Un remake que termina en insulto

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Poltergeist, Juegos diabólicos es la cinta de terror filmada en 1982 por el cuasi fundador del slasher Tobe Hooper (La masacre de Texas, 1974) que vino a redefinir en mucho lo que el mundo conocía como cine de casa embrujadas.

Aunque rehecha en buena parte por el productor ejecutivo de la cinta, Steven Spielberg, el filme de Hooper paso de moda los susurros , rechinidos y efectos sonoros varios que hasta ese momento definían los filmes de mansiones embrujadas en donde los efectos fotográficos o mecánicos muchas veces eran tan creíbles como la nueva edad de cualquier cantante y actriz mexicana televisiva de los ochentas.

Heather O´Rourke fue la niña rubia que definió esa cinta y sus dos limitadas secuelas, con su presencia de infante extraviada llamada a echar la fiesta por una bola de fantasmas chocarreros que quieren chocarla con ella a través de la pantalla rectangular del televisor.

O´Rourke conocería una muerte muy temprana, apenas a los doce años, por un mal congénito degenerativo, al igual que la actriz que interpretaba a la hermana mayor de la protagonista, Dominique Dunne, quien fuera asesinada por un exnovio celoso.

Esto, sumado a otros fallecimientos algo trágicos de otros miembros del casting, trajeron una leyenda urbana de que la película y todos los que en ella trabajaron se encontraban malditos, y que maldita seria su suerte y maldito su porvenir.

Pero no tan maldita como la calidad del remake que Hollywood nos ha venido a endilgar en este 2015, dirigida por Gil Kenan, el mismo que dirigiera una divertida y vivaracha cinta animada sobre el mismo tema (Monster House, 2006), pero que en esta ocasión parece haber perdido cualquier posible inspiración o visión sobre sacarle verdadera vida a paredes poseídas.

Sam Rockwell, un actor siempre estimable (Moon, Confesiones de una mente peligrosa) recibe acá probablemente el mejor cheque de su carrera al mismo tiempo que escenifica el mayor de sus ridículos.

Su método stalinivskiano de llorar y sentir el momento poco tiene que ver con el material, a lo cual se suma la total falta de inspiración de todo el tinglado, con un guión que va mas a allá de lo mediocre y se conduce a través de lo pornográficamente estúpido, pesimamente tramado y pobremente ejecutado.

La historia de la familia suburbana que llega a nueva casa y se encuentra con que le han vendido un terreno en la boca del infierno, merecía un verdadero ejercicio de resucitación, no esta obra maestra para pusilánimes.