación de proyecciones, con cintas documentales y de ficción que comprenden un concierto de miradas que apuntan a buscar lo diferente , lo real

Esto asociado a la visión y escenario que da los infinitos de la Sierra Norte oaxaqueña, da por resultado que “gente que salió del campamento, continúen trabajando en sus proyectos”.

Con carpetas de proyectos que han accedido a festivales internacionales para buscar su realización, con algunos que incluso han conseguido ya los subsidios para terminarlos.

Varela asegura que el CAI juega con una idea que no les interesa ni a las dos escuelas ombligo de cine del país, Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) y Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), ni al IMCINE (concentrado meramente en acompañar películas que ganen Cannes y otros festivales importantes de relumbrón)

La de generar espacios de discusión y reflexión, la de no considerar al cine como mero escaparate de muy personales sueños de notoriedad y grandeza, en un tiempo en el con la etiqueta de video aun se pretende desconocer o restarle importancia a la producción verdaderamente independiente, en un tiempo en el que ya todo es video.

Practicas audiovisuales y formativas que están completamente fuera de la agenda del órgano federal productor y rector del cine en México, y de las dos escuelas de cine a las que les ha otorgado el monopolio de su beneficio.

Varela destacó como el CAI es un lugar que busca el guiar y fortificar los esfuerzos de pequeños cineclubs, cuya única agenda es la de conectar con la gente que acude a verlos.

El CAI, que ofrece su convocatoria de reclutamiento a gente que quiere hacer cine en México y nunca pasó o entró a estudiar al dueto de escuelas que lo han acaparado, es un esfuerzo enfocado en darle la vuelta a un embudo con una supuesta industria plagadas de agendas con políticas destinadas a cazar egresos del presupuesto federal.

“Los estudiantes de cine del CCC o el CUEC hacen muy buenas aproximaciones sobre las clases medias y altas, pero cuando salen del entorno citadino para meterse a un entorno rural y real, sus aproximaciones son vagas y endebles”.

Consideró Varela, sobre como la segregación del esfuerzo cinematográfico mexicano ha llevado a la segregación de sus propios resultados en pantalla.

Olivares consideró por su parte como muy atinada la manera en como el CAI de este 2015, ha planteado su programa de actividades, no solo en termino de los instructores que van a venir de distintas ciudades de México, sino en el mismo proceso de selección que implica un compromiso previo de los seleccionados con su propio quehacer.

Subrayó la “interculturalidad” del CAI, “donde convivirán jóvenes que vienen de mundos diferentes, trabajando juntos por tres semanas con lo que sus vidas se verán transformadas y les ayudara asimilara mejor el país en el que viven”.

Olivares impartirá un taller de videocartas para niños, donde se parte de la certeza de que estos ya están usando desde muy temprana edad el celular para grabar video y tomar fotografías.

“La idea es que ahora usen la tecnología para compartir su casa, su familia. Para que uno complete los sueños del otros, sus deseos y visiones”.

“Generar dialogo entre niños que viven en diferentes lugares, niños urbanos, niños que viven cerca del mar , en el desierto. Para los adultos es interesante porque pueden conocer una comunidad a través de la mirada de los niños”.

Olivares, quien también presentara en Lacahatao su largo documental , El señor de las Tres Caídas dentro de un maratón de cine oaxaqueño, dará su taller del 20 al 25 de este mes.

Mientras Varela hará lo propio con su pieza Tiempo aire, además de presentar el libro del fallecido cineasta experimental Stan Brakhage, que conoce por vez primera una traducción al español.